El poder de un pequeño gesto amable

3 min de lectura

No hace falta demasiado para iluminar el día de otro ser humano. Basta con una sonrisa, una palabra amable, ofrecer ayuda.

Hace poco pintamos la casa. A diferencia de muchos otros pintores, éste era puntual y completó el trabajo en el plazo planificado. También fue más allá de lo mínimo indispensable, rellenó los agujeros de clavos que había en los pasillos y, cuando se cayó el yeso del techo en la entrada (¡debido a un lavarropas demasiado entusiasta!) él lo rellenó al día siguiente. Fue amistoso, servicial y nunca se quejó (y sus precios eran razonables).

Como suelen decir: “Fue un placer trabajar con él”. Como una muestra adicional de nuestra apreciación, también le regalamos una botella de vino.

Al reflexionar sobre lo ocurrido, le comenté a mi esposo cómo un pequeño acto de bondad puede cambiar toda una situación. Que el pintor fuera tan amable hizo que toda la experiencia de dar vuelta la casa fuera mucho más fácil y agradable. No fue difícil que estuviera entre nosotros. Realmente él logró que la experiencia fuera placentera. No por haber hecho algo espectacular, sino tan sólo por ser amistoso y servicial. Al parecer, es muy fácil marcar una diferencia en nuestra vida siguiendo esta estrategia.

Como dice la Torá: mitzvá goreret mitzvá, 'una mitzvá lleva a otra mitzvá'. Su simpatía me llevó a ser simpática con otros (¡confieso que a veces necesito un empujoncito!), y así sucesivamente.

Desafortunadamente, también es cierto lo contrario. Un acto desagradable engendra otro acto desagradable. Cuando una persona es grosera o desagradable con nosotros, tendemos a responder de la misma forma (aunque luego nos arrepintamos). Mi hija se mudó al otro lado del país. La compañía de mudanza no pudo haber sido más desagradable. Primero se negaron a descargar las cajas en las habitaciones según como estaban marcadas. Las tiraron por todos lados y dañaron varias cosas, incluyendo una cara mesa de comedor. Y se negaron a asumir la responsabilidad por lo que hicieron. Yo aplaudo a mis hijos por reaccionar con calma y buena educación hacia la compañía y no con la grosería esperada.

No es un nuevo descubrimiento, sino tan sólo algo que una vez más quedó en evidencia. Hace falta muy poco para marcar una diferencia en la vida de otros, ya sea positiva o negativamente. La opción está en nuestras manos. Podemos ser agentes positivos o negativos. Podemos elevar al prójimo o arrojarlo al suelo y pisotearlo.

Dado que desde el comienzo de esta pandemia evité ir al supermercado, últimamente encargo muchas cosas por Internet. Hace poco encargué una bolsa de paltas (entre otras cosas) de una gran cadena de supermercados de la cual no mencionaré el nombre. Cada una de las paltas estaba podrida, la presionabas un poquito y se desarmaba. Era obvio que el que las puso en el pedido no había tocado una, le pareció que estaba bien, y agregó el resto sin revisarlas (intenté juzgar favorablemente). No le había importado lo que nos enviaba. Yo podía vivir sin las paltas y, a diferencia de lo que ocurrió con mi hija y su compañía de mudanzas, las descontaron fácilmente. Pero me molestó su conducta, su absoluta indiferencia a hacer bien su trabajo y el impacto que eso tendría en los clientes a quienes supuestamente brindan un servicio. Estaba lista para seguir el camino de la frustración. Estaba a punto de permitirme despotricar por la falta de servicio al cliente que reina en estos días (de acuerdo, quizás lo hice un poquito). Pero me detuve. La conducta negativa me había afectado y tuve que trabajar sobre mí misma para no reaccionar. Pero seguía siendo mi elección.

La vida nos presenta desafíos, tanto grandes como pequeños. Puede parecer malhumorado reflexionar sobre los pequeños inconvenientes y frustraciones o insignificante enfocarse en las pequeñas bondades. Pero esas acciones diarias, esos momentos de placer o carencia del mismo, son los que componen nuestras experiencias cotidianas y preparan el escenario para nuestras oportunidades diarias de crecimiento.

Esas experiencias de cada día y nuestras respuestas a ellas son las que nos hacen quienes somos. Tenemos que tomar algunas decisiones importantes. Es fácil responder bondad con bondad; tenemos que frenarnos para no responder la rudeza con conductas similares. Todavía más, en vez de esperar que otros sean agentes de bondad en nuestra vida, debemos tomar la iniciativa. Debemos hacer una elección proactiva y ser agentes de bondad en la vida de otros.

No hace falta demasiado para iluminar el día de otro ser humano: una sonrisa, ofrecerse a ayudar. De esta manera creamos una reacción en cadena, llevando a muchas bondades pequeñas a lo largo de nuestros días y nuestras comunidades. ¡Qué buen negocio! ¡Bajo costo y alta recompensa!

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