Dos clases de odio

08/09/2024

6 min de lectura

Ki Tetzé (Deuteronomio 21:10-25:19 )

Recordarás lo que Amalek te hizo en el camino cuando salieron de Egipto. Cuando estaban exhaustos y fatigados, y salió al encuentro en el camino y te atacó por la retaguardia a los más débiles que iban rezagados y no tuvo temor a Dios. Cuando Hashem tu Dios te conceda descanso de todos tus enemigos en derredor, en la tierra que Hashem tu Dios te entrega como heredad para tomarla en posesión, borrarás el nombre de Amalek de debajo del cielo. No lo olvides. (Deuteronomio 25:17-19)

Se trata de una ley extraña, casi incomprensible.

Los israelitas tuvieron dos enemigos en los días de Moshé: los egipcios y los amalequitas. Los egipcios esclavizaron a los israelitas. Los convirtieron en una colonia de trabajos forzados. Los oprimieron. EL faraón ordenó ahogar a todos los bebés varones israelitas. Fue un intento de genocidio. Sin embargo, respecto a ellos, Moshé ordenó: "No aborrecerás al egipcio, porque fueron extranjeros en su tierra" (Deuteronomio 23:8). Los amalequitas no hicieron más que atacar una vez a los israelitas,(1) un ataque que fue repelido con éxito. (Éxodo 17:13). Sin embargo, respecto a ellos Moshé ordenó: "Recuerda", "no olvides", "borra el nombre". En Éxodo, la Torá dice que "Dios estará en guerra con Amalek por todas las generaciones".(Deuteronomio 17:16) ¿Cuál es la diferencia? ¿Por qué Moshé les dijo a los israelitas que perdonaran a los egipcios pero no a los amalequitas?

La respuesta la encontramos como un corolario a una enseñanza de la Mishná, Avot (5:19):

Cuando el amor depende de una causa y esta causa cesa, entonces también termina el amor. Pero si el amor no depende de una causa entonces el amor no desaparece. ¿Cuál es un ejemplo del amor que depende de una causa? El de Amnón por Tamar. ¿Y cuál es un ejemplo de amor que no depende de una causa? El amor de David y Jonatán.

Cuando el amor es condicional, dura lo que dure la condición, y no más que eso. Amnón amaba, o más bien deseaba, a Tamar porque ella le estaba prohibida por ser su hermanastra. Una vez que se salió con la suya, "entonces Amnón la odió con odio intenso. De hecho, la odiaba más de lo que la había amado" (Samuel II 13:15). Pero cuando el amor es incondicional e irracional, nunca cesa. En las palabras de Dylan Thomas: "Aunque los amantes se pierden, el amor no, y la muerte no tendrá dominio".

Lo mismo ocurre con el odio. Cuando el odio es racional, basado en algún temor o desaprobación que (justificado o no) tiene cierta lógica, entonces se puede razonar con él y ponerle fin. Pero no se puede razonar con el odio incondicional e irracional. No se puede hacer nada para abordarlo y terminar con él. El odio persiste.

Esta era la diferencia entre los amalequitas y los egipcios. El odio y el miedo de los egipcios hacia los israelitas no era irracional. El faraón dijo a su pueblo:

Los israelitas se están volviendo demasiado numerosos y más fuertes que nosotros. Debemos ser astutos contra ellos, no sea que se multipliquen y suceda que si hay guerra se unan a nuestros enemigos y luchen en nuestra contra y suban de la tierra" (Éxodo 1:9-10)

Los egipcios temían a los israelitas porque eran numerosos. Constituían una amenaza potencial para la población nativa. Los historiadores nos dicen que no era un miedo infundado. Egipto ya había sufrido una invasión de extranjeros, los hicsos, un pueblo asiático con nombres y creencias canaanitas, que se apoderó del delta del Nilo durante el segundo período intermedio del Egipto de los faraones. Finalmente fueron expulsados de Egipto y borraron todo rastro de su ocupación. Pero el recuerdo persistía. No era irracional que los egipcios temieran que los hebreos fueran otra de esas poblaciones. Temían a los israelitas porque eran fuertes. (Prestemos atención que hay una diferencia entre "racional" y "justificado". En este caso, el miedo de los egipcios sin dudas era injustificado. Los israelitas no querían apoderarse de Egipto. Por el contrario, habrían preferido marcharse. No todas las emociones racionales están justificadas. No es irracional sentir miedo a volar tras escuchar un informe sobre una gran catástrofe aérea, a pesar de que estadísticamente es más peligroso conducir un auto que ser pasajero en un avión. El punto es simplemente que la emoción racional pero injustificada puede, en principio, curarse mediante el razonamiento).

Con los amalequitas ocurrió exactamente lo opuesto. Ellos atacaron a los israelitas cuando estaban "agotados y fatigados". Enfocaron su ataque en los más débiles que estaban en la retaguardia, precisamente los que no constituían ningún peligro. Esto fue un odio irracional, sin ninguna base.

Con el odio racional es posible razonar. Además, no había ninguna razón para que los egipcios temieran de los israelitas. Se habían marchado. Ya no eran una amenaza. Pero con el odio irracional es imposible razonar. No tiene causa ni lógica. Por lo tanto, puede que nunca desaparezca. El odio irracional es tan duradero y persistente como el amor irracional. El odio simbolizado por Amalek dura "por todas las generaciones". Todo lo que podemos hacer es recordarlo y no olvidar, estar constantemente vigilantes y combatirlo cuando y donde aparezca.

Existe la xenofobia racional: el miedo y el odio al extranjero, al forastero, al que no es como nosotros. En la etapa de cazadores-recolectores de la humanidad, era vital distinguir entre los miembros de tu tribu y los de otra tribu. Competían por la comida y por el territorio. No era una época de liberalismo y tolerancia. Era probable que la otra tribu te matara o te expulsara si tenía la oportunidad de hacerlo.

Los antiguos griegos eran xenófobos y consideraban bárbaros a todos los que no eran griegos. Esto sigue sucediendo en muchas poblaciones nativas. Incluso personas tolerantes como los británicos y los estadounidenses históricamente desconfiaron de los inmigrantes, ya fueran judíos, irlandeses, italianos o portorriqueños. Sin embargo, lo que ocurre es que en dos o tres generaciones los recién llegados se aculturan y se integran. Entonces consideran que contribuyen a la economía nacional y añaden riqueza y variedad a su cultura. Cuando una emoción como el miedo a los inmigrantes es racional pero injustificada, con el tiempo decae y desaparece.

El antisemitismo es diferente de la xenofobia. Es el caso paradigmático del odio irracional. En la Edad Media acusaron a los judíos de envenenar los pozos de agua, propagando la peste, y de una de las acusaciones más absurdas de las que hay registro: el líbelo de sangre. Sospechaban que los judíos mataban niños cristianos para usar su sangre para preparar matzot en Pésaj. Esto era evidentemente imposible, pero eso no impidió que la gente lo creyera.

Se esperaba que la Ilustración europea con su culto a la ciencia y la razón acabara con todo ese odio. Pero en cambio dio lugar a una nueva versión del odio: el antisemitismo racial. En el siglo XIX odiaban a los judíos porque eran ricos y porque eran pobres; porque eran capitalistas y porque eran comunistas; porque eran exclusivos y se mantenían aislados entre ellos y porque se infiltraban a todas partes; porque creían en una fe antigua y supersticiosa y porque eran cosmopolitas sin raíces que no creían en nada.

El antisemitismo fue la irracionalidad suprema de la era de la razón.

El antisemitismo dio lugar a un nuevo mito: "Los protocolos de los Sabios de Sion", una falsificación literaria producida por miembros de la policía secreta de la Rusia zarista a fines del siglo XIX. Allí sostenían que los judíos tenían poder sobre toda Europa, y esta era la época de los pogromos de Rusia de 1881 y de las antisemitas leyes de mayo de 1882, que provocaron que huyeran unos 3 millones de judíos indefensos y pobres de Rusia hacia el Occidente.

La situación en la que se encontraban los judíos a fines de lo que se suponía que fue el siglo de la ilustración y la emancipación fue expuesto con elocuencia por Theodor Herzl en 1897:

Sinceramente intentamos de todas las formas posibles fusionarnos con las comunidades nacionales en las que vivimos, buscando tan sólo preservar la fe de nuestros padres. No se nos permite. En vano somos patriotas leales, a veces súper leales; en vano hacemos los mismos sacrificios de vida y propiedad que nuestros conciudadanos: en vano nos esforzamos por incrementar la fama de nuestras tierras nativas en las artes y en las ciencias, o su riqueza a través del comercio. En nuestras tierras natales, donde hemos vivido durante siglos, todavía se nos califica de extranjeros, a menudo por personas cuyos antepasados todavía no habían llegado en una época en la que los suspiros judíos se oían desde hace mucho tiempo atrás en el país… Si nos dejaran en paz… Pero creo que nunca nos dejarán en paz.

Esto fue un gran golpe para Herzl. No menos impactante fue el retorno actual del antisemitismo a partes del Medio Oriente e incluso a Europa, donde todavía late la memoria del Holocausto. Sin embargo, la Torá nos indica por qué es así. El odio irracional nunca muere.

No toda hostilidad hacia los judíos o a Israel como un estado judío, es irracional, y donde no lo es, se puede razonar. Pero parte de ella es irracional. Parte de este odio, incluso hoy en día, repite los mitos del pasado, desde el líbelo de sangre hasta los Protocolos. Todo lo que podemos hacer es recordar y no olvidar, confrontar y defendernos contra ese odio.

Amalek no murió. Pero tampoco murió el pueblo judío. Atacados durante tantos siglos, sigue vivo, dando testimonio de la victoria del Dios del amor por encima de los mitos y la locura del odio.

Shabat Shalom


NOTA

  1. Obviamente hubo ataques posteriores de Amalek (incluyendo de acuerdo con la tradición lo que leemos en Bamidbar 21:1), pero el decreto de borrar a Amalek fue emitido después de su primer ataque.
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