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Shemot 7:15: "Ve al faraón en la mañana; he aquí que él sale a las aguas. Párate a su encuentro junto a la orilla del rio y toma en tu mano la vara que se convirtió en serpiente.
Rashi, 7:15, Dh: hine iotzé lemaia: "Para evacuar sus órganos. El faraón se presentaba a sí mismo como un dios y decía que no necesitaba realizar funciones corporales. Por eso se levantaba de madrugada y salía al Nilo para hacer allí sus necesidades".
Al comienzo de las Diez Plagas, Dios le ordena a Moshé esperar al faraón cuando éste va al río Nilo. Rashi, basándose en el Midrash, relata el trasfondo de esta instrucción. El faraón, además de ser el todopoderoso líder del imperio más poderoso del mundo, afirmaba que no era un simple ser humano, sino que era un dios. El problema con esta declaración es que, por lo general, los dioses no necesitan realizar las funciones corporales normales de los seres humanos. Para ocultar que en realidad no era divino, el faraón iba al Nilo por la mañana temprano a realizar esas funciones, para que nadie se diera cuenta de que lo estaba haciendo. Dios ordenó específicamente a Moshé que fuera al faraón a esa hora para avergonzarlo y demostrarle que era evidente que era un ser humano común y corriente.
Surge la siguiente pregunta: la mayoría de las personas no se contentan con realizar las funciones corporales una vez al día. Por consiguiente, es probable que, al menos en algunas ocasiones, el faraón debiera soportar una considerable incomodidad al no hacer sus necesidades, con el fin de mantener la fachada de que era un dios. ¿Por qué se sometía a este doloroso proceso para "demostrar" que era divino? Desde un punto de vista práctico, no parece que eso hubiera cambiado algo en su vida. Ya era increíblemente poderoso y rico, y podía hacer lo que quisiera.
Esta pregunta puede responderse con una enseñanza de Rab Jaim Shmuelevitz. Él habló sobre el deseo de honor. En palabras de Rab Isajar Frand:
Así de loca se vuelve la gente respecto a su kavod [honor]. La gente está dispuesta a plegarse y retorcerse por la más mínima cantidad de kavod, en el caso del faraón, por la diferencia entre que la gente pensara que era un ser humano omnipotente o que pensaran que era un dios omnipotente. Por esa insignificante diferencia, que no tenía ningún valor práctico para el faraón, se sometía cada día a una dolorosa incomodidad. Esta es la fuerza cegadora del kavod.
El "Birkat Mordejai"(1) utiliza esta idea para responder a una conocida pregunta que formulan muchos comentaristas. Al principio del esfuerzo por liberar a los judíos, Moshé le dijo a Dios que ni siquiera el pueblo judío lo escuchaba… ¿cómo podía esperar que el faraón lo escuchara?(2) Éste es uno de los pocos ejemplos bíblicos del principio talmúdico de "kal vajomer" [a fortiori]. Moshé argumentó: si los Hijos de Israel que quieren oír las palabras "van a salir de Egipto" no me escucharon, ciertamente el faraón, que no tiene interés en oír tal mensaje, no escuchará.
Los comentarios sostienen que éste no es un argumento válido de "kal vajomer", porque la propia Torá explica por qué los Hijos de Israel no escucharon a Moshé: "debido a la falta de aliento y al duro trabajo".3 Puesto que esta preocupación no se aplicaba al faraón, tal vez él escucharía a Moshé. En consecuencia, el "kal vajomer" queda anulado. El "Birkat Mordejai" responde que, en efecto, se trataba de un buen "kal vajomer". Es cierto que el pueblo judío estaba preocupado por la presión del duro trabajo, lo que le impidió prestar atención a las palabras de Moshé. Pero había una razón igualmente buena por la que el faraón tampoco pudiera escuchar. Él también tenía una terrible obsesión y una terrible presión. Tenía que estar todo el día jugando a ser "dios", al punto de que tener que controlar sus hábitos de baño para apoyar su farsa. Esta era una distracción al menos tan abrumadora como la que enfrentaba el pueblo judío. Por lo tanto, el "kal vajomer" era un argumento lógico válido.
Hemos visto que el Faraón se presentaba a sí mismo como un dios. Esta creencia en sí mismo sirvió como un impedimento para admitir la omnipotencia del verdadero Dios, porque esto a su vez demostraría su propia debilidad. Por lo tanto, parece que el momento de la "visita" de Moshé no sirvió simplemente para avergonzar al faraón, sino que fue el primer paso en el proceso de quebrar su increíble arrogancia como un requisito previo para que finalmente se sometiera a Dios.
¿Cómo se aplican estas lecciones a nuestras vidas? ¡No son muchos los que se consideran dioses! Sin embargo, parece que hay mucho que aprender del faraón, cada persona en su nivel. Es bastante factible, basándonos en su comportamiento, que el propio faraón creyera que era un dios a pesar de saber que no estaba por encima del funcionamiento regular del cuerpo humano. Obviamente esto es irracional, pero demuestra el poder del autoengaño: convencerse a uno mismo de tener ciertas cualidades o de ser cierto tipo de persona e intentar endilgar esta imagen a los demás. De este modo, todos podemos aprender del faraón, ya que todos somos propensos a autoengañarnos y a preocuparnos por lo que los demás piensan de nosotros, más que por la auténtica realidad. Una persona puede intentar mostrar que es muy inteligente o muy frívola, u ocultar ciertos defectos, y en realidad llegar a creer que su imagen pública es exacta. Sin embargo, esta forma de autoengaño es muy perjudicial, ya que hace que la persona se centre más en su apariencia que en su verdadera esencia. La primera etapa para rectificar este defecto consiste en examinarse honestamente a uno mismo e interiorizar que su verdadero nivel es lo único que importa a los ojos de Dios, y no cómo aparece ante el mundo. El faraón tuvo que soportar un gran sufrimiento para aprender esta lección, pero si una persona hace el esfuerzo por sí misma, entonces puede encontrar su verdadero yo, sin necesidad de la "asistencia" de Dios.
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