El Divorcio en el Judaísmo

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Para terminar el lazo marital hace falta un proceso legal específico.

Aunque los divorcios son algo común en la escena social de hoy en día –más de la mitad de los matrimonios terminan en divorcio - sigue siendo una dolorosa manera de finalizar un matrimonio.

Sin embargo, a diferencia de algunas religiones que no permiten el divorcio, el judaísmo reconoce la necesidad de éste, bajo determinadas circunstancias. De hecho, seguir el procedimiento adecuado para el divorcio es una de las 613 mitzvot de la Torá.

Pero, ¿cuál es este “procedimiento adecuado”?

Al igual que el matrimonio es una realidad metafísica – en el cual dos almas se fusionan para crear un alma completa – el divorcio también lo es. Para que una pareja judía se divorcie, el hombre debe darle a la mujer un documento llamado “guet”, como está prescrito en la Torá (Deuteronomio 24:1-4). Un guet termina el matrimonio judío y certifica que la pareja es ahora libre para volver a casarse de acuerdo a la ley judía.

Además de las consideraciones legales, un guet puede proveer una especie de cierre emocional – al igual que el matrimonio comienza con una ceremonia judía, también termina con una.

Sin un guet adecuado, a pesar de que el hombre y la mujer estén separados físicamente, siguen unidos metafísicamente – y es considerado como si estuvieran completamente casados. Esto es verdad hasta el punto en que si una mujer quisiera casarse de nuevo, sin haber recibido un guet apropiado, el segundo matrimonio es inválido y esa segunda relación es considerada adulterio.

Un divorcio secular no sirve de guet.

El Procedimiento

Un guet debe estar escrito de una manera muy específica, y sólo puede ser hecho bajo la supervisión de un rabino experto que conozca muy bien las leyes respectivas. Por ejemplo, el guet debe estar escrito específicamente para esta pareja y no puede ser utilizado un documento escrito previamente. También hay otros factores complejos, incluyendo el tipo de personas que deben atestiguar la entrega del guet, y fórmulas precisas para deletrear las palabras y los nombres. Todo esto debe ser hecho de manera apropiada, ya que si no, la pareja seguirá siendo considerada como casada.

El documento de guet es escrito por un escriba entrenado (sofer). Contiene 12 líneas de texto escritas en arameo, que era la lengua vernácula en la época del Talmud. El texto contiene el lugar, los nombres del hombre y de la mujer, y una breve declaración de que la mujer es ahora libre para casarse nuevamente. El hombre le da el guet a la mujer en presencia de dos testigos autorizados. No se dice ninguna plegaria ni bendición. Todo el procedimiento lleva alrededor de una hora y por lo general ocurre en la oficina del rabino.

En situaciones en las que el contacto directo entre el esposo y la mujer sería difícil (ya sea por limitaciones geográficas o incomodidad emocional), el proceso puede ser hecho a través de un delegado.

El documento del guet queda en los archivos del rabino oficiante y es roto para que no pueda ser utilizado de nuevo. El rabino emite un certificado de prueba a las dos partes, atestiguando el hecho de que se hizo un guet apropiado, que fue entregado y aceptado, y que ambos son ahora libres para volver a casarse.

Un guet se puede hacer eventualmente en cualquier momento, incluso años después de la separación física de la pareja. Sin embargo, desde el punto de vista de la ley judía, y por practicidad, debería ser hecho lo antes posible.

Un Ojo en el Futuro

En el momento de divorciarse, un guet no sólo es lo correcto, sino que también es lo más inteligente de hacer. Independientemente de las convicciones o creencias personales, soluciona muchos problemas futuros al asegurar la posibilidad de tener una libre interacción social dentro de la comunidad judía.

Un segundo matrimonio es imposible sin un guet.

Por ejemplo, alguien que estuvo divorciado por muchos años y luego quiere volver a casarse, no puede hacerlo sin un guet. Si este no fue hecho en el primer momento, es posible que ahora tengan que rastrear a la ex-pareja, en donde sea que esté, y pedirle que coopere en el proceso de hacer un guet. Imagina el dolor de cabeza que sería eso, sin contar las posibles complicaciones que podrían surgir. Cualquier rabino responsable se rehusará a oficiar una boda a menos que tanto el hombre como la mujer prueben que todo matrimonio anterior fue terminado como corresponde de acuerdo a la ley judía.

Más aún, si el divorcio no fue hecho como corresponde, hay un peligro para las generaciones futuras: si un niño nace de una madre que técnicamente está casada con otro hombre, ese niño será considerado ilegítimo (mamzer). Este niño no podrá casarse con la mayoría de las mujeres judías, posiblemente privándole por tanto la oportunidad de casarse con la persona que elija.

Como vemos, conseguir un guet apropiado es un componente importante para preservar la unidad judía.

Cuándo Divorciarse

Primero, debemos preguntarnos qué es lo que el judaísmo entiende por matrimonio.

El acto del matrimonio es más que un hombre y una mujer compartiendo una casa, teniendo una cuenta bancaria conjunta o criando niños juntos. El matrimonio en realidad une dos almas, creando un alma completa. Como dice la Torá, una pareja casada se “convierte en una sola carne” (Génesis 2:24).

“Una carne” significa que el compromiso del matrimonio es como el compromiso que uno tiene con su mano. Como un rabino explicó:

¿Cuál es mi compromiso con mi mano? ¡Yo “soy” mi mano! No reconsideraría mi compromiso con mi mano si estuviera rota, fea, rugosa, o si conociera a alguien con manos más lindas. Yo reconsideraría mi compromiso con mi mano sólo si tuviese una gangrena que me estuviera matando.

El compromiso con el matrimonio es hasta que te esté causando la muerte.

La alarmante tasa de divorcio que hay hoy en día muestra que hay un problema fundamental en cómo mucha gente se relaciona con el matrimonio. Como observa el rabino Avram Rothman, los medios de comunicación han hecho que las personas sean una sociedad de “tomadores”. “Mereces un descanso hoy”, “Sólo hazlo”, y otros slogans pegadizos tientan a la gente a tomar lo que quieren, a hacer lo que quieren, y a pensar sólo en sí mismos. Si hay un factor predominante que causa semejante cantidad de matrimonios fracasados o con problemas, es que hemos aprendido a ser “tomadores”.

La idea judía del matrimonio es ser un “dador”.

Cuando dos personas están enfocadas en tomar, están tirando en direcciones opuestas. Es una guerra constante para ver cuánto “me puede satisfacer” la otra persona. Por el contrario, la idea judía del matrimonio es ser un “dador”, por lo que la dinámica entre un hombre y su esposa es un flujo de amor y preocupación que va en ambas direcciones (interesantemente, una forma en que la ley judía posibilita esto es mediante el contrato matrimonial ketuvá, en el que el hombre se compromete a proveer las necesidades de su esposa – comida, ropa, intimidad, etc.).

Por supuesto, hay ocasiones en las que los matrimonios caen en un ciclo destructivo de abuso, y en esas situaciones es apropiado realizar un divorcio. Aún más, el divorcio es una mitzvá – una oportunidad de intentarlo de nuevo, de encontrar felicidad.

Pero, en realidad, la mayoría de la gente se divorcia por otros motivos. Generalmente es porque se cansaron el uno del otro. La excitación desaparece de la relación, o “ya no nos reímos como antes”. Si alguien te dijera que le van a amputar su mano porque “ya no me divierte como antes”, pensarías que está loco, ¿verdad?

Es por eso que antes de facilitar un guet, una corte judía (beit din) a veces alentará a la pareja a buscar reconciliación. De hecho, una de las razones por las que el proceso de divorcio judío involucra tantos tecnicismos es para evitar una situación en la que una pareja se divorcie sin haber explorado todas las opciones.

A lo largo de toda la historia, los judíos han buscado un ideal para la vida familiar, el cual es capturado en el término shalom bait – literalmente, “paz en el hogar”. Cuando existe armonía marital, la Presencia Divina mora en el hogar. Cuando la armonía marital está ausente y el divorcio se convierte en la única opción, esto es innegablemente una tragedia. El Talmud (Sanedrín 22a) dice que cuando ocurre un divorcio, el altar del Templo – el símbolo de la unidad y santidad judía - metafóricamente “llora”, como si lamentara la pérdida de esta unión fallida.

De acuerdo al Gaón de Vilna, las letras hebreas guimel y tet (las letras de “guet”) no aparecen juntas en ninguna palabra – lo cual simboliza la falta de armonía que precipita el divorcio.

El Cónyuge Recalcitrante

Un matrimonio judío sólo puede terminarse con la muerte de uno de los miembros de la pareja o con el divorcio. Si no se sabe si el esposo está muerto, o en el caso en que éste no está disponible para dar el guet, eso podría dejar a la mujer en el limbo, imposibilitada de casarse de nuevo.

Esta situación es llamada aguná – la esposa “encadenada”. Este concepto aparece en el Talmud principalmente en relación a un marido que no se sabe dónde está o que desapareció en combate. (Este asunto desafortunadamente se convirtió en una escena común después del Holocausto). Hasta hoy en día hay esposos que en ocasiones no quieren dar el guet por rencor, o en un intento de extorsión por dinero o concesiones en áreas de sustento, custodia de los niños o propiedad marital.

El problema de la aguná se refiere normalmente a un hombre que es recalcitrante. Sin embargo, dado que el divorcio judío requiere el consentimiento mutuo, si una mujer se niega a cooperar en recibir un guet, un hombre también podría estar en este estado de limbo.

¿Qué se puede hacer para prevenir esta espantosa situación?

Varias sanciones y el aplicar presión han probado ser efectivos.

En el Estado de Israel, si un hombre recibió la orden de un Beit Din de darle a su esposa un guet y este se rehúsa, podría ser puesto en prisión hasta que cumpla. Otras sanciones incluyen la revocación de su licencia de conducir o de su pasaporte, el privarle derechos de visita, la imposición de una multa monetaria y/o el negarle la participación en las actividades de la sinagoga. Este tipo de presión ha probado ser efectivo.

Otros métodos de persuasión son quizás un poco más irreales. Una vez escuché que un grupo de estudiantes de secundaria se habían parado afuera de la oficina de un hombre y llevaban carteles con su foto e información de lo que le estaba haciendo a su esposa. Un episodio de un famoso show de TV mostraba al protagonista, que era un conocido mafioso, siendo contratado para convencer a un necio hombre judío de darle un guet a su esposa – o enfrentarse al desmembramiento.

En el Estado de Nueva York hay una ley que enlaza la validez del divorcio civil con la correcta ejecución del guet religioso – es decir, un esposo no puede obtener un divorcio civil a menos que remueva de su esposa todos los impedimentos para casarse de nuevo (esto también ayudó a otras comunidades creyentes que tenían problemas similares).

El tema de la aguná tiene muchos detalles y obviamente en torno a el existen muchas controversias.

Una Palabra Sobre los Niños

En la década del 70, el best seller de Judith Wallerstein, “The Unexpected Legacy of Divorce” (El Legado Inesperado del Divorcio) sostenía que los niños no son tan “resistentes” como se pensó alguna vez, y que el divorcio les podría originar una batalla emocional para toda la vida. Aquí hay tres reglas de oro para hacer que un divorcio sea menos estresante para los niños, y reducir las probabilidades de generar un trauma a largo plazo:

  • Asegúrale a los niños que el divorcio no es su culpa, y que no hay nada que hubieran podido hacer para prevenir que la unidad de la familia se rompiera.
  • No pongas a un niño en medio de la disputa marital ni crees una situación en la que el niño tiene que elegir un padre por sobre el otro.
  • Un niño se beneficia de una relación fuerte con ambos padres. No trates de minimizar el tiempo que el niño pasa con el otro padre, y tampoco hables mal de éste.
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