El legado de los tres jóvenes

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Cuando los judíos de todo el mundo se unieron por lo que es realmente importante.

El pasado 16 de siván (3 de junio), las familias de los tres estudiantes de Ieshivá israelíes que fueron secuestrados y asesinados por los terroristas de Hamás, honraron su memoria promoviendo junto al Alcalde de Jerusalem un mensaje de unidad y unión entre el pueblo judío: El Día de la Unidad y el Premio de la Unidad de Jerusalem. Haz clic aquí para visitar la página web (en inglés) del Unity Prize Jerusalem

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La nación judía es una de las grandes interrogantes de la historia. Habiendo sido perseguidos en todas las generaciones, el curso natural de los eventos debería haber sido que desapareciéramos como pueblo hace muchos años. Sin embargo, en contra de todas las probabilidades, la nación judía vive y prospera.

Esto se conoce como “la pregunta judía”.

Los historiadores han venido y se han ido, cada uno proponiendo su propia teoría, pero sin alcanzar una respuesta concluyente. Mark Twain, en un particularmente famoso ensayo titulado “Acerca de los judíos”, terminó con un signo de interrogación.

“¿Cuál es el secreto de su inmortalidad [del pueblo judío]?”, fueron sus palabras. Nadie ha sido capaz de responder.

Lo que todos estos eruditos no han podido descifrar es probablemente el punto más importante en lo que respecta a la nación judía: cuando nos oprimen, no sufrimos como individuos, sino que como pueblo. Este factor forma nuestra columna vertebral y asegura nuestra supervivencia.

La razón por la que este crucial aspecto suele ser pasado por alto es porque su lógica aparenta ser incomprensible.

Somos los primeros en admitir que tenemos una larga historia de divisiones y discordias. Desde los tiempos de la destrucción del Segundo Templo y hasta hoy en día, nunca hemos estado realmente completos. ¿Cómo es posible entonces que repentinamente nos unamos en épocas de dolor? La pregunta no es sólo sobre una paradoja histórica, sino que es sobre la base de la religión judía. La Torá, que les fue entregada a los judíos hace más de 3.000 años, es lo que nos transformó de un grupo de esclavos liberados a ser el pueblo elegido por Dios.

El Talmud documenta que Hilel —un gran sabio talmúdico— dijo que el mensaje subyacente de toda la Torá es uno sólo: ama a tu hermano judío como a ti mismo. En resumen, el amor y la unidad entre los judíos es el núcleo de nuestra religión.

Sin embargo, somos una nación que ha sido dispersada a lo largo del mundo y que está dividida en varias facciones.

Muchos de nuestros grupos no tienen absolutamente nada en común entre ellos fuera del hecho que comparten una religión. ¿Es concebible que nuestra religión se base en algo inalcanzable? La respuesta, creo yo, yace en lo que nos da nuestro poder como pueblo. A pesar de que es posible que no seamos similares unos a otros, y a pesar de que probablemente no tengamos nada en común fuera de nuestra religión compartida, de todas formas tenemos la habilidad de unirnos. Nuestro título común de “judíos” es suficiente para conectarnos y unirnos en un destino compartido.

Esta conexión no es algo físico o tangible, y esa es la razón por la cual muchos la pasan por alto. Pero probablemente es el aspecto más importante del pueblo judío.

En una familia, los hermanos pueden ser tan distintos unos de otros como lo son el día y la noche, pero, sin embargo, son ellos quienes pueden generar el más fuerte de los lazos. Nadie cuestiona su relación, porque el hecho de que son hermanos lo responde todo.

Y lo mismo ocurre con el pueblo judío. Tal como los hermanos no necesitan nada que los una, asimismo nosotros no necesitamos tener nada en común. Pero al igual que con un hermano, somos nosotros quienes podemos construir una gran relación.

El año pasado fue muy ajetreado para el pueblo judío. Estalló la guerra en Israel, en la cual muchos de nuestros mejores jóvenes cayeron en el campo de batalla. Las protestas anti-Israel detonaron a lo largo de Europa y el antisemitismo volvió a mostrar su peor cara. Pero, sin embargo, a pesar del dolor, algo histórico resultó de todo esto. Algo esencial para nuestra continuidad.

El 12 de junio del 2014, tres jóvenes estudiantes de Ieshivá fueron secuestrados en Israel. Dieciocho días más tarde, fueron encontrados muertos, asesinados a sangre fría por terroristas de Hamás. Este trágico incidente terminó por detonar la Operación Margen Protector.

Pero había algo que iba más allá de los desgarradores hechos: estos tres inocentes jóvenes se transformaron de alguna forma en símbolos de quiénes somos. Judíos de todas partes del mundo se unieron en plegarias, todas las riñas fueron momentáneamente olvidadas. Estábamos unidos en nuestro objetivo, unidos en nuestro dolor. Eran sombreros negros junto a kipot tejidas, no religiosos junto a religiosos.

Todos nos unimos por lo que era realmente importante.

Nos maravillamos por lo que ocurría, nos sorprendimos por nuestra recién descubierta cercanía. Pero no nos dimos cuenta de algo: cuando el hermano de alguien está sufriendo, todas las demás cosas son olvidadas. Y lo mismo ocurre con nosotros, los judíos. Cuando alguien golpea a uno de nosotros, nos golpea a todos. Somos una familia y sufrimos juntos. Todas las fricciones son puestas a un lado en ese momento. Nuestra reacción fue algo natural.

Pero la unidad no tiene que quedarse en eso. Nuestra conexión continúa existiendo mientras continuemos siendo un pueblo. Está allí, en la superficie, esperando ser utilizada.

El mundo actual está sumido en la confusión. Es un caldero hirviente que está a punto de explotar. Con organizaciones terroristas causando estragos en el Medio Oriente, y con Irán a un paso de obtener una bomba nuclear, las cosas parecen ponerse cada vez peores. La única forma en que podemos superar estos difíciles tiempos es siendo una nación unida.

Es difícil para nosotros salvar las grandes diferencias que nos separan, pero el beneficio de hacerlo es infinito. La principal bendición de Dios es la paz. Todo lo que tenemos que hacer es utilizar nuestra conexión única.

Reformulando la famosa petición de Rodney King, “¿Acaso no podemos llevarnos bien?”, para nosotros los judíos debería ser: “¿Acaso no podemos amarnos los unos a los otros?”. Los sionistas junto con los jaredim, las cabezas descubiertas junto con las kipot. Nuestras diferencias son diminutas comparadas con quiénes somos como pueblo. Unámonos y hagamos de una vez por todas que nuestro sufrimiento llegue a su fin.

Este artículo apareció originalmente en el Jerusalem Post.

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