El judío que hay en ti

3 min de lectura

¿Cuán real es tu identidad judía?

Durante los últimos 10 años, la sicóloga Carol Dweck, de la Universidad de Columbia (ahora Stanford), ha estudiado el efecto de las alabanzas en los niños. Su estudio seminal sobre 400 niños de quinto grado esclarece qué es lo que forma a las personas. Los estudiantes recibieron una serie de exámenes de inteligencia. Después del primer examen, un grupo de estudiantes fue alabado ‘por su inteligencia’, mientras que el otro fue alabado ‘por su esfuerzo’.

El segundo grupo, que fue alabado por el esfuerzo y no por el talento, probó consistentemente ser más ambicioso al tener la opción de elegir entre un examen fácil y uno más difícil. Asumieron la responsabilidad por sus errores cuando, sin avisarles, recibieron un examen que estaba más allá de sus capacidades. Y, fascinantemente, les fue un 30% mejor en exámenes de seguimiento que en el examen original. En contraste, quienes fueron alabados sólo por ser inteligentes, irónicamente tuvieron resultados un 20% peor en los exámenes de seguimiento que en el examen inicial.

¿Por qué ocurre esto?

Si se nos alaba por ser inteligentes, atractivos, encantadores, etc.…, parte de nosotros quisiera sentirse bien al respecto pero, en nuestro interior, sabemos que no merecemos ningún crédito por cualquiera de esas cualidades. Es casi lo mismo que ser alabado por ser alto cuando uno en realidad es bajo.

Vivimos en el frente de batalla en el cual tomamos nuestras decisiones.

Recibimos nuestros regalos por naturaleza o por la crianza, por lo que las alabanzas no corresponden. Quizás sea cierto que poseemos ciertas características, pero la alabanza como “alabanza” simplemente no es cierta.

En realidad vivimos en el frente de batalla en el cual tomamos nuestras decisiones. Mi ser, en el sentido más real, se encuentra sólo en el punto en que me estoy esforzando.

No eliges ser talentoso, pero sí eliges qué hacer con esos regalos. De hecho, lo único que elegimos es cuánto nos esforzamos. Si recibimos reconocimiento por nuestros esfuerzos, eso fortalece nuestra autoestima y nos motivamos a continuar intentándolo. Por otro lado, la aparente delicadeza de alabar a alguien por ser inteligente, si no se conecta con el esfuerzo realizado, tiene el efecto opuesto. Hace que nos durmamos en los laureles y, simultáneamente, nos sintamos mal por no aprovechar al máximo los regalos que recibimos, causando sorprendentemente como resultado que nuestra autoestima se reduzca.

La autoestima debe ser real. No puede falsificarse. La forma en que nos vemos a nosotros mismos debe ser un reflejo preciso de lo que somos, que es el resultado de nuestros esfuerzos.

La identidad judía bajo ataque

La dicotomía entre la estima real y la falsa también existe en nuestra identidad judía.

Siendo alguien que trabaja con más de 20 estudiantes universitarios, veo claramente que la identidad judía se está extinguiendo. Cada vez menos jóvenes se identifican como judíos. La razón es simple: la identidad debe ser real. No puede estar basada sólo en factores superficiales. Las canciones de campamentos, los comediantes judíos y las madres acusadoras ya no sirven. La conexión nostálgica de la generación anterior no tiene un peso real en nuestra generación.

El antisemitismo nos fuerza a confrontar nuestra identidad judía.

La mayoría de los jóvenes se contentan dejando su identidad judía sin definir, en una nebulosa. Pero eso dura hasta que se encuentran con la realidad del antisemitismo, una fuerza cósmica puesta en la estructura de la historia humana que sirve como un crisol para nuestra identidad por medio del calor que aplica. El antisemitismo nos fuerza a confrontar nuestra identidad judía.

Si nuestra respuesta al ser atacados por ser judíos es: “Quizás sea algo que hicimos mal”, entonces nuestra duda nos fuerza a reparar la falla, así como el adolescente objeto de burlas cambia su manera de vestir para evitar las críticas.

Sin embargo, el judío orgulloso que entiende el significado del judaísmo tiene una respuesta diferente. Cuando ve a quienes lo critican, las manifestaciones, las amenazas de ataques terroristas y masacres de gran magnitud, se ve envalentado a levantarse y ser orgullosamente judío. La respuesta es la unión enérgica de los judíos.

Frente al odio crudo y puro, nos enfrentamos al desafío de permanecer más erguidos y orgullosos que nunca. Eso elimina la superficialidad que cubre nuestra identidad judía y nos fuerza a descubrir algo mucho más real y profundo.

Ser judío significa elegir ser judío. Significa miles de decisiones diarias sobre la manera de pensar, de sentir, de tratar a los demás; sobre qué comer y qué queremos conseguir. Significa ser los hijos, nietos y bisnietos de sobrevivientes, quienes a su vez son hijos de sobrevivientes que son hijos de sobrevivientes, todos quienes eligieron activamente, en cada una de las miles de decisiones que tomaron a diario, sobrevivir como judíos.

Vivimos en tiempos difíciles. Las banalidades, la propaganda y los políticos están mostrando su verdadera esencia. Quiera Dios que utilicemos esas fuerzas para profundizar en nuestro judaísmo y unirnos, y así, nosotros también mostraremos nuestra verdadera esencia.

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