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Ignoré la festividad de Shavuot de la misma manera que ignoré los temas relacionados con Dios, más por ignorancia y apatía que por una elección informada.
Cuando era adolescente, me incluía en la categoría de los que se definen como "ateos". Yo no me identificaba con ninguna religión.
En el 2021, alrededor del 29% de los adultos estadounidenses se describían a sí mismos como ateos, agnósticos o "nada en particular" cuando se les preguntaba sobre su identidad religiosa, un 6% más que hace cinco años. Según un informe de Pew de 2020, el 27% de los judíos adultos estadounidenses dicen que no se identifican con el judaísmo.
Yo asistía a la escuela hebrea y a la sinagoga en las Altas Fiestas ataviado con un elegante traje. Teníamos una gran cena de Pésaj con gefilte fish, matzá, las cuatro preguntas, la búsqueda el afikomán, mientras el resto de los invitados se dirigían al salón para ver el partido de los playoffs de la Copa Stanley.
El judaísmo era un conjunto pintoresco de tradiciones, no una religión que yo tomaba en serio. Probablemente por eso mis amigos y yo nunca habíamos oído hablar de Shavuot, la festividad judía que conmemora la entrega de la Torá al pueblo judío en el Monte Sinaí, 50 días después del Éxodo de Egipto.
¿Qué significado podía tener Shavuot para alguien como yo que no tenía ni idea si había un Dios y que consideraba las normas del judaísmo como anticuadas e irrelevantes? No estaba en mi radar, ni siquiera como una excusa para faltar a la escuela.
Ignoré Shavuot de la misma manera que ignoré los temas relacionados con Dios, más por ignorancia y apatía que por una elección informada.
Eso cambió cuando reconocí mi ardiente deseo de encontrar un significado y decidí tomar en serio la cuestión de la existencia de Dios. ¿Hay evidencia de que Dios existe (no estaba dispuesto a dar un salto de fe)? ¿Cuál es la definición de Dios y qué diferencia haría en mi vida?
Descubrí que la base del judaísmo es una búsqueda de la verdad, construida sobre un conjunto de pruebas y argumentos racionales. El primero de los Diez Mandamientos es "saber" que Dios existe, no aceptarlo ciegamente. Después de seis meses de adentrarme en los diversos argumentos y textos judíos clásicos, llegué a una encrucijada. ¿Dónde reside la evidencia? Al sopesar la cuestión de la existencia de Dios y la autoría divina de la Torá, ¿hacia qué dirección se inclinaron las balanzas?
Para mí, simplemente plantear esta pregunta fue un giro radical en mi vida. Era la primera vez que tomaba en serio a Dios y estaba indeciso. No estaba entusiasmado por adoptar ciertas prácticas religiosas. Incluso pasar de la categoría de "ateo" a "creyente" de manera tentativa me producía cierta incomodidad. La mayoría de las personas religiosas a las que estuve expuesto en mi juventud eran predicadores bíblicos que no me impresionaron mucho con su rigor intelectual. ¿Me estaba convirtiendo en uno de ellos?
Cuando los judíos estaban en el Monte Sinaí y Dios les ofreció la Torá, ellos respondieron como una nación unificada: "Naaseh venishma" (haremos y escucharemos). Aceptaron la Torá y todos sus mandamientos sin saber exactamente qué implicaba. Firmaron en la línea punteada y solo después leyeron los detalles.
Contrasta esto con cómo las naciones no judías respondieron a la oferta de Dios de darles la Torá. El Talmud dice que cada nación preguntó: "¿Qué está escrito en ella?", lo cual es una pregunta razonable. Queremos saber en qué nos estamos metiendo si firmamos este contrato. Dios respondió a cada nación revelándoles el mandamiento que más dificultad les producía aceptar y cada una lo rechazó.
¿Qué está pasando aquí? Los judíos impulsivos aceptan la Torá sin hacer preguntas, y las naciones no judías que preguntaron y usaron la razón terminan rechazándola. ¿Por qué?
Dios no necesita tu aprobación. Como Creador del universo y fuente de toda existencia, Él determina la realidad. Lo que se ofrecía no era solo un nuevo libro de autoayuda lleno de consejos y orientación para que elijas lo que más te convenga; la Torá es el plan de la creación, el mapa trascendente que revela la estructura, el propósito y la interconexión de todo el universo. Sus mandamientos permiten conectar armónicamente con su Autor, siendo uno con el Infinito.
Los judíos que estaban en el Sinaí escucharon a Dios hablar. Una vez que supieron que la Torá venía de Dios —y sí, eso es una condición muy importante— estaban listos para comprometerse, porque eso era la Verdad, sin importar cómo se sintieran al respecto.
Las otras naciones que preguntaron: "¿Qué está escrito en ella?", le estaban diciendo esencialmente a Dios: "Déjame ver si esta Torá se ajusta a mi estilo de vida y si me gusta". La misma pregunta era un rechazo; estaban más interesados en quedarse en su burbuja cómoda que en ir tras la verdad.
Yo no estuve en el Monte Sinaí escuchando a Dios hablar, por lo que no tenía la claridad que ellos tenían. Pero la oferta sobre la mesa era similar, aunque más complicada y llena de dudas: examinar la evidencia de la autoría divina de la Torá y, si consideraba que era convincente, ¿estaba interesado en ello? ¿Estaba dispuesto a decir, como los judíos en el Sinaí, "haré y escucharé"?
La festividad de Shavuot recrea la aceptación de la Torá. Me recuerda que debo fijar mi mirada en la verdad, no en la comodidad. Cuando la pregunta es si debo escuchar a Dios o a mis deseos internos, debo humillarme y subyugar mis valores a los valores de Él. No es fácil, pero si la Torá es real, entonces debo ser yo quien cambie, no Dios. Esa es la parte de "haremos". Luego está la parte de "escucharemos", lo que significa que tengo la oportunidad incomparable de dedicar mi vida al estudio del plan de Dios y esforzarme por comprender tanto como sea posible, infundiendo mi vida de significado y conectándome con su amor infinito.
Eso es lo que significa tomar en serio a Dios y a la Torá.
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