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Ideas filosóficas y cabalísticas de la parashá semanal.
Este Shabat es el último Shabat antes de Rosh HaShaná y nos estamos preparando para enfrentar el juicio. La tradición judía nos enseña que el juicio en Rosh HaShaná se trata sobre los eventos de este mundo. Como recitamos en esta maravillosa plegaria:
En Rosh HaShaná seremos inscritos y en Iom Kipur seremos sellados: cuántos dejaran la Tierra y cuántos serán creados; quién vivirá y quién morirá: quién morirá en su momento predestinado y quién morirá antes de tiempo; quién por agua y quién por fuego; quién por espada y quién por bestias salvajes; quién de hambre y quién de sed;… quién descansará y quién deambulará; quién vivirá en armonía y quién será acosado; quién disfrutará de tranquilidad y quién sufrirá; quién empobrecerá y quién enriquecerá; quién será degradado y quién será exaltado.
Pero a pesar de que esta plegaria nos informa sobre el tipo de cosas que se determinan en Rosh HaShaná, es menos explícito sobre las consideraciones que son tomadas en cuenta en las deliberaciones de la Corte Celestial. Consecuentemente, es muy fácil perder de vista el objetivo mismo del día. Y este error no sólo causa que perdamos una gran oportunidad, sino que también abre la puerta a la posibilidad de que no obtengamos el mejor juicio posible.
‘Juicio’ es un concepto que involucra la determinación de “lo que cada uno se merece” y guarda relación con los conceptos de recompensa y castigo. Por lo tanto, un decreto sobre una vida sana y sin contratiempos para el año entrante representa una recompensa y un mal decreto que resulte en pobreza y enfermedad es un castigo.
Pero para la tradición judía pareciera ser que al menos en lo que respecta a Rosh HaShaná nada podría estar más alejado de la realidad. Es imposible recibir recompensa por una mitzvá en este mundo (Talmud, Kidushin 39b).
Los comentaristas explican que sería sumamente cruel por parte de Dios recompensar una buena acción en este mundo si existe la opción de recibir la recompensa en el próximo mundo. La recompensa por cualquier buena acción que haga alguien que tiene una porción en el mundo venidero (Olam Habá) debería ser automáticamente entregada en el futuro simplemente por razones utilitarias. Los dividendos que puede dar en este mundo son incomparablemente menores y por lo tanto recompensarla aquí sería una inadmisible pérdida de recursos.
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Pero la verdadera razón es más profunda que esto. La verdad es que la recompensa por una mitzvá simplemente no encaja en este mundo. Si juntaras todo el placer que han sentido todos los seres humanos desde el inicio del mundo hasta hoy en día y lo comprimieras en un solo momento, igualmente no se compararía con un momento de placer en el mundo venidero.
La recompensa en este mundo es principalmente distribuida a quienes no estarán en el mundo venidero.
La recompensa en este mundo es principalmente distribuida a quienes no pueden recibirla en el mundo venidero porque simplemente no estarán allí. (Las excepciones son demasiado complicadas para explicarlas en el contexto de este ensayo). Pero incluso esa gente, conocidos como rashaim gemurim, o ‘totalmente malvados’ tienen buenas acciones a su favor. Puede que hayan sido buenos padres o esposos o que hayan ayudado a la gente cuando estaban en necesidad y por lo tanto deben ser recompensados.
Obviamente es imposible que comprendamos cómo puede ser que esta gente, quienes tienen todas esas acciones buenas a su favor, sean considerados como rashaim gemurim sin que comprendamos primero cómo se entiende el mal de acuerdo a la tradición judía.
Najmánides explica (Génesis 1:4) que la palabra tov ‘bueno’ se refiere a algo eterno, y que la palabra ra ‘mal’ se refiere a algo temporal. Este punto de vista es intuitivamente razonable: Dios quiere que el bien dure por siempre mientras que el mal es claramente un fenómeno temporal. De acuerdo a esta percepción, un rashá no es necesariamente una persona malvada en el sentido común de la palabra, sino que es una persona que sólo esta apegada a lo temporal y que nunca se ha conectado con lo eterno.
“He colocado ante ti hoy la vida y el bien, la muerte y el mal; aquello que te comando hoy: amar a Hashem tu Dios, ir por Sus caminos, observar Sus preceptos, Sus decretos y Sus ordenanzas… Pero si tu corazón se endurece y no escuchas, y te descarrías, y te postras ante dioses extraños y los sirves, Yo te digo hoy que ciertamente te perderás… He colocado la vida y la muerte ante ti, la bendición y la maldición; y elegirás la vida, para que vivas, tú y tu descendencia…” (Deut. 30:15-19)
La parashá de esta semana nos presenta la elección entre la vida y el bien, y la muerte y el mal.
Como explica Najmánides: La vida y el bien y la muerte y el mal no son cosas diferentes, sino que son sinónimos; el bien es vida eterna y el mal es muerte porque es temporal. Este pasaje declara que uno se gana la vida mediante una elección: elegirás la vida, para que vivas. El rashá no es malvado en el sentido común de la palabra; es meramente una persona que elige lo temporal y lo efímero en lugar de elegir lo eterno.
Pero hay otro concepto que debemos conocer antes de poder entender quién es el rashá.
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Rav Dessler explica que a pesar de que tomamos muchas decisiones en la vida, la mayoría de ellas no son el tipo de elecciones a las que se refiere nuestro versículo. Es obvio que una elección entre un traje gris y uno negro no puede ser considerada una elección de vida, pero Rav Dessler explica que incluso elecciones que podrían ser consideradas más morales no son elecciones de vida según como es definido aquí.
La mayoría de nuestras decisiones morales no involucran tener que tomar difíciles decisiones en dilemas morales.
Una persona que ama a su esposa podría sacrificar mucho por ella sin experimentar ningún conflicto o dificultad. No lo haría por un sentido de bien o mal ni por obedecer la voluntad de Dios, sino que lo haría porque eso es lo que quiere hacer. La gente se enorgullece y disfruta de privarse de cosas para poder educar a sus hijos. Rav Dessler explica que dichos sacrificios, a pesar de que claramente son correctos y buenos, no son el tipo de elecciones que apegan a una persona a la vida eterna.
El tipo de elecciones que pueden lograr dicho apego son aquellas que tomamos precisamente por las razones que son estipuladas en este pasaje. Son las elecciones que tienen el objetivo explícito de apegarse a la vida y al bien en lugar de apegarse a lo temporal y por lo tanto al mal.
Deseamos una cosa, pero sabemos que la decisión correcta está en la otra dirección.
Este tipo de elecciones las tomamos en el contexto de confrontar dilemas morales cuando nos vemos jalados en dos direcciones opuestas y no tenemos una programación interna lo suficientemente fuerte que hayamos heredado o que provenga de nuestro medioambiente que nos señale cuál es la dirección correcta. Deseamos una cosa pero sabemos que la decisión correcta está en la otra dirección, no por nuestra programación interna, sino porque Dios nos dijo en la Torá que ese es el camino a seguir. Este tipo de situaciones es el que nos presenta la oportunidad de apegarnos a la vida.
Por lo tanto, para la visión de la Torá, una persona puede ser considerada un rashá ante los ojos de Dios incluso si a nosotros nos parece una muy buena persona.
Mucha gente ha sido bendecida con una personalidad amistosa y tuvo el tipo de educación que lo predispone naturalmente a hacer lo correcto en la mayoría de las situaciones como algo natural. De hecho, esa es la meta de toda crianza de hijos: crear características de personalidad que guíen automáticamente a nuestros hijos a tomar el camino correcto y moral en cualquiera de los dilemas de la vida. En otras palabras, nuestra meta es construir el complejo tipo de programación en las personalidades de nuestros hijos que sea lo suficientemente poderoso como para forzarlos a tomar las decisiones morales correctas por la ansiedad que generaría hacer una elección inmoral.
Pero incluso cuando la gente está programada o educada para hacer el bien, igualmente pueden ser considerados rashaim, es decir, personas que no tienen una porción en el mundo venidero debido a que nunca han elegido apegarse a lo eterno y duradero.
Meramente han actuado en base a sus programaciones internas y, de hecho, siempre han hecho lo que les ha sido más fácil, sin importar cuán difícil le haya parecido a un observador externo que no fue tan afortunado como para ameritar una programación interna de tan buena calidad. Cuando estos rashaim se enfrentaron a una situación que estaba fuera de su programación no fueron capaces de hacer el autosacrificio necesario para tomar la decisión moralmente correcta y siempre cayeron presas de la opción más fácil y conveniente. Eligieron ir en contra de lo que ordenó Dios en la Torá por medio de variadas racionalizaciones, como por ejemplo que las reglas de la Torá no aplican realmente a sus circunstancias particulares. A pesar de sus buenas acciones, dicha gente no tiene una porción en el mundo venidero.
Por otro lado, la gente que se ha apegado a lo eterno, incluso si sólo lo hicieron una vez en sus vidas, tendrán eventualmente un lugar en el mundo venidero a pesar de haber cometido una gran cantidad de transgresiones.
La tradición judía nos enseña que la política de Dios es nunca permitir que las mitzvot de una persona se cancelen por sus transgresiones. Por lo tanto, si una persona realizó sus mitzvot con el tipo de dedicación que se requiere para apegarse a Dios y a la vida eterna, entonces estas acciones alteraron su realidad interior de forma permanente. Ahora es una persona que está apegada al mundo venidero de forma definitiva y que eventualmente disfrutará de esa vida.
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¿Pero que hay de las transgresiones pasadas de la persona? Sus transgresiones son una barrera para su disfrute del mundo venidero y consecuentemente hay que hacerse cargo de ellas y purificarlas. Por lo tanto, las transgresiones de dicha persona deben ser tratadas ya sea en este mundo o en el Gueinom. Pero nuevamente, por razones utilitarias, lo ideal es que la purificación se realice en este mundo. Por lo tanto, para quienquiera que pertenezca al mundo venidero pero que tenga el defecto de sus transgresiones —como ocurre con la mayoría de nosotros—este mundo es de esperar que sea consecuentemente un valle de lágrimas.
Por otro lado, para nuestro rashá que no ha logrado apegarse a lo eterno ni siquiera una vez en su vida pero que ha hecho muchas buenas acciones que deben ser recompensadas, este mundo es el único lugar en el que dichas recompensas pueden estar disponibles. Y como las recompensas de las mitzvot son tan grandes, es de esperar que tenga una maravillosa vida en este mundo.
Ahora hemos llegado al punto por el cual es difícil comprender Rosh HaShaná.
Claramente no nos consideramos a nosotros mismos rashaim. Pero la mayoría de nosotros sabemos que tampoco somos tzadikim gemurim, ‘personas totalmente rectas’. Por lo tanto, lograremos llegar al mundo venidero con la ayuda de Dios, al igual que la mayoría de la gente a excepción de los rashaim gemurim. Pero eso implica que debemos hacer algo para purificarnos de nuestras malas acciones. Y esto puede realizarse ya sea por medio de dificultades que suframos en este mundo o por medio de someternos a las torturas del Gueinom después de la muerte.
Dado que las torturas del Gueinom son infinitamente más dolorosas que cualquier aflicción que podamos experimentar en este mundo, entonces deberíamos preferir completar nuestra purificación en este mundo. Entonces, ¿por qué estamos pidiéndole a Dios un buen año? ¿Y cómo puede el decreto de un buen año ser considerado un juicio favorable?
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La respuesta se basa en entender lo que es conocido como Hashgajá Pratit, o Providencia Divina.
Este mundo y lo que ocurre en él no es sobre recompensa y castigo. Como hemos explicado, la recompensa y castigo son parte de nuestro mundo sólo por consideraciones secundarias.
Este mundo es un lugar de trabajo. Las políticas Divinas que aplican aquí son principalmente para maximizar la producción, tal como esperarías que se hiciera en una fábrica. Después de todo, el producto de este mundo es la elaboración de vida eterna. Prácticamente hablando esto significa que la creación de una porción en el mundo venidero para todos nosotros es el foco de la Hashgajá Pratit.
Hay tres factores principales involucrados en esto:
1. Todos debemos ser puestos en una situación que nos fuerce a producir. Por ejemplo, supón que A es enviado al mundo para corregir las características de personalidad de arrogancia y crueldad. El alcance de la corrección que logre A determinará su lugar en el mundo venidero. La Providencia Divina podría determinar por lo tanto que A nazca en una familia de gran riqueza o que se vuelva rico cuando adulto. Dicha condición de vida garantizaría que siempre tenga que lidiar con las características de personalidad que vino a corregir. La gente constantemente le pediría ayuda y en cada instancia se vería obligado a confrontar su rasgo de crueldad. El mismo hecho que todos le pidan constantemente ayuda y que siempre estén tratando de congraciarse con él aseguraría que tenga que confrontar su característica de arrogancia.
Por otro lado, B es enviado a este mundo a corregir la característica de personalidad de autocompasión y a aceptar alegremente su porción. La Providencia Divina podría determinar por lo tanto que B sea pobre, ya que su pobreza automáticamente lo forzaría a enfrentarse con los problemas que debe corregir en este mundo. Si A fuera pobre y B fuera rico ninguno de ellos se vería enfrentado a corregir sus defectos, y su productividad dependería completamente de su propia motivación, lo cual es una política sumamente ineficiente cuando hablamos de maximizar la productividad. Como dice el dicho, la necesidad es la madre de la invención. Nadie ha encontrado un mejor motivador que este. La riqueza de A y la pobreza de B tienen por lo tanto una conexión nula con recompensa y castigo. La determinación se basa netamente en términos utilitarios.
2. La segunda función de la Providencia Divina es proveer ayuda. Como declara el Talmud, “alguien que busca hacerse espiritualmente impuro, abren el camino para él, y alguien que desea purificarse, lo ayudan desde el cielo” (Talmud, Ioma 38b). La Providencia divina siempre está allí para proveer asistencia; cuánta asistencia y de qué tipo será dicha asistencia es algo que será determinado nuevamente en base a consideraciones de productividad.
Rav Moshé Jaim Luzatto explica en su obra Dérej Hashem que hay tres niveles de asistencia en cada dirección. La persona que comienza en su camino hacia el mundo venidero recibe automáticamente algún tipo de ayuda. La persona que está firme en su camino recibe más; su ayuda viene en la forma de redefinir su trabajo para que éste se le haga más fácil. La persona que ya ha avanzado la mayoría del camino es la que recibe más ayuda; Dios le provee con cualquier cosa que necesite para garantizar que completará el trabajo de forma exitosa.
Para el rashá, que se dirige en la dirección opuesta, también hay tres niveles de “ayuda”. Alguien que ha comenzado a recorrer el camino que se aleja del mundo venidero pierde la ayuda que podría haber recibido y queda a merced de sus propias capacidades, pero la Providencia Divina no le impide dar la vuelta y cambiar de dirección. Por otro lado, a la persona que ya ha avanzado en el mal camino le dificultan dar la vuelta. La Providencia Divina pone a esta persona en una situación en la que le sea difícil cambiar de dirección, pero al rashá completo lo coloca en una situación en la cual le es imposible cambiar de dirección.
Luzatto da un ejemplo práctico de esto. Cambiar la dirección de la vida requiere de introspección, autocrítica y profundo pensamiento. Estas cosas a su vez requieren motivación y oportunidades. De esta forma, el rashá podría estar tan sobrecargado con los desafíos y preocupaciones de la pobreza y la mala salud que le sería imposible tener la paz mental necesaria para analizar su vida de cerca y darse cuenta que se dirige en la dirección equivocada. O la Providencia Divina podría decidir bendecir a este rashá con gran riqueza que le quite la motivación de hacer una autoevaluación. ¿Por qué buscar problemas cuando todo parece ir tan bien? El método que seleccione la Providencia Divina dependerá de si el rashá debe ser recompensado por sus buenas acciones en este mundo o no.
3. Lo que la Providencia Divina determina en relación a cuánta ayuda merece una persona o cuantos obstáculos deben ser puestos en su camino es una función del juicio. De eso es lo que se trata el juicio de Rosh HaShaná.
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Volvamos a nuestros ejemplos de A y B.
A, el hombre rico que fue enviado a este mundo a trabajar su arrogancia y crueldad, no ha cumplido con su trabajo. No ha sido caritativo y se ha vuelto inaccesible y presuntuoso. Él conoce el funcionamiento de la Providencia Divina que hemos descrito y se para frente a Dios en Rosh HaShaná terriblemente asustado. Su riqueza le fue dada sólo para asegurar una lucha positiva con sus malas características de personalidad. Como él está perdiendo la batalla y no está siendo productivo, si él fuera Dios entonces en ese momento decidiría quitar la riqueza para causar consecuentemente que le sea más dificultoso lograr el objetivo.
¿Qué puede hacer al respecto este individuo? Debe decirle a Dios que se da cuenta que hasta ahora ha sido deficiente en su tarea pero que de ahora en adelante planea dedicarse completamente a las actividades para las cuales vino a este mundo. Si puede convencer a Dios de su sinceridad entonces no perderá su riqueza.
B también se para frente a Dios sabiendo que su pobreza es un resultado de la Providencia Divina. Pero él ha hecho un excelente trabajo: ha trabajado en su autocompasión y ha intentado aceptar su situación con buena disposición. Le dice a Dios que ha luchado duro y que ha sido productivo, y que ahora le gustaría algo de ayuda. Le gustaría que su tarea fuera más fácil y por lo tanto ya no hay necesidad de que sea pobre. Dios podría considerar que lo que ha logrado es suficiente y dejarlo dedicarse a otras características de personalidad como la arrogancia y la crueldad. La Providencia Divina podría ponerlo en una situación de vida que lo hiciera productivo en estas nuevas tareas. La Providencia Divina podría hacerlo rico.
Rosh HaShaná efectivamente se trata de juicio. Pero el juicio no es sobre recompensas, sino sobre el nivel de asistencia Divina. A diferencia de la recompensa, la cual es un resultado directo de las transformaciones internas que ha logrado la persona misma y que por lo tanto no puede ser concedida sino que debe ser ganada, la asistencia Divina es un producto variable cuya disponibilidad no es fija. Al igual que todo en este mundo es relativa y no absoluta, y los seres humanos pueden emplear su ingenio para incrementarla.
Nos paramos frente a Dios en Rosh HaShaná para presentar nuestro caso solicitando más Hashgajá Pratit, Providencia Divina. Sea su voluntad juzgar nuestra tarea en este mundo como completa y que ameritemos atestiguar la llegada del Mesías.
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