El efecto Ben Franklin

06/08/2022

3 min de lectura

Ki Tetzé (Deuteronomio 21:10-25:19 )

En su autobiografía, Benjamín Franklin cuenta sobre un legislador rival con quien tenía problemas para relacionarse. Para solucionarlo, Franklin ideó un plan que parece ser contrario a la lógica.

Como sabía que su rival tenía en su biblioteca un libro muy raro, Franklin le envió un mensaje pidiéndole que le prestara ese libro por unos días. Una semana más tarde, Franklin le devolvió el libro con una nota de agradecimiento. Posteriormente, el hombre -que hasta ese momento nunca había hablado con Franklin- lo trató de una forma mucho más civil y establecieron una amistad que duró el resto de sus vidas.

La lección de esta historia se conoce en la literatura psicológica como el "efecto Ben Franklin". Por primera vez estudiado en los años 60 por Jon Jecker y David Landry, el efecto Ben Franklin demuestra que un benefactor que hace un favor para otra persona tiene muchas probabilidades de incrementar los sentimientos positivos hacia la persona a quien beneficia, incluso si originalmente al benefactor no le caía bien esa persona.

El concepto psicológico hipotético subyacente a este fenómeno es la disonancia cognitiva. Tendemos a que nos desagrade tener en nuestra mente conceptos opuestos sobre nosotros mismos, por lo que por lo general tratamos de sintetizar las diferencias que percibimos. Por un lado, no tiene sentido ayudar a alguien que no nos agrada, pero por otro lado, ayudé a esa persona que pensaba que no me gustaba. Por lo tanto, de forma subconsciente resuelvo que en verdad sí me agrada esa persona.

Si prestamos atención a las leyes que Moshé repite en Deuteronomio, notaremos discrepancias entre la formulación en Deuteronomio y en las presentaciones previas. En la porción de la Torá de esta semana, la ley respecto a ayudar a un animal que cae en el camino dice: "No verás al asno de tu hermano o su toro caídos en el camino y te esconderás de ellos; ciertamente deberás levantarlo junto con él" (Deuteronomio 22:4). Sin embargo, en la parashat Mishpatim, dice: "Si ves el asno de tu enemigo caído debajo de su carga, ¿te abstendrás de ayudarlo?; ciertamente ayudarás junto con él" (Éxodo 23:5). Si bien hay más de una diferencia entre los versículos, el que más resalta entre los comentaristas es el cambio entre que el animal pertenezca a un "soneja" (enemigo) o que pertenezca a un "ajija" (hermano). ¿Por qué este cambio de enemigo a amigo?

Rav Meir Simja de Dvinsk, en su comentario Meshej Jojmá, sugiere una respuesta cronológica. Algo significativo ocurrió entre la presentación en la parashat Mishpatim, donde dice "enemigo", y la parashat Ki Tetzé, donde dice "hermano": el pecado del Becerro de Oro. Para explicar su postura, Rav Meir Simja primero se refiere al Talmud en Pesajim 113a, donde se pregunta por el uso del término "soneja" (enemigo o a quien odias) en la parashat Mishpatim. ¿Acaso la Torá en la parashat Kedoshim (Vaikrá 19:17) no nos prohibió odiarnos los unos a los otros?

El Talmud responde que hay una excepción a la regla. Está permitido, y tal vez incluso estamos obligados, a odiar a alguien a quien vemos transgredir un mandamiento. En una poderosa limitación a la aplicación de este Talmud, Rabí Meir Simja argumenta que esto sólo era cierto antes de que los hijos de Israel pecaran con el Becerro de Oro. Posteriormente, todos nos volvimos limitados y defectuosos espiritualmente. Sólo alguien que es puro y virtuoso tiene permitido indignarse con justicia con aquellos que han pecado. Después del pecado del Becerro de Oro, no hay nadie que pueda llegar a ese nivel, por lo tanto todos deben ser considerados como hermanos. Por eso el versículo en parashat Ki Tetzé cambia el término "enemigo" por "hermano", porque el enemigo ya no es una opción viable.

Rabenu Bejaie sugiere una respuesta diferente a este cambio de términos entre enemigo y hermano. Él escribe que la Torá alude a una estrategia para transformar a alguien de un enemigo a un amigo. Si hay alguien que no te gusta y te esfuerzas sobremanera para ayudarlo, llegarás a quererlo. Al hacerle un favor, te convertirás en su amigo. En otras palabras, el cambio de términos en los versículos alude al efecto Ben Franklin.

Si deseamos disminuir la cantidad de conflicto y odio en nuestras vidas, sería bueno internalizar estos mensajes. En primer lugar, comprender que hay limitadas justificaciones aceptables para odiar a alguien. En segundo lugar, si tenemos fuertes sentimientos negativos hacia otras personas, debemos considerar hacerles algún favor. Al actuar hacia ellos con bondad, podremos alterar nuestras propias percepciones y mejorar la relación, transformándolos de enemigos a amigos.

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