El puesto de limonada de Beverly Hills

3 min de lectura

Cómo nuestros hijos tomaron responsabilidad por el bienestar de alguien al otro lado del mundo.

Hace dos semanas, recibí una llamada telefónica de Shoshi*, una mujer joven que fue nuestra niñera durante las vacaciones de Sucot pasadas en Israel. Ella es una niña con una sonrisa que ilumina al mundo, que siempre está alegre y dando bendiciones a todos los que conoce. Una de 10 hijos, Shoshi vive en un pequeño pueblo cerca de Jerusalem con seis de sus hermanas menores. Sus padres están divorciados; su padre vive en Estados Unidos y no puede mantener un trabajo estable porque es discapacitado. El no envía dinero a su familia. Su madre esta intentando desesperadamente mantener unida a la familia con el pequeño ingreso que ella puede obtener – alrededor de $400 dólares al mes, la mayoría de donaciones de caridad.

Shoshi llegó finalmente al punto en que sintió que no tenía a quien recurrir. Ella rezó a Dios y se acercó a sus amigas en Los Ángeles. Ella me escribió a mí diciendo que se sentía tan incomoda contactándonos pero que estaba desesperada y que tenía la esperanza de que quizás nosotros pudiéramos ayudarla. Ella no tenía absolutamente nada de dinero para el resto de su año escolar y si no conseguía la cantidad necesaria, estaría forzada a retirarse. Ella me describió como estaba creciendo y cuan maravillosas eran las clases y porque era tan importante para su bienestar personal quedarse en esta extraordinaria escuela. Ella había estado lavando platos en su seminario para poder ganar dinero y ayudar a su familia. ¿Había alguna posibilidad de que pudiéramos ayudarla?

Su correo electrónico terminaba con este pensamiento: “Yo sé que Dios tiene un plan para mí y que resultará bien finalmente”.

Dado que Shoshi fue la amada niñera para dos familias, contacté a mi amiga. Sabíamos que teníamos que hacer algo. Estábamos comprometidas a mantenerla en la escuela.

Queríamos que nuestros hijos participaran, que sintieran la responsabilidad.

Estuvimos pensando y acordamos que nuestros hijos deberían participar para ayudar a Shoshi a realizar sus sueños. Ellos tuvieron una relación personal con ella; ella había pasado horas con ellos. Queríamos que nuestros hijos participaran, que sintieran la responsabilidad. Esta era la oportunidad de que asumieran el reto y experimentaran el poder de ponerse a uno mismo en la línea por alguien más y dar de verdad.

Ellos estaban emocionados y activos en formas que solamente los niños pueden estar: ellos decidieron montar un puesto de limonada en el corazón de Beverly Hills para juntar dinero para Shoshi. Creamos carteles y pancartas presentando a Shoshi. Nuestros hijos pararon a cada auto que pasó y les hablaron. Cada persona que paró contribuyó a nuestra “campaña por Shoshi”. Ellos estaban impresionados de que nuestros hijos estuvieran tomando responsabilidad por el bienestar de alguien al otro lado del mundo.

Nuestra limonada costaba un dólar. Era solamente una excusa para que la gente donara la cantidad que pudieran. Algunos dieron $5 dólares, otros dieron $50. Una persona dio $20 dólares y regresó diciendo, “necesito darles más”, y nos entregó $100 dólares. Ellos estaban tan conmovidos por la historia de Shoshi y por nuestros hijos. Nuestros hijos estaban andando en bicicleta por el vecindario reuniendo personas. Ellos veían el potencial de su propio poder personal.

Esa tarde de domingo trabajamos en el puesto de limonada solamente durante dos horas y conseguimos $1000 dólares. Estábamos tan inspirados que decidimos intentarlo una vez más. El segundo domingo había más niños, más adultos, más entusiasmo acerca de nuestro puesto de limonadas. Recibimos una cantidad de dinero increíble – $4000 dólares del puesto, y otros $5000 a través de correos electrónicos – más allá de nuestras metas más insólitas.

Shoshi tiene ahora los medios financieros, gracias a Dios, para permanecer en el seminario y algún dinero adicional para ella y su familia.

Nosotros que fuimos bendecidos con vivir en grandes comunidades con muchos recursos debemos ser creativos y proactivos para ayudar a las Shoshis en nuestras vidas. Firmar cheques es grandioso, pero a veces puede ser demasiado fácil. Escarbando, poniéndonos a nosotros – y a nuestros hijos – en la línea, es mucho más poderoso para nosotros y para nuestras familias.

No esperes que alguien golpee la ventana de tu auto. Mira a tu alrededor, participa y has a tus hijos partícipes. Ellos son el arma secreta y el futuro del pueblo judío. Al ayudar a Shoshi, nosotros ayudamos más que nada a nuestros hijos.

(*No es su nombre real).

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