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En ocasiones podemos estar tan ocupados obteniendo nuestro sustento que a duras penas tenemos tiempo para vivir.
Hay muchas explicaciones hermosas sobre por qué tocamos el shofar en Rosh Hashaná, pero una de las más poderosas es la dada por Maimónides. Para Maimónides el Shofar es el reloj despertador de Dios, despertándonos de la ‘modorra’ en la que pasamos muchos de nuestros días. ¿Qué significa esto?
El regalo más importante que se nos da es el tiempo, y Dios nos lo da a todos por igual. Ya sea que seamos ricos o pobres, siguen habiendo 24 horas en un día, siete días en una semana y un lapso de años que es demasiado corto. A menudo utilizamos nuestro tiempo en cosas que, en las palabras de Maimónides “ni ayudan ni salvan”. ¿Cuánta gente mira hacia atrás en su vida diciendo: “Desearía haber pasado más tiempo en las reuniones de comité”? En cambio, ¿cuántos dicen “Desearía haber pasado más tiempo con mis hijos, o ayudando a otros, o simplemente disfrutando el hecho de estar vivo”?
En ocasiones podemos estar tan ocupados obteniendo nuestro sustento que a duras penas tenemos tiempo para vivir.
En ocasiones podemos estar tan ocupados obteniendo nuestro sustento que a duras penas tenemos tiempo para vivir. Los expertos en administración del tiempo hablan de dos tipos de actividad: la urgente y la importante. A menudo pasamos nuestros días ocupados con lo urgente y perdemos de vista lo importante. Recuerdo una conversación con alguien que había sido adicto al trabajo, ocupado siete días a la semana. Como resultado de una crisis personal, decidió respetar Shabat. Luego me dijo que fue la mejor decisión que había tomado en su vida. “Ahora”, dijo, “tengo tiempo para mi esposa, mi hijo y mis amigos. Ir al shul me hizo ser parte de una comunidad. Lo raro es que de todas maneras puedo hacer todo mi trabajo, y en seis días, no en siete”.
Shabat nos enseña a dedicar tiempo para lo que es importante, aunque no sea urgente. Hace treinta años, cuando la tecnología estaba en una etapa menos avanzada, la mayoría de la gente que escribió sobre el futuro lo vio como una era de ocio en la que tendríamos mucho más tiempo libre. Pero no resultó así. Parecemos más presionados y menos relajados que nunca. Teléfonos celulares, emails y computadoras de bolsillo nos obligan a estar siempre de guardia. El Salmista lo expresó mejor: “Enséñanos a numerar nuestros días para que podamos tener un corazón sabio”.
Rosh Hashaná y Iom Kipur es cuando contamos nuestros días. Al pedir ser inscritos en el libro de la vida, pensamos sobre la vida y sobre cómo la utilizamos. En este contexto las tres palabras clave de la plegaria “Unetane Tokef” son fundamentales: teshuvá (arrepentimiento), tefilá (plegaria) y tzedaká (caridad). La teshuvá trata sobre nuestra relación con nosotros mismos. La tefilá trata sobre nuestra relación con Dios. La tzedaká trata sobre nuestra relación con los demás.
Teshuvá no significa solamente “arrepentimiento”, sino también “retorno” –a nuestras raíces, a nuestra fe, a nuestra historia como pueblo y a nuestra vocación como herederos de quienes estuvieron de pie en Sinai hace más de 3000 años. La teshuvá nos hace preguntar: ¿Crecimos en el año pasado o nos quedamos en el mismo lugar? ¿Estudiamos los textos de nuestro legado? ¿Respetamos una mitzvá más? ¿Vivimos completa y confidentemente como judíos? La teshuvá es nuestro satélite de navegación dándonos una dirección en la vida.
Tefilá significa plegaria. Es nuestra conversación con Dios. Nosotros hablamos, pero si somos sabios también escuchamos, a la voz de Dios como refractada a través de las plegarias de cien generaciones de nuestros ancestros. Tefilá no es tanto sobre pedirle a Dios lo que queremos, es más pedirle a Dios que nos enseñe lo que querer. ¿Un auto nuevo? ¿Un mejor trabajo? ¿Una vacación exótica? Nuestras plegarias no hablan sobre esas cosas porque la vida es más que esas cosas. Es menos sobre "lo que tenemos" y más sobre "lo que hacemos" y sobre "quiénes aspiramos a ser". Hablamos sobre perdón y sobre la presencia de Dios en nuestras vidas. Nos recordamos a nosotros mismos que, por más corto que sea nuestro tiempo en la tierra, al conectarnos con Dios alcanzamos la eternidad. La tefilá es nuestro teléfono celular para conectarnos con el cielo.
Tzedaká es sobre el bien que hacemos por los demás. Sir Moisés Montefiore fue una de las grandes figuras de la judería victoriana. Fue un hombre adinerado y dedicó gran parte de su larga vida a servirle al pueblo judío en Inglaterra y en todo el mundo (construyó el molino en Jerusalem, y el área de la cual es parte -Yemin Moshé- lleva su nombre en su honor). Alguien le preguntó una vez cuánto él valía, y él le dijo un monto. “Pero”, dijo el interrogador, “sé que tiene más dinero que eso”. No me preguntaste cuánto dinero tengo sino cuánto valgo. El monto que te dije es la cantidad de dinero que he dado a caridad, porque nosotros valemos lo que estamos dispuestos a compartir con los demás”. Eso es tzedaká.
Ciertas mitzvot en el judaísmo son como un "ensayo" para lo que vendrá en el futuro. Shabat es una preparación para la era mesiánica, en la cual terminarán los conflictos y reinará la paz. Iom Kipur –durante el cual no comemos ni bebemos ni nos involucramos en placer físico, y acostumbramos vestir un kitel, (parecido a una mortaja)– es un ensayo de como será nuestra muerte. Nos obliga a preguntarnos: ¿Qué hice en mi vida que valió la pena? ¿Desperdicié tiempo o lo compartí, con mi familia, con Dios y con aquellos que lo necesitaban?
Sabiendo que ninguno de nosotros vivirá por siempre, le pedimos a Dios otro año: para crecer, para rezar y para dar. Eso es lo que Maimónides quiso decir cuando llamó al shofar “el reloj despertador de Dios”, pidiéndonos que no dormitemos durante la vida, sino que la utilicemos para traer bendiciones.
Que Dios nos bendiga a nosotros, a nuestras familias y al pueblo judío, y que nos inscriba a todos en el 'Libro de la Vida'.
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