Perfiles
4 min de lectura
4 min de lectura
Tras la revolución comunista, mi bisabuelo llenó una jarra de leche con monedas de oro y la enterró en el patio con la esperanza de poder recuperarla algún día.
Este es el secreto más profundo de mi familia: cuando yo tenía 8 años, escuché a mi abuela Zelda contarles a mis padres sobre un mapa misterioso que contiene la clave para la fortuna de nuestra familia. ¡Y yo pensaba que los mapas del tesoro eran sólo para los piratas! Esta impactante revelación ocurrió algunos meses después de que falleciera su padre.
La revolución comunista de 1917 alentó a los líderes de su partido a apoderarse de la propiedad privada y los bienes personales de cualquiera que fuera considerado “rico” bajo los estándares socialistas. La nueva filosofía soviética apoyaba la propiedad colectiva. Todo lo que mi bisabuelo David había ganado durante años de trabajado duro con su padre en un matadero kasher ahora era propiedad del gobierno.
Las demandas del partido no podían ignorarse. La desobediencia tenía consecuencias devastadoras: prisión, exilio a Siberia e incluso la muerte. David sabía que no era una opción quedarse con el dinero que su familia había ganado con tanto esfuerzo.
La leyenda familiar dice que David llenó una jarra de leche con monedas de oro y la enterró en el patio. Él creía que algún día la vida volvería a la “normalidad”, pero hasta entonces la fortuna familiar estaría más segura enterrada bajo tierra.
David y su esposa Golda a principios de la década de 1920
David no confiaba en su memoria, así que dibujó un mapa para poder recuperar el tesoro cuando llegara el momento adecuado. Pasaron los años y durante las ocho décadas de la vida de David, los comunistas siguieron gobernando el país. El ateísmo impregnó a la sociedad soviética de una destructiva mentalidad de apatía comunal.
Las observancias religiosas eran un crimen castigable por la ley. Los niños ya no creían en Dios ni tenían idea de la existencia de un mundo donde la individualidad fuera celebrada y alentada. La gente pasaba sus días haciendo largas filas para obtener comida, ropa y sus necesidades básicas.
La riqueza personal era una cosa del pasado. Todos eran considerados “iguales” en la realidad de la Unión Soviética y muchos olvidaron cómo soñar.
Pero David nunca perdió la esperanza. Hasta que murió en junio de 1985, mi bisabuelo siguió cuidando su mapa del tesoro, rezando por un futuro mejor para su familia.
En su lecho de muerte, David les dio el mapa a sus tres hijas como una señal de fe, creyendo que su legado familiar eventualmente sería recuperado.
Las tres hijas de David. Mi abuela Zelda está parada a la derecha.
A pesar de la enorme influencia de la sociedad soviética, David nunca perdió la conexión con su herencia judía. En secreto comía matzá en Pésaj y ayunaba en Iom Kipur. Hasta su muerte, David de forma privada aseguraba a sus hijos y nietos que el comunismo eventualmente se derrumbaría con su misión ateísta.
Aunque David no vivió para ver concretarse sus predicciones, sus hijos lo vieron. En 1989, el presidente Gorbachov les permitió a los judíos soviéticos salir del país. Nosotros somos una de las primeras familias que emigraron de nuestra ciudad Sarátov a los Estados Unidos.
¿Qué pasó con la jarra llena de monedas de oro?
Antes de partir a los Estados Unidos, mi familia era seguida y monitoreada de cerca por agentes de la KGB. Emigrar del país comunista era una idea nueva y un tema tabú. Cualquier acción que pudiera considerarse sospechosa detendría nuestra salida.
Mis padres decidieron que la libertad era infinitamente más importante que cualquier tesoro material.
Mis padres entendieron que cavar para encontrar tesoros atraería de inmediato una atención innecesaria. Decidieron que la libertad era infinitamente más importante que cualquier tesoro material.
Aunque nunca recuperamos la jarra, si recuperamos la herencia de nuestra familia. Desde nuestra llegada a los Estados Unidos tuvimos la fortuna de celebrar nuestra identidad judía. Trabajamos duro para ganarnos la vida, aprender inglés y adaptarnos a una vida nueva en los Estados Unidos. Creamos muchos recuerdos, nuestros propios “tesoros” familiares de conexión y propósito. Mi abuela Zelda tuvo el mérito de ver un mundo mejor, tal como soñaba su padre. Ella vivió tres décadas más después de emigrar a Filadelfia, orgullosa de su identidad judía.
Cuando era pequeña en la Unión Soviética, no me permitían cuestionar las ideas ateas. Afortunadamente, a los 13 años recibí una bendición del Rebe de Lubavitch. Recuerdo haber visto en sus ojos un reflejo de mi alma Divina. Desde ese momento, comencé a ver mi infancia soviética como una capa externa que ocultaba mi luz espiritual. La jarra de David enterrada me recuerda de mi propia chispa interna y me da fuerzas.
No entiendo el plan de Dios y por qué mi familia tuvo que sufrir bajo el régimen comunista. Sin embargo, estoy más que agradecida de saber que mi verdadera esencia nunca disminuyó y que siempre puede ser descubierta y reclamada.
Después de estar bajo tierra durante más de 100 años, es poco probable que la jarra siga en su lugar original. La casa de mi bisabuelo fue demolida hace varias décadas y allí construyeron altos edificios de departamentos. Yo sospecho que la jarra de monedas quedó cementada en la base de uno de los rascacielos o quizás la encontró uno de los obreros.
Me entristece que la fortuna de David, ganada con tanto esfuerzo, nunca fuera recuperada y que su mapa quedara atrás, pero me recuerdo que encontré un mapa de un tesoro todavía más valioso: la Torá. Ella me guía para descubrir gemas de invaluable sabiduría judía y es un tesoro más preciado que el oro.
Nuestro newsletter está repleto de ideas interesantes y relevantes sobre historia judía, recetas judías, filosofía, actualidad, festividades y más.
Es una lástima que no hayas podido recuperar el esfuerzo de tu bisabuelo en guardar para el bienestar de su familia pero conseguiste algo mejor al salir de Rusia y poder decir el orgullo de ser judío, aún ahora que el mundo vuelve a estar de cabeza con su antisemitismo actual impulsado por gentes perversas e ignorantes.