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La festividad de los árboles celebra la esencia de la vida y de la Creación: el dar.
De acuerdo con la tradición judía, Tu Bishvat es el Año Nuevo de los Árboles. Existía una razón práctica para que los árboles tuvieran su propio Año Nuevo. Como escribió en su boletín semanal Rav Kalman Packouz z"l:
En la época del Templo en Jerusalén, esta fecha se usaba para calcular el año del diezmo de los frutos de los árboles. El Talmud nos dice que en esta fecha los árboles dejan de absorber agua del suelo y en cambio comienzan a nutrirse de su propia savia. ¿Cómo celebramos Tu Bishvat? Comemos frutas, especialmente las frutas por las cuales la Torá alaba la Tierra de Israel: "Una tierra de trigo y cebada, de vides (uvas), higueras y granados; una tierra de olivos y miel... y comerás y te saciarás, y bendecirás a Hashem tu Dios por la buena tierra que te ha dado" (Deuteronomio 8:8-10).
De acuerdo con la Torá, los árboles desempeñaron un papel central en la Creación desde el principio. La historia de la Creación menciona al Árbol de la Vida como parte integral del Jardín del Edén, junto con el Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal. La caída de Adam y Javá ocurrió al comer del único árbol del que debían mantenerse alejados. Como consecuencia, fueron expulsados del Paraíso, un lugar definido por los árboles.
No es casualidad que los árboles tengan un papel central en este episodio fundamental de la historia, pues si hay algo que define el propósito mismo de la Creación, son los árboles. Una de las lecciones más básicas en la creación del mundo por parte de Dios es que fue un acto de entrega total, ya que un Ser Infinito no tiene necesidades. Dios no creó el mundo porque estaba aburrido o porque quiso que unos insignificantes humanos lo alabaran. Si el universo volviera a la nada, tal como era antes de la Creación, Dios seguiría siendo el mismo. A Él no le falta nada, pues es Infinito, Completo y Perfecto. Por lo tanto, la Creación fue un acto unidireccional de dar, de Dios hacia nosotros. Esto es lo que el Talmud quiere decir cuando declara: "El mundo se construye sobre la bondad".
Dar define la Creación más que cualquier otra cosa, y los árboles definen el dar más que cualquier otra cosa.
Cuando éramos niños, quizá nos vimos expuestos a esta idea a través del hermoso y conmovedor libro El árbol generoso de Shel Silverstein. El libro sigue la vida de un niño y su árbol de manzanas. En su infancia, el niño disfruta jugando con el árbol, trepando su tronco, hamacándose en sus ramas y comiendo sus manzanas. Sin embargo, a medida que crece y sus intereses maduran, pasa menos tiempo con el árbol y sólo lo visita cuando necesita algo de él en las distintas etapas de su vida. En un esfuerzo por hacer feliz al niño en cada una de estas etapas, el árbol le da partes de sí mismo, que él puede transformar en cosas materiales.
Cuando es un joven, le proporciona manzanas para que las venda y gane dinero. Le da sus ramas para que construya una casa cuando crece y necesita mantener una familia. Le dice que corte su tronco para hacer un bote cuando llega a la mediana edad y desea escapar. Con cada acto de dar, "el árbol era feliz". Sin embargo, después de esto, el árbol no ve al niño por muchos años hasta que finalmente reaparece como un anciano cansado. Para entonces, el árbol ya no tiene nada más que dar, pues solo queda su tocón, el pedazo de tronco que quedó después de que lo podaran. Pero el niño dice que lo único que quiere es "un lugar tranquilo para sentarse y descansar". Eso es algo que el árbol aún puede dar, y así el niño se sienta tranquilamente sobre su tocón, y en ese momento, ambos fueron felices.
En Tu Bishvat, los árboles llegan a una etapa en la que están lo suficientemente desarrollados como para dar frutos.
Dar y recibir nos definen más que cualquier otra cosa. Dar y recibir son esenciales para desarrollar cualquier relación con los demás, pero siempre debemos encontrar el equilibrio adecuado entre ambos. Por un lado, no podemos limitarnos a recibir sin desarrollar ninguna independencia por nosotros mismos. Por otro lado, si damos demasiado y nos entregamos completamente, podemos perder nuestra propia identidad, tal como le sucedió al triste árbol en la historia.
Por ello, es significativo que la razón que da el Talmud para establecer Tu Bishvat como el Año Nuevo de los Árboles sea que en esta fecha los árboles dejan de absorber agua del suelo y, en su lugar, comienzan a nutrirse de su propia savia. En esencia, en Tu Bishvat, los árboles se vuelven autosuficientes (por así decirlo) y dejan de depender del suelo. Han pasado el tiempo necesario absorbiendo lo que necesitaban y ahora han alcanzado un punto en el que pueden dar frutos. Y eso es lo que hacen hasta que ya no pueden dar más, quedándose solos para luego repetir todo el ciclo al año siguiente.
Aprendamos de los árboles: tomemos cuando lo necesitemos, demos cuando podamos y entreguemos lo que tengamos, incluso si sólo nos queda el tocón de lo que alguna vez fuimos, para así cosechar la felicidad y la alegría inherentes al dar.
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