El antídoto contra el mal es incrementar el bien

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Ki Tavó (Deuteronomio 26:1-29:8 )

La parashat Ki Tavó comienza enumerando los pasos que debemos dar al entrar a nuestra tierra. Debemos reconocer lo bueno, entregar los primeros frutos y los diezmos, proveer a los líderes y a los maestros y preocuparnos por los menos afortunados. Después de dar los diezmos, se nos ordena decir: "Yo he dado al levita, al prosélito, al huérfano y a la viuda… No he transgredido Tus mandamientos y no he olvidado (lo shajajti) (Deuteronomio 26:13). Este mandamiento es extraño. ¿Cuándo se nos ordenó decir algo después de cumplir una mitzvá, declarar que la cumplimos y que no olvidamos hacerlo? Si anunciamos que cumplimos debidamente la mitzvá, ¿no es obvio que no la olvidamos?

Rashi explica que la frase "no he olvidado" de hecho se refiere al requerimiento de decir una bendición por la separación de los diezmos. Sin embargo, la pregunta permanece, ya que la bendición o su carencia no cambia la esencia ni la eficacia en el cumplimiento de la mitzvá.

Una respuesta posible queda aludida en el paralelo con las palabras finales de la parashá previa: "Borra el recuerdo de Amalek debajo del cielo. No olvides (lo tishkaj)" (Deuteronomio 25:19). Amalek representa el mal absoluto. Es una nación que ataca a los inocentes y débiles, por lo tanto es la antítesis de la visión judía de ayudar al necesitado y al vulnerable.

La Torá yuxtapone la historia de Amalek con el mandamiento de los diezmos, para mostrarnos que la única manera de borrar el abuso de los menos afortunados es que los más afortunados los busquen y actúen con bondad. La sociedad de Amalek idolatra el poder. La Torá, en contraste, construye una sociedad que se preocupa por los indefensos, el "levita, el prosélito, el huérfano y la viuda".

Rav Kuk declaró:

Los que son puramente justos: no se quejan de la maldad, incrementan la justicia. No se quejan de la herejía, incrementan la fe. No se quejan de la ignorancia, incrementan la sabiduría.

Cuando encontramos situaciones difíciles en la vida, a menudo nuestra primera reacción es quejarnos y enfocarnos en lo negativo. Sin embargo, este enfoque puede llevarnos a sumergirnos profundamente en el problema mismo. Nos vemos consumidos por el tema y eso empaña nuestra capacidad para enfrentarlo objetivamente. Con una perspectiva negativa, es extremadamente difícil crear un resultado positivo. Nuestras quejas nos llevan a ser parte del problema en vez de ser parte de su solución.

Con todos los problemas que enfrenta nuestro mundo en la actualidad, debemos comprender que el remedio para los males del mundo consiste en trascender al mal y compensarlo con bien, combatir el odio radical con amor radical. La oscuridad no disminuye como resultado de las quejas en su contra sino más bien cuando se crea una abundancia de luz. Y este mensaje, tal como lo encontramos en la Torá, es tan crucial que debemos ser capaces de declarar con orgullo: "¡No lo he olvidado!".

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