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El doble secreto del vino

¿Por qué en Purim tenemos que beber hasta no poder distinguir entre "maldito sea Hamán" y "bendito sea Mordejai"?

El Talmud enseña que en Purim la persona está obligada a beber y embriagarse hasta que no pueda distinguir entre "maldito sea Hamán" y "bendito sea Mordejai". Dado que Hamán (un antiguo virrey persa y el villano del Libro de Ester) fue un maníaco genocida y Mordejai fue el líder santo de la comunidad judía persa, uno podría pensar que este dictamen talmúdico es una locura. ¿Acaso alguien debería beber hasta el punto de no poder distinguir entre Yahya Sinwar y sus cautivos? ¿No indicaría eso un colapso moral total, la antítesis de lo que representa el judaísmo?

El vino es un asunto curioso en el judaísmo. En general, la perspectiva judía es estar plenamente presente en cada momento, fomentando lo que hoy en día se conoce como atención plena o mindfulness. Si se busca alcanzar un estado alterado de conciencia, generalmente se logra a través de la contemplación, la plegaria, el canto y el estudio, y no mediante la alteración química del cerebro con sustancias.

El vino es diferente. Lo usamos constantemente, para marcar ocasiones especiales, incluyendo tres veces en el Shabat, en la mayoría de las festividades, bodas, brit milá y, más notablemente, en Purim, el origen de la enseñanza talmúdica mencionada. ¿Qué tiene de especial el vino? ¿Acaso no hay otros líquidos que podrían representar mejor la santidad y la pureza que uno con tantas connotaciones negativas? ¿Qué hay del agua? Limpia, nutre y tiene un sinnúmero de usos. La leche da vida y representa el vínculo entre madre e hijo.

¿Pero el vino? Ha arruinado la vida de muchísimas personas. ¿Cuántos bebedores terminan rezándole al "dios de porcelana" y no al "Dios de Abraham, Itzjak y Iaakov"? Pero tal vez ese sea el punto. Quizás se requiere una sustancia con un elemento de riesgo si queremos profundizar en los grandes misterios de la vida.

Uno de estos misterios es por qué Dios nos colocaría en un escenario donde el peligro es real. Una vez que Adam y Javá comieron del Árbol (del Conocimiento del Bien y del Mal) y fueron expulsados del refugio protector del Edén, el mundo se convirtió en un lugar aterrador, repleto de enfermedades, violencia, odio y agresión en formas constantemente renovadas. Sin embargo, también encontramos amor, amistad, generosidad y toda clase de bondad. Nuestro mundo es un lugar muy confuso.

Uno podría concluir erróneamente que a) todo es aleatorio o b) debe haber dos fuerzas supremas: una buena y otra mala. El judaísmo enseñó al mundo que estas ideas son falsas… y peligrosas. El judaísmo insiste en que todo lo que ocurre emana de un solo y único lugar.

"Yo formo la luz y creo la oscuridad; hago la paz y creo el mal; yo, el SEÑOR, hago todas estas cosas" —Isaías 45:7

En este sentido, el vino representa nuestro descenso al plano físico, un lugar donde debemos lidiar con la confusión inherente, la atracción y el sufrimiento asociados con la materialidad. ¿Cómo lo utilizaremos? ¿Usaremos su buen aspecto, aflojando el lado (excesivamente) analítico de nuestras mentes para profundizar en la realidad? ¿O nos usará él a nosotros, atrayéndonos a un estupor dionisíaco que nos sumerge aún más en la perplejidad, la ansiedad y, en última instancia, el nihilismo?

Este es el desafío que representa el vino. La forma en que participamos en el mundo físico depende en última instancia de nosotros. Sí, el mundo posterior al Edén es una mezcla caótica de bien y mal, y sí, es muy fácil perderse. Cuando tomamos una copa de vino para santificar un momento significativo en nuestras vidas, somos conscientes de los peligros, pero de todos modos declaramos la pureza de nuestras intenciones. Nos proponemos triunfar. A pesar del riesgo. A pesar de la confusión. Con el ojo de la mente, vemos al Uno detrás de la multiplicidad, al Bien en la raíz, incluso del mal.

En una estructura gramatical extraña, el versículo en el que Dios confronta a Adam y Javá por haber comido del "fruto" antes de que se les permitiera, comienza con la inusual palabra interrogativa "HaMin" (literalmente "¿de la...?"). Mientras intentan esconderse de Dios mismo, queda claro que después de ese desafortunado bocado nuestros antepasados habían quedado completamente confundidos—acerca de sí mismos y de la naturaleza de la realidad. No debería sorprendernos que uno de los "frutos" que el Talmud sugiere que consumieron sea la uva, o más específicamente, el vino. Simplemente arriesgaron todo… y fracasaron.

Otra forma de leer la palabra "HaMin" de este enigmático versículo es "Hamán", el infame genocida. Otro contexto en el que se utilizan estas tres letras es en referencia al alimento cuasi sobrenatural provisto por Dios en el desierto: "HaMan", el maná. Esto subraya aún más nuestra comprensión del mundo y su origen último en la bondad infinita. A veces obtenemos Hamán y a veces obtenemos HaMan. Bebemos para llegar al reconocimiento emocional, intelectual y espiritual de que todo proviene del mismo lugar. Sólo entonces podemos comprender que, en un sentido último, no hay diferencia entre "maldito sea Hamán" y "bendito sea Mordejai", ya que cada uno es una forma especializada de comunicación del Altísimo, "Quien forma la luz y crea la oscuridad".

"Cuando entra vino, emergen los secretos" —Talmud, Sanedrín 38a

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Reuben Yosef
Reuben Yosef
12 días hace

Muy buen artículo del Doble secreto del vino impresionante.

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