El judío secreto benefactor del libertador de Argentina

24/08/2022

3 min de lectura

El criptojudío Alejandro Aguado

Alejandro Aguado era un criptojudío o “anús” (judío secreto) descendiente de una familia judia portuguesa acomodada.

Alejandro quedó huérfano a los nueve años. Después de terminar sus estudios en Sevilla, su ciudad natal, ingresó al ejército. Allí en 1808, conoció a José de San Martín, quien era un joven serio y reservado, y de esa manera entablaron una gran amistad.

Cuando José Bonaparte ascendió al trono, el criptojudío Aguado asumió el grado de coronel. Luego de unos años, Alejandro Aguado abandonó la carrera militar y se instaló en París, donde se dedicó al comercio y a la actividad bancaria.

En Paris fundó una casa de banca que llegó a ser una de las más importantes de Francia. En este rubro se ganó la confianza del rey Fernando VII que le confirió el manejo de parte de su fortuna, y hasta se dice que el rey atesoró varios millones de libras esterlinas en bancos de Europa fuera de España.

También, en 1830, el judío secreto Alejandro Aguado, le otorgo un crédito salvador a España. El éxito de tal emprendimiento le valió no solo una enorme ganancia sino la concesión del título de “Marqués de las Marismas”.

En 1830, Alejandro Aguado y José Francisco de San Martín volvieron a encontrarse en París.

El reencuentro de Aguado y San Martín

Cuentan que el general San Martín al reconocerlo, le preguntó: “¿Acaso tú eres el famoso banquero Aguado?”, entonces Alejandro, quien no se había olvidado de su antiguo amigo le contestó: “Cuando alguien no puede llegar a ser el 'Libertador de medio mundo', me parece que se le puede perdonar que sea banquero”.

A partir de ese momento, Alejandro Aguado se convirtió en el patrocinador y protector del General José de San Martín, y llego a ser uno de sus mejores y más íntimos amigos. Debido a esa gran amistad entre ellos, Aguado incluso incluyó en su testamento a José de San Martín como apoderado general de sus negocios, albacea y tutor de sus hijos menores.

En 1832, San Martín se enfermó y se quedó sin recursos, a causa de las grandes deudas que los peruanos, chilenos y el Estado argentino le debían, y que finalmente casi no le fueron pagadas. Entonces el general fue auxiliado por su íntimo amigo Alejandro Aguado.

Y no sólo eso, sino que además le compró por cinco mil pesos la residencia de campo de Grand-Bourg, a orillas del río Sena, donde San Martín se trasladó a vivir allí con su hija Mercedes y su yerno Mariano Balcarce.

En esa residencia, San Martín paso sus años de exilio en contacto permanente con su "protector". El general pasaba de noviembre a abril en París, y el resto en esa residencia retirada en Evry, Grand-Bourg, ubicada a menos de 300 metros del palacio de su amigo y protector Alejandro Aguado. Incluso ambas residencias estaban unidas por un puente colgante construido por el banquero. A los amigos les gustaba estar cerca. Desde los patios y el huerto trasero de la casa de campo de San Martín, se veía el palacio del criptojudío Alejandro Aguado.

En una ocasión, José de San Martín le contó a O’Higgins acerca de su gran amigo benefactor y le dijo: “Alejandro Aguado es uno de los más ricos propietarios en Francia, y sirvió conmigo en el mismo regimiento en España, y a quien le soy deudor de no haber muerto en un hospital, resultas de mi larga y penosa enfermedad”.

La muerte de Alejandro Aguado

La gran relación entre ambos no terminó con la inesperada muerte de Alejandro Aguado durante un viaje de negocios a España, ya que incluso lo había nombrado tutor y albacea de sus hijos. Eso le proporcionó a San Martín un sueldo de 4.000 francos mensuales, más un legado de 30.000 francos.

Al conocer que la fortuna de su amigo ascendía a 190.000.000 francos, San Martín no dejó de asombrarse. Él sabía de su extensa pinacoteca, sus esculturas, sus obras de caridad y sus propiedades diseminadas por Francia y España, pero el Libertador declaró que nunca había pensado que su fortuna podía ascender a esa cifra, ya que le parecía astronómica.

Una calle del Instituto San Martín de la ciudad de Buenos Aires lleva incluso el nombre del que fuera su gran amigo, mecenas y protector del Libertador, el criptojudío Alejandro Aguado, como símbolo de esta histórica amistad.

Bartolomé Mitre escribió lo siguiente: “El destino de San Martín, según sus propias palabras, era ir a morir a un hospital, sin embargo, un amigo y compañero de armas suyo en la guerra de la Península, un español, el opulento banquero Alejandro Aguado, vino en su auxilio y le salvó la vida, sacándolo de la miseria".

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