Sociedad
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En Rosh HaShaná, los prisioneros judíos tocaron el shofar en un campo de concentración nazi.
Rosh HaShaná, 1944. Un grupo de harapientos prisioneros judíos se reúne para otro agotador día de trabajo. A su alrededor, los judíos pasan hambre, son torturados y asesinados. La mínima expresión de fe judía está estrictamente prohibida y les da una excusa a los guardias nazis para ejecutarlos.
Sin embargo, en ese Rosh HaShaná, un grupo de valientes judíos lograron rezar con minián. Milagrosamente, incluso tocaron el shofar y evitaron ser detectados. La profesora Judy Tydor Schwartz, directora de Investigaciones del Holocausto en la Universidad de Bar Ilán en Israel, es la hija del hombre que facilitó esta increíble hazaña. En una entrevista exclusiva con AishLatino.com, ella describió a su padre, Jeskel Tydor, y su shofar.
Cuando comenzó la Segunda Guerra Mundial, Jeskel tenía 36 años y vivía en Frankfurt con su esposa Berta y sus pequeños hijos. Ellos lograron enviar a un hijo y a una hija a la relativa seguridad de Bélgica en un Kindertransport, un plan que permitió que algunos niños judíos escaparan de la Alemania nazi en 1939. Más tarde ese mismo año, Jeskel fue arrestado y enviado al campo de concentración de Buchenwald. En 1942 lo enviaron a un campo de trabajos forzados cerca de Aushwitz. Allí se enteró que Berta y otros parientes habían sido asesinados en Auschwitz.
Aunque brevemente sucumbió a la desesperanza, Jeskel muy pronto encontró significado ayudando a los demás. "Él hizo todo lo que pudo para salvar vidas y ayudar a tantos como fuera posible, para que mantuvieran sus creencias religiosas y sus espíritus en alto", afirma la profesora Tydor Schwartz. "Él envió a sus amigos mishloaj manot (regalos de alimentos) en Purim cuando hacerlo implicó quedarse sin comer. En secreto encendió las velas de Jánuca. Enseñó en secreto Pirkei Avot en Buchenwald y luego en Auschwitz".
Jeskel fue nombrado secretario del bloque y su trabajo era organizar los grupos de trabajo de sus compañeros judíos. Él aprovechó ese puesto para ayudar a los demás, enviando grupos de prisioneros a lugares alejados donde podían rezar en minián. En Rosh HaShaná en 1944, programó que un grupo de más de 10 prisioneros judíos fueran a trabajar a un lugar remoto. Quedó claro que de esa forma podrían rezar por lo menos una parte del servicio de Rosh HaShaná.
Cuando los hombres regresaron, le contaron a Jeskel un secreto impresionante: uno de ellos había logrado llevar un shofar y habían escuchado su sonido. Pensar que los judíos hubieran logrado cumplir la mitzvá de tocar el shofar, que tiene el objetivo de despertarnos de nuestro letargo espiritual, parecía difícil de creer. Sin embargo, los hombres lo habían logrado, habían escuchado el shofar en Rosh HaShaná bajo la sombra del crematorio de Auschwitz.
La profesora Tydor Schwartz especula que el shofar debe haber entrado de contrabando al campo después de mediados de 1944, cuando fueron deportados a Auschwitz 440.000 judíos húngaros. Sus pertenencias fueron depositadas en una vasta área denominada "Canadá" y algunos prisioneros judíos lograban sacar de allí de contrabando algunos objetos y llevarlos a Auschwitz.
En su investigación, la profesora Tydor Schwartz encontró muchas otras historias de judíos que desafiaron a los guardias nazis y cumplieron mitzvot y plegarias durante el Holocausto. "La madre de una de mis amigas más queridas es una sobreviviente de Auschwitz que tiene más de 90 años. Ella y su hermana trabajaron en las barracas del depósito "Canadá" y trataban de sacar cosas de contrabando para llevarlas al campo, incluyendo artefactos religiosos. Mi padre y algunos de sus amigos me contaron sobre el shofar y un par de tefilín que había en Auschwitz". La profesora Tydor Schwartz también obtuvo testimonios personales de judíos que en secreto construyeron una sucá secreta en Auschwitz a partir de un barril vacío.
"Obviamente que si los atrapaban, los asesinaban. Incluso pararse y rezar por un momento era peligroso".
A comienzos de 1945, cuando avanzaban las tropas aliadas, los nazis comenzaron a hacer estallar el campo de exterminio Auschwitz y otros campos satélites. Jeskel Tydor y alrededor de 60.000 prisioneros judíos fueron enviados en una marcha de la muerte a otro campo a unos 50 kilómetros de distancia. La noche antes de partir, un prisionero se le acercó y le entregó un paquete envuelto en harapos sucios: el valioso shofar que habían tocado en Rosh HaShaná.
El hombre le dijo a Jeskel que no creía que él pudiera sobrevivir la marcha, por lo que quería que Jeskel cuidara el shofar. El hombre le instruyó que si lograba sobrevivir debía contarle al mundo que los judíos habían tocado el shofar en Auschwitz.
Jeskel sobrevivió la guerra y se fue a vivir a la Tierra de Israel, que en ese momento estaba bajo el mandato británico. Cuando su barco se aproximaba a la costa de Haifa en Rosh HaShaná en el año 1945, Jeskel tocó una vez más el shofar, celebrando el nuevo año judío ante la vista de la ciudad israelí de Haifa.
Posteriormente Jeskel trabajó en los Estados Unidos, donde conoció a su esposa Shirley Kraus y donde nació su hija, la profesora Tydor Schwartz. Él trabajó en Nueva York, Montana y Dakota del Sur y eventualmente regresó a Israel. A todos lados donde iba llevaba con él su valioso shofar.
"Mi padre tocaba el shofar en casa para quienes no podían ir a escucharlo en la sinagoga, las mujeres que tenían niños pequeños, los ancianos, los enfermos. Él tocaba el shofar para mi abuela cuando ella no podía ir a la sinagoga, para mí cuando di a luz, y para todas las mujeres de nuestro edificio que tenían niños pequeños y no podían ir a la sinagoga", relató la profesora Tydor Schwartz.
"Mi padre era muy valiente y creía firmemente en Dios. Él siempre trató de ayudar a tantos como le era posible, incluso a costa de una gran pérdida personal. Era todo un mensch y mucho más. No medía más de un metro sesenta, pero era un hombre gigante".
El 23 de septiembre del 2019, el valioso shofar de su padre llegó a los Estados Unidos para ser expuesto en el Museo de la Herencia Judía en Nueva York. Pero antes lo usaron en Rosh HaShaná en algunas sinagogas de la Ciudad de Nueva York, para permitir que una vez más los judíos escucharan el sonido que ayudó a mantener la esperanza de los prisioneros judíos de Auschwitz una generación atrás.
La profesora Tydor Schwartz espera que el shofar transmita esperanza a la gente y que su mensaje sea que "todos debemos mirar hacia adentro para encontrar la fuerza interior que nos permita hacer cosas buenas en este mundo, bajo todas las circunstancias y en todas las condiciones".
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