El Corazón de los Padres

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Desde el divorcio, mi ex-marido no tiene ningún tipo de relación con nuestros hijos. ¿Está mal ansiar un milagro?

La puerta metálica que da al patio rechina mientras mi hijo de siete años la abre con fuerza. Yo quito la mirada del monitor de la computadora, y Eli, mi hijo de seis, eleva la mirada desde el rompecabezas en el que está inmerso.

"¡Mami, mira!". Mi hijo Mordi entra en la habitación con la cara sucia y su kipá llena de polvo después de un largo día en la escuela. Me muestra un papel azul brillante, el cual resulta ser una invitación a la celebración que va a hacer su clase por haber terminado el Libro de Génesis.

"¡Huau, Mordi, eso es tan emocionante! ¡Estoy tan contenta por ti!", le digo mientras le doy un abrazo.

"Mami, ¿podemos hornear galletas para mi fiesta?" me pregunta él, mientras baila por toda la habitación.

"Por supuesto Mordi. Sólo deja que llame a tu maestro para asegurarme que eso es lo que quiere que llevemos".

Tres horas después, cuando ya habíamos terminamos de cenar y yo estaba quitando las migajas del mantel, Eli chapuceaba feliz en la bañera, pero Mordi estaba sospechosamente tranquilo.

Fui a ver, y lo encontré tirado en su cama con la vista fija en el techo, ignorando la pila de libros a su lado.

Crucé la alfombra llena de juegos y me senté a su lado. "¿Está todo bien Mordi?".

"Estoy triste", me dice.

"¿Estás triste? ¿Pero acaso no fue hoy un día feliz para ti, porque terminaste el Libro de Bereshit?".

"Estoy triste porque papá no va a estar en mi fiesta, y todos los otros padres sí van a estar".

Acariciando su espalda, le dije: "Lo siento Mordi, sé que es difícil para ti. Me gustaría que las cosas fuesen diferentes".

Mi hijo no ha visto a su padre por más de dos años y medio, lo cual no es precisamente por falta de interés de mi parte. A pesar de vivir en continentes diferentes, Mordi y Eli deberían visitar a su padre dos veces al año, y hablar por teléfono dos veces a la semana. Pero en realidad, sólo se han visto una vez desde que nos divorciamos hace tres años, y yo no he hablado con él por teléfono hace más de dos años.

Hoy en día, cuando todos los niños de su clase asisten a programas de estudio de padre e hijo, Mordi repasa lo que estudió conmigo o con mi padre. Cuando los otros niños llegan a la celebración escolar de Sucot con sus padres, Mordi y Eli llegan solos y bailan con sus maestros (quienes afortunadamente se acuerdan de cuidarlos) y con sus amigos u ocasionalmente con los padres de estos. En la fiesta de Mordi de alef-bet, la cual terminó con los chicos bailando en los hombros de sus padres, mi papá se las arregló, haciendo un esfuerzo sobrehumano, para cargar a Mordi sobre sus ancianos hombros y bailar durante cinco minutos; luego de eso me dijo que uno de mis hermanos tendría que venir a la fiesta de Eli al año siguiente, porque la espalda del abuelo no podría soportar tal esfuerzo nuevamente.

Los chicos reaccionan cada uno diferente ante la adversidad. Eli, el hermano menor y de personalidad más tranquila, acepta las cosas como vienen, mientras que Mordi se toma todo a pecho. Le hace frente al problema haciendo grandes cantidades de dibujos de él mismo con su padre, y escribe al principio de cada hoja con su infantil escritura: "Mordi estrañia mucho a papi". Hizo una tarjeta de cumpleaños para su padre que, dos semanas después, aún sigue en mi escritorio, ya que él se mudó a otra ciudad y no tenemos su dirección.

Trato de alentarlo diciéndole que pronto volverá a ver a su papá, pese a que no sabemos cuándo. Le digo que él todavía lo ama, a pesar de que no lo esté demostrando en este momento. Le explico que los padres no siempre saben qué hacer con sus sentimientos, y que a veces creen que la forma más fácil de lidiar con los sentimientos difíciles es ignorarlos, a pesar de que tanto Mordi como yo sabemos que eso no es cierto. Todos sabemos que en realidad sería mejor para Mordi y para su papá (y no nos olvidemos de Eli) que tuviesen una relación, que él permitiera que los chicos lo visiten de nuevo y que respondiera el teléfono cuando lo llaman.

Pero no lo hace, y nosotros no lo podemos cambiar. Entonces, por ahora, sólo tenemos esperanza. Esperamos lo mejor, pero no prevemos realmente grandes cambios en el futuro.

Le digo que es un niño maravilloso y que algún día verá que su padre lo ama mucho.

Mientras tanto le digo a Mordi que rece, porque el rezo puede cambiar todo en un abrir y cerrar de ojos. Le digo que los milagros ocurren, y que puede que un día vea su sueño hecho realidad. Le digo que es un niño muy especial, maravilloso, y que algún día verá que su padre lo ama mucho.

Se nos enseña que no debemos esperar milagros, ya que es muy difícil para la mente y es sumamente injusto para los niños tener que vivir de esa forma. Sin embargo podemos anticipar el futuro, el día en que el corazón de los padres retornará a sus hijos, y el corazón de los hijos a sus padres. Porque un día mis hijos estarán reunidos con su Padre, y Él les dirá cuánto los amaba durante todo el sufrimiento que atravesaron.

No podemos contar con su padre de carne y hueso. Pero su Padre en el Cielo siempre está ahí para ellos, como es evidenciado por todo el bien que nos hace al darnos un techo para vivir y una amorosa familia cerca nuestro, y al darles a Mordi y a Eli sólo buenos recuerdos de su padre en lugar de, Dios no lo quiera, lo opuesto. Y Le rezamos para que las cosas mejoren, lenta pero firmemente, para que Mordi y Eli puedan algún día volver a ver a su padre.

Como dice el profeta (Malaji 4:6): "[Eliahu] hará retornar el corazón de los padres a los hijos". Esperamos que pase pronto, en nuestros días.

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