El amor es una elección

2 min de lectura

Puedes amar a cualquiera.

Es posible amar a cualquier persona. Sí. Es una declaración. No una pregunta.

¿No me crees? A menudo le pregunto a los solteros: “Cuando tengas hijos, ¿piensas que los amarás?”. Inevitablemente la respuesta es: “¡Por supuesto que amaré a mis hijos!”. Entonces les pregunto:

—¿Cómo lo sabes? ¿Quizás sea un bebé que sufre de cólicos, que no te deja dormir toda la noche, tal vez tenga una personalidad que choca contigo o no se vea tan amoroso? ¿Cómo puedes estar seguro de que amarás a tu hijo?

—Lo amaré porque es mi hijo.

—¿Pero por qué?

La principal razón por la que los padres aman a sus hijos es porque están comprometidos a amarlos.

Cuando asumimos un compromiso total de amar a alguien, podemos amar a cualquiera. Esto no sólo es cierto con los hijos; sino que es especialmente verdad con tu esposo/a, con un vecino molesto, con un jefe malhumorado y la recepcionista que parece que se las agarró contigo. (No me refiero a personas que son abusivas. De esas personas hay que mantenerse a una distancia segura).

La única razón por la que no amamos a las personas que no nos agradan es porque no asumimos un compromiso completo de amarlas tal como amamos a nuestros hijos.

Asume durante 30 días el compromiso de amar a alguien.

Toma la decisión de ingresar a esa persona a tu círculo de personas por las que realmente te preocupas. Considera a esa persona como si fuera parte de tu familia. Quiero enseñarte algo muy poderoso que enseña la tradición judía: “Invita al pobre a tu hogar y hazlo parte de tu familia” (ver Pirkei Avot 1:5). Presta atención que los sabios no dijeron: “hazlo como si fuera parte de tu familia”, sino hazlo parte de tu familia. Trátalo como si fuera uno más de tus familiares.

Comprométete a preocuparte por la vida de esa persona. Encuéntrate con ella y llega a conocerla. Descubre cuáles son sus necesidades. ¿Cuáles son sus dificultades? Decide hacer todo lo que esté a tu alcance para ayudarla a tener éxito en la vida, tal como harías si ella fuera uno de tus hijos.

Comprométete a identificar sus virtudes. Estudia a esa persona y reconoce su belleza interior. Cada uno es verdaderamente bello: sólo que con algunas personas tenemos que mirar mejor para poder verlo. Cada día repasa la lista de sus virtudes. Habla con otros sobre las virtudes de esa persona tal como un padre habla de su hijo con orgullo.

Acepta los defectos de esa persona sin juzgarla. Eso es exactamente lo que un padre hace con sus hijos. Los padres eligen identificar a sus hijos con sus virtudes y perdonar sus defectos. Alguien puede decir: “Sabes, tu hijo José es muy desorganizado”. El padre responderá: “Sí, es cierto, pero puedes ver cuán sensible es respecto a los sentimientos de los demás”.

Acepta el desafío. Lo importante es asumir un compromiso total de amar a alguien, y entonces descubrirás cómo llegarás a amarlo.

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