Gal Gadot gana el "premio nobel judío"
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La trágica historia de Kóraj nos enseña lecciones vitales sobre cómo incluso personas grandes pueden llegar a cometer pecados graves debido a sutiles defectos de carácter. Un análisis de los protagonistas principales de la rebelión de Kóraj muestra que todos eran personas rectas que aparentemente tenían motivos válidos para su rebelión contra Moshé. Sin embargo, en un nivel más profundo, en realidad fueron influenciados por sus tendencias y prejuicios, lo que los llevó a pecar de manera grave.
El propio Kóraj estaba evidentemente en un nivel espiritual muy elevado. El Midrash(1) lo describe como muy sabio y con el mérito suficiente para portar el Arca Sagrada. Rashi(2) enseña que era tan grande que incluso recibió una forma de profecía. Todo esto nos lleva a preguntarnos cómo pudo llegar a la creencia herética de que Moshé había inventado partes de la Torá y causar tanto daño al pueblo judío. Los Rabinos explican que Kóraj, a través de la profecía, vio que tendría descendientes extremadamente justos, incluido el profeta Shmuel. Esto lo convenció de que saldría ileso de la rebelión y, por lo tanto, se sintió justificado en sus acciones. Su error fue que esa descendencia justa fue el mérito de sus hijos, quienes se arrepintieron de su participación en la rebelión. Sin embargo, Kóraj estaba tan convencido de que tenía razón que, al ofrecer el incienso, estaba seguro de que Dios aceptaría su ofrenda y no la de Aharón. Así, queda claro que él genuinamente creía que estaba en lo correcto y que actuaba puramente por amor al Cielo.
Los 250 ancianos que se unieron a la rebelión también son descritos como grandes tzadikim, muchos de ellos príncipes de sus tribus. El Netziv(3) explica que sus motivos eran esencialmente puros y que deseaban alcanzar una mayor cercanía con Dios participando en el servicio de los cohanim. El Netziv incluso sostiene que sabían que morirían por hacerlo, pero estaban dispuestos a dar sus vidas para lograr lo que percibían como una mayor cercanía con Dios. El Netziv los compara con Nadav y Avihú, quienes también deseaban mayor cercanía a Dios.
Otro miembro de la rebelión fue On ben Pélet. A él se lo menciona al comienzo de la parashá como uno de los cabecillas de la rebelión, pero su nombre desaparece del relato porque luego se retiró de la disputa. El Jidushei Lev(4) señala que aparentemente tenía motivos puros. Él cita el Talmud, que hace varias interpretaciones homiléticas basadas en su descripción como “On ben Pélet, de los hijos de Reubén”.(5) El Talmud enseña que su nombre “On” alude a que dijo “beaninut”, en duelo, y Rashi explica que esto significa que estaba de duelo como arrepentimiento por su participación inicial en la rebelión. Rashi continúa diciendo que la palabra “Reubén” alude a que “hu raá vehevín” – “vio y comprendió” que el comportamiento de Kóraj no era correcto, y por ello se separó de su congregación.
Hemos visto que todos los participantes de la rebelión tenían motivos aparentemente justos. Sin embargo, es evidente que si realmente hubieran actuado totalmente por el bien del Cielo, habría sido imposible que cayeran en un pecado tan grave. En un análisis más profundo, queda claro que todos se vieron afectados por sutiles rasgos de carácter negativos que distorsionaron enormemente su conducta.
En cuanto a Kóraj, los Rabinos revelan el motivo subyacente de sus elevados argumentos de que Moshé había acumulado demasiado poder y de que todo el pueblo era sagrado. El padre de Kóraj, Itzhar, era el segundo hijo de Kehat, después de Amram. El hijo de Amram, Moshé, fue elegido líder del pueblo judío, y Aharón fue designado como Sumo Sacerdote. Kóraj, como hijo mayor de Itzhar, esperaba ser nombrado príncipe de la tribu de Leví, pero fue pasado por alto y se eligió a Elitzafán, hijo de Uziel, el menor de los cuatro hijos de Kehat. Kóraj consideró que esto era injusto, lo cual lo llevó a atacar a Moshé. Así vemos que, detrás de sus argumentos justicieros, Kóraj estaba afectado por la envidia y el deseo de honor.
Los 250 ancianos que se rebelaron provenían en su mayoría de la tribu de Reubén. Kóraj los convenció de rebelarse contra Moshé con el argumento de que, al ser Reubén el primogénito, su tribu debía merecer el sacerdocio. A pesar de su aparente deseo de cercanía con Dios, parece que también fueron víctimas de la envidia y la ambición de honor.
Finalmente, las verdaderas intenciones de On ben Pélet también se revelan en el Talmud.(6) Allí se relata que su esposa lo persuadió para que se retirara de la disputa. Ella razonó que no tenía nada que ganar uniéndose a la rebelión de Kóraj: tanto si Moshé seguía siendo el líder como si Kóraj lo reemplazaba, On seguiría siendo subalterno. Entonces, ¿para qué involucrarse? Este argumento surtió efecto y On se retiró, salvando así su vida.(7) El Jidushéi Lev señala una aparente contradicción: esta parte del Talmud muestra que el verdadero motivo de On era obtener honor y poder, pero otras enseñanzas rabínicas indican que se arrepintió genuinamente y comprendió su error. La respuesta es que, en un nivel más profundo, su esposa comprendió que lo que realmente motivaba su comportamiento era el deseo de honor. Su posterior teshuvá fue secundaria a su comprensión de que no tenía nada que ganar con el conflicto.
Hemos visto cómo personas muy grandes estaban convencidas de que actuaban con intenciones puras, pero en el fondo eran impulsadas por motivos mucho menos nobles, con consecuencias desastrosas. Esto enseña a cada persona, en su nivel, a tener mucho cuidado cuando cree que actúa por amor al Cielo, ya que bien podría estar siendo impulsado por motivaciones más egoístas. En particular, cuando una persona se ve envuelta en disputas u otros tipos de interacciones negativas con otros, debe tener mucho cuidado con los motivos ocultos. Un punto esencial es que debe consultar la situación con un Rabino o una persona objetiva que pueda ayudarle a discernir sus verdaderas intenciones y si sus acciones están realmente justificadas.
Que todos podamos tener el mérito de aprender la lección contundente de cuán peligroso puede ser estar convencidos de que actuamos por amor al Cielo.
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