El Becerro de oro

7 min de lectura

¿Cómo pudieron los judíos olvidar a Dios tan rápidamente?

Lectura requerida: Éxodo, capítulos 32-34.

Introducción

Luego del glorioso evento de la entrega de la Torá, vino un trágico final al campamento del Sinaí y a la entrega de la Torá:

Después de que toda la nación oyera los Diez Mandamientos de Dios, Moshé le dijo a todo el pueblo que iba a subir al Monte Sinaí para recibir el resto de la Torá. Como iba a estar en la montaña durante 40 días y noches, fueron designados líderes interinos: su hermano Aharón y su sobrino Jur (1).

El pueblo esperó ansiosamente el regreso de Moshé, contando 40 días. Sin embargo, la intención de Moshé era estar arriba 40 días y 40 noches, mientras que el pueblo consideró el ascenso de Moshé como el primer día. Entonces, de acuerdo al cálculo del pueblo, Moshé no había vuelto cuando llegó el día 40 (2). Preocupados por la pérdida de su líder, el pueblo le exigió a Aharón y a Jur que designaran a un ídolo que sirviera de intermediario entre ellos y Dios. Jur se opuso y fue asesinado en manos de la muchedumbre (3).

Aharón se dio cuenta rápidamente de que otra negación sólo llevaría a otro derramamiento de sangre, por lo que planeó acciones que retrasasen el proceso: dado que sabía que Moshé volvería al día siguiente, Aharón le dijo al pueblo que la adoración idólatra comenzaría el próximo día.

Para ganar su confianza, Aharón ofreció construir él mismo un altar para el nuevo Dios. El pueblo, en su entusiasmo, donó una gran cantidad de oro para fundir en el horno. Lo que surgió de ello fue un becerro de oro. A la mañana siguiente, el pueblo se levantó al amanecer y comenzó a adorar al Becerro de Oro (Éguel Hazahav) en el altar con depravación y rebeldía.

Entonces Dios le dijo a Moshé: “Baja del Sinaí y castiga a tu pueblo”. Moshé volvió al campamento y, al ver la depravada idolatría, arrojó las Tablas de la Ley al piso y las rompió. Luego reunió a la tribu de Leví, la cual ejecutó a los idólatras.

Durante los 40 días siguientes, Moshé le imploró a Dios que perdonara al pueblo judío. Al final de los 40 días, Dios concedió. Moshé ascendió a la montaña por tercera vez y, mientras el pueblo reflexionaba sobre sus acciones, Dios le enseñó el secreto del arrepentimiento y Moshé recibió un nuevo par de Tablas. Cuando descendió por última vez, en el Día de la Expiación, la nación fue perdonada.

Este es uno de los episodios más cruciales de la Torá, dado que casi causa la abolición del pacto de Dios con el pueblo judío. Hay varios temas específicos que tratar:

  • Después de meses de milagros constantes y de una revelación nacional, ¿cómo pudieron los judíos olvidar a Dios con semejante velocidad y adorar a un ídolo?
  • ¿Por qué el ídolo era específicamente un becerro?
  • ¿Por qué Aharón aceptó las exigencias de la nación?
  • ¿Cuál fue el proceso de arrepentimiento?

¿Los judíos “olvidan a Dios”?

Superficialmente, esto parece ridículo. Dios acababa de terminar un año completo de interacción personal con el pueblo judío: las plagas en Egipto, la división del mar y la asombrosa revelación en el Monte Sinaí. Y a pesar de eso, ¡40 días después los judíos habían construido un ídolo!

La respuesta tiene dos aspectos:

  • Entender cómo funciona el libre albedrío.
  • Entender lo que verdaderamente ocurrió.

Todo ser humano requiere una escenografía para ejercitar su libre albedrío. La regla es: “Cuanto más grandiosa es la persona, más grande es su inclinación hacia el mal” (5). Un novato en espiritualidad no recibe los mismos desafíos que alguien que está avanzado en el tema. Pero eso no es todo: el grado de esfuerzo para superar las deficiencias personales aumenta a medida que mejoras. La razón es que dado que tienes más poder en el lado del “bien”, para preservar el “balance en la elección” la seducción hacia lo “malo” también debe ser mayor.

Piensa en tu propia vida: la diferencia entre lo correcto y lo incorrecto es estricta y clara. La diferencia entre lo correcto y lo “casi correcto” es menos clara, y también es una mayor prueba ética y moral. No asesinaríamos, pero un pequeño detalle ético que podría significarnos millones en una transacción comercial representa un desafío mayor.

Una persona jamás está exenta de la oportunidad y la obligación de mejorarse a sí misma y de superar sus instintos más básicos. El Talmud dice: “No confíes en ti mismo hasta el día en que mueras” (6). Es por eso que, incluso después de la mayor revelación de Dios en la historia, el pueblo aún podía transgredir.

¿Pero cuál era esta prueba específica y cómo funciona? Para responder esto necesitamos primero explicar por qué el ídolo fue un becerro.

¿Por qué un becerro?

Najmánides (7), el gran comentarista del siglo XI, cita la siguiente fuente cabalista: En el comienzo del libro de Ezequiel hay una representación vívida del Trono de Gloria sobre el que, metafóricamente, reina Dios. El versículo describe las cuatro patas del trono:

Respecto a la similitud de sus rostros, había un rostro humano, y el rostro de un león del lado derecho para las cuatro de ellas, y el rostro de un toro del izquierdo para las cuatro de ellas, y el rostro de un águila para las cuatro de ellas (8).

En la entrega de la Torá, esta imagen celestial le fue revelada al pueblo judío, y ellos vieron las cuatro patas del trono de Dios. Cada una de esas patas, que tiene una cara distintiva, representa un aspecto de la conexión de Dios con el mundo físico en el que vivimos: desde aves (águila) hasta animales salvajes (león), animales domésticos (toro) y culminando con el hombre. Cuando Moshé no volvió a la hora esperada, el pueblo eligió adorar al toro del Trono de Gloria. ¿Por qué? Porque su deseo principal en ese momento era entrar a la Tierra de Israel y comenzar una existencia normal en una sociedad agricultora. Entonces, eligieron el toro doméstico.

Ahora podemos entender por qué el pueblo cayó con tanta rapidez. El asunto no era elegir hacer idolatría, sino elegir el método de servirle al mismo Dios al que habían estado sirviendo durante todo el año anterior. En los Diez Mandamientos Dios dijo que debían adorarlo directamente, no por medio de intermediarios ni representantes. Cuando el pueblo entendió que Moshé no volvería, fue incapaz de permanecer en el nivel de cercanía a Dios que había conseguido durante la revelación. Entonces, eligieron un socio para que fuese parte de la grandiosa profecía en Sinaí y adoraron al becerro al que habían visto en la imagen celestial. Como vemos, este es el conflicto de una nación que había alcanzado grandes alturas, no el de un pueblo que se había hundido en nuevas profundidades.

Aharón y las exigencias del pueblo

Ahora podemos entender el enfoque de Aharón. Jur, su sobrino, había tomado el camino más extremista, rechazando por completo toda desviación. Eso había llevado a su trágico asesinato. Aharón también estaba dispuesto a sacrificarse a sí mismo para proteger a los judíos de sus tonterías. Sin embargo, su estrategia fue asumir la responsabilidad por este ídolo y cargar con la culpa y el castigo en lugar del pueblo judío.

Después de lo ocurrido, Moshé confrontó a Aharón y le preguntó: “¿Qué te hizo la nación para que hicieras esto?”. La respuesta de Aharón fue clara: “Vi la situación del pueblo y que eran malvados” (9). Aharón no trató de justificarse, sino de proteger al pueblo.

Entre los dos hombres, Aharón y Jur, ¿quién estaba dispuesto a sacrificar más? Jur dio su vida física, pero Aharón estuvo dispuesto a cometer lo que parecía ser una terrible rebelión en contra de Dios, sólo para que el pueblo judío no fuera considerado responsable. Este era un nivel mucho más alto de sacrificio y lealtad para proteger a la nación judía, y fue por esta razón que Aharón se convirtió en el Sumo Sacerdote y en el facilitador del arrepentimiento nacional en Iom Kipur, el Día de la Expiación.

El proceso de arrepentimiento

Desde el comienzo del mes de elul, cuando Moshé ascendió al Monte Sinaí por última vez, los judíos soplaron el shofar todos los días en el campamento (10). Lo hicieron para eliminar toda confusión respecto al día en que estaban y para no volver a cometer el mismo error. El shofar es un símbolo de arrepentimiento y su sonar también pretendía que el pueblo judío se hiciera conciente de su error previo y expiara por la equivocación.

Cuando Moshé recibió las Tablas por segunda vez, le fueron enseñados los Trece Atributos de Misericordia, los cuales el pueblo judío puede usar para acercarse a Dios incluso después de pecar:

Dios piadoso, Dios piadoso, Dios poderoso, compasivo y agraciado, lento en enojarse y abundante en bondad y verdad. Preservador de la bondad para miles de generaciones, perdonador de la iniquidad, del pecado premeditado y del error, y Quien limpia (11).

Fíjate en cómo los “13 Atributos” hablan de la paciencia de Dios. El mismo Dios que te creó con una "pizarra limpia" y frente a un mundo lleno de oportunidades, te da otra oportunidad después de que desaprovechaste la primera. Si realmente entiendes lo que significa “error”, entonces incluso si parecieras beneficiarte por tus acciones equivocadas, tienes que apelar a la misericordia de Dios y ver lo que Él está haciendo por ti. Sólo así ese éxito no te confundirá, porque te sentirás humilde ante Él.

Un Dios que te ama

Rabí Tzadok HaKohén, un gran pensador jasídico del siglo XIX, da la siguiente idea (12):

Imagina dos hermanos. Uno es un estudiante prolífico en la escuela: servicial, amable, considerado, disciplinado. El otro es la antítesis de todo eso. Cuando el padre habla de su amor por sus dos hijos, ¿cómo percibimos el amor por el primero? Puede que se deba a un amor innato porque es su hijo, o quizás sea un resultado de los logros y las cualidades del niño. Por el otro lado, el amor del padre por el segundo hijo es exclusivamente resultado de la relación única entre padre e hijo y no depende de ningún otro factor.

Cuando los judíos recibieron la Torá en el Monte Sinaí, habían llegado a las alturas de la perfección. Uno podría pensar que el amor de Dios por ellos era el resultado de sus acciones. Pero esto tiene una desventaja. Nunca hubiéramos podido saber si Dios nos ama por nosotros mismos, cuando nos equivocamos. Entonces, la culminación de la creación de la relación entre Dios y el pueblo judío es específicamente por medio del pecado del Becerro de Oro. Cuando Dios da la oportunidad para que lamentemos nuestros errores, para que nos arrepintamos y reparemos la relación, es un regalo inmenso. Es por eso que Iom Kipur, a pesar de ser un día tan solemne, también conlleva un aspecto de gran alegría.

La culminación de la entrega de la Torá y la relación entre Dios y los judíos fue cuando vimos que, incluso después de haber rechazado a Dios de semejante forma, Dios continuó aceptándonos y nos volvió a dar la Torá. Supimos que nuestra relación con Él soportaría cualquier tormenta. Entonces, este es gran final de la entrega de la Torá. La reentrega de la Torá y la revelación de los Atributos de Misericordia de Dios fortalecieron nuestra relación con Él bajo cualquier circunstancia. Durante los milenios de altibajos, de persecuciones y de triunfos, nunca nos hemos alejado del rol de ser el pueblo elegido de Dios.


Notas:

  1. Rashi (Éxodo 17:10).
  2. Talmud – Shabat 89a con Rashi.
  3. Midrash Rabá (Éxodo 45:3).
  4. Talmud – Avodá Zará 4b.
  5. Talmud – Sucá 52b.
  6. Avot 2:4.
  7. Éxodo 32:1.
  8. Ezequiel 1:10.
  9. Éxodo 32:21-22.
  10. Midrash Agadá (Éxodo 34:1); Pirkei DeRabí Eliézer 45; Tur (Óraj Jaim 581).
  11. Éxodo 34:6-7.
  12. cf. Meam Loez (Éxodo 32:7).
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