Edad Media
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¿Quién fue esta sorprendente joven poeta cuya vida se vio trágicamente truncada por una enfermedad?
Si Emma Lazarus es recordada, se debe a sus inmortales palabras inscritas en el muro interno del pedestal de la Estatua de la Libertad: "Dadme vuestros rendidos, vuestros pobres, vuestras masas hacinadas que anhelan respirar en libertad". Para millones de refugiados, su soneto evoca una imagen de los Estados Unidos como una nación de bondad, fundamentalmente diferente de todas las otras grandes potencias de la historia del mundo.
¿Pero quién fue esta sorprendente joven poeta que asombró a novelistas de la talla de Henry James, quien escribió a su hermana que "conoció y se enamoró de Emma Lazarus: una poetisa y escritora judía"? ¿Quién fue esta estrella emergente de la literatura, cuya vida se vio trágicamente truncada por una enfermedad a los 38 años, justo cuando estaba llegando a la cima de sus poderes literarios?
Emma Lazarus es mucho más que su extraordinario poema. Fue la primera celebridad estadounidense que retornó al judaísmo, defendió con valentía a su pueblo y abrió el camino a miles de judíos que un día descubrirían sus raíces.
Emma Lazarus nació en 1849 en la ciudad de Nueva York, donde vivió el resto de su vida. Las familias de sus padres llegaron a Manhattan antes de la Revolución Norteamericana, formando parte de la pequeña pero influyente comunidad judía sefaradí de Nueva York. El padre de Emma, el próspero comerciante de azúcar Moses Lazarus, tenía poco interés en el judaísmo o en la comunidad judía. Como miembro de los exclusivos (y poco judíos) clubes Union y Knickerbocker, compró una casa de veraneo en el barrio de Newport, en Rhode Island, lejos de la histórica sinagoga de la ciudad.
Emma creció con poca conciencia o entendimiento de su herencia y logró integrarse en la sociedad cristiana.
No llama la atención que Emma creciera con poca conciencia o entendimiento de su herencia. Ella celebraba la Navidad con sus amigos cristianos y pasaba las noches de los viernes en salones elegantes con Richard y Helena Gilder, editor e ilustradora de la revista Century. En una época en la que la mayoría de los estadounidenses judíos y cristianos evitaban mezclarse socialmente, Emma logró integrarse exitosamente en la sociedad cristiana. Fuera de sus muchas hermanas, ella no tenía amigos cercanos judíos. Todos sus mejores amigos eran cristianos.
Aunque carecía de una sólida educación judía, Emma reconoció rápidamente que ella era diferente. A los veinte años, cuando paseaba por Newport, se sintió atraída hacia la descuidada sinagoga de Newport, donde en esa época rezaban unos pocos judíos. Mirara donde mirara, encontraba símbolos del declive del pueblo judío.
No hay aquí signos de vida: las mismas plegarias
Inscriptas alrededor están en una lengua muerta
La luz de la "lámpara perpetua" se ha gastado
Y debía derramar un resplandor eterno.
En esta primera etapa, Emma califica el hebreo como una "lengua muerta" y considera que la luz del judaísmo se ha "gastado". Pero lo hace con profunda tristeza, quizás sintiendo que esa sinagoga abandonada refleja su propia identidad religiosa descuidada.
Qué plegarias se ofrecieron en este templo,
Arrancadas de corazones tristes que desconocían la alegría en la tierra
Por estos solitarios exiliados de mil años
De la hermosa tierra del amanecer que los vio nacer
("En la Sinagoga Judía de Newport")
A medida que la reputación de Emma crecía en los círculos literarios, ella evitaba en gran medida los temas judíos, con una gran excepción: el antisemitismo cristiano. En un caso muy famoso del año 1877, el hotel Grand Union de Saratoga, Nueva York, se negó a admitir a Joseph Seligman, un rico banquero alemán. El dueño del hotel, el juez Henry Hilton. Explicó que no tenía ninguna objeción respecto a los "verdaderos hebreos", los judíos sefaradíes con una larga historia en los Estados Unidos, y que sólo se oponía a los "codiciosos" y "sucios" inmigrantes judíos como Seligman. Emma nunca olvidó este acto de antisemitismo flagrante y público.
En un ensayo que fácilmente hubiera podido ser escrito en la actualidad, cuando los estudiantes judíos son expulsados de las universidades de elite y acosados en los campos universitarios, ella escribió: "En los últimos años… en nuestras escuelas y universidades, incluso en nuestras universidades científicas, los eruditos judíos a menudo son molestados a causa de su raza… En otras palabras, toda la magnanimidad, paciencia, caridad y humanidad que los judíos han manifestado a cambio de siglos de persecución, han sido hasta ahora insuficientes para erradicar la profunda antipatía engendrada por el fanatismo y dispuesta a estallar de una u otra forma en cualquier momento de excitación popular"(1)
Aunque de forma personal no sufrió discriminación, sus amigos cristianos frecuentemente se referían a Emma como "la judía". Como escribió en una carta a Philip Cowen: "Tengo absoluta consciencia de que… el desprecio y el odio subyacen al tono general de la comunidad hacia nosotros". Sus experiencias personales la llevaron a estudiar la larga historia del hipócrita antisemitismo cristiano, un tema al que se refirió en muchos de sus poemas, incluyendo The Death of Rashi y The Crowing of the Red Cock:
Cuando el largo rollo de la culpa cristiana
Contra sus padres y parientes se da a conocer
El torrente de lágrimas, la sangre derramada,
La agonía vista durante siglos,
¿qué océanos pueden remover la mancha,
De la ley y el amor cristiano?
(The Crowing of the Red Cock)
La creciente identificación de Emma con su pueblo se vio acelerada a raíz de un terrible brote de pogromos en Rusia a principios de la década de 1880. Los antisemitas rusos asesinaron a más de 40 judíos, violaron a cientos de mujeres judías y destruyeron miles de hogares y comercios judíos. Horrorizada y conmocionada por la noticia, la conciencia judía de Emma, siempre presente de forma tenue, pasó a primer plano. De la noche a la mañana, de acuerdo con la opinión de muchos críticos, ella se transformó en "una ardiente profetisa cuyos versos reverberaron por todos los continentes".(2)
Con un conmovedor orgullo judío y una furia justa, Emma publicó un libro de poesías, Songs of a Semite (Cánticos de una semita), en donde aceptó plena e inequívocamente su identidad judía. Con este delgado libro de poemas poderosos, Emma declaró que tenía la intención de defender sin disculpas ni vacilaciones al "deshonrado, despreciado e inmortal Israel".(3) Como escribió un crítico anónimo, por fin había "encontrado a una judía que se apartaba de la regla del silencio".(4) Cargados de desafiante orgullo judío, los poemas judíos de Emma deberían ser lectura obligatoria para todos los niños judíos.
Escrito 14 años antes de que Theodor Herzl lanzara el sionismo político con la publicación de "El estado judío", Emma convoca a su pueblo oprimido a levantarse con fuerza y retornar a su antigua patria. Evocando la fuerte imagen de Ezequiel de los huesos secos que cobran vida, Emma escribió:
El espíritu no ha muerto, proclama la palabra,
¡donde yacen huesos muertos, está de pie un ejército de hombres armados!
Yo abro sus tumbas, pueblo mío, dice el Eterno,
Y los llevaré a vivir en su tierra.
(The New Ezekiel)
En su simple pero poderoso poema, The Banner of the Jew (El estandarte de los judíos), Emma convoca a la acción. Los judíos deben levantarse, luchar y tomar su destino en sus propias manos. Anticipándose a Herzl, ella pide que aparezca un Ezra moderno que guíe a su pueblo a casa:
¡Despierta, Israel, despierta! Recuerda hoy
La gloriosa furia macabea…
No des por muerto el fuego marcial.
No digas que la mística llama se ha consumido.
Con la ley de Moisés y la lira de David.
Tu antigua fuerza permanece inquebrantable.
Que vuelva a levantarse un Ezra
Para levantar el estandarte de los judíos.
Sin estar satisfecha limitándose a escribir poesías, Emma fundó en 1883 la Sociedad para la Mejora y la Emigración de los Judíos de Europa Oriental, cuyo objetivo era recaudar dinero para enviar a una gran cantidad de judíos que sufrían en Europa Oriental para que pudieran reasentarse en la Tierra Santa. La Sociedad mantenía correspondencia y compartía ideas con el barón Maurice de Hirsch y la Alianza Israelita Universal. Al mismo tiempo, Emma publicó una serie de 15 ensayos en "The American Hebrew", que luego fueron publicados juntos como An Epistle to the Hebrews (Una carta para los hebreos), en donde defendía el retorno del pueblo judío a su antigua patria.
Emma se inspiró en los escritos de los protosionistas judíos y cristianos, como George Eliot, Laurence Oliphant y Leo Pinsker, y aprovechó su fama literaria para popularizarlos en los Estados Unidos. "Un hogar para los desamparados, una meta para los errantes, un asilo para los perseguidos, una nación para los parias. Esa es la necesidad de nuestra generación, y ya sea que se exprese en las denuncias silenciosas del antisemitismo, en el entusiasmo de los serviciales defensores cristianos, o en la lastimera súplica de Hungría y Galicia, de Besarabia y Varsovia, el llamado es demasiado claro para ser malinterpretado, y demasiado fuerte para permanecer ignorado y sin respuesta".(5)
Su convocatoria al retorno encontró mucha oposición. Sólo dos años más tarde, en 1885, la Unión de Congregaciones Reformistas emitió su infame "Plataforma de Pittsburgh" declarando: "Ya no nos consideramos una nación, sino una comunidad religiosa. Por lo tanto, no esperamos retornar a Palestina ni la restauración de… el estado judío". Al mismo tiempo, Abram S. Isaacs, quien más tarde fue el editor de "The American Hebrew", reprendió a Emma, argumentando que "no era sabio abogar por una nacionalidad separada… en un momento en el cual los antisemitas creaban la impresión de que los judíos… sólo eran palestinos, semitas [y] orientales".(6)
A pesar de su pasión y prominencia, la Sociedad de Emma se desmoronó en dos años. En palabras de Bette Roth Young: "ella tenía la edad equivocada, el sexo equivocado, estaba en el lugar equivocado y en el momento equivocado".(7) La propia Emma comprendió muy pronto que estaba adelantada a su época. 65 años antes de la creación del moderno estado de Israel, ella escribió con clarividencia: "En cuestiones como esta, lo que se discute hoy se formula y se pone en práctica mañana, o como dijo Emerson: 'la aspiración de este siglo es el código del próximo'".(8)
Cinco meses después de la disolución de su sociedad, Emma se embarcó hacia Europa con sus hermanas. En enero de 1887 estaba gravemente enferma de cáncer y sus hermanas la llevaron a casa en el mes de julio. Emma murió el 19 de noviembre de 1887 con apenas 38 años.
A partir de la muerte prematura de Emma, muchos miembros de su familia y amigos trataron de minimizar su identidad judía. Annie Lazarus Johnston, la hermana de Emma que se convirtió al catolicismo anglicano, se negó al pedido de un editor de publicar los poemas judíos de Emma. Ella escribió: "Hubo una tendencia por parte del público a enfatizar en demasía la línea hebraica de su obra, dándole una cualidad de propaganda sectaria, que yo deploro enormemente, porque considero que eso fue simplemente una fase en el desarrollo de mi hermana, provocada por su justa indignación ante los trágicos sucesos de esos días. Desgraciadamente, debido a su muerte prematura, esa estuvo destinada a ser su última palabra".(9)
A Annie y a gran parte de la familia, le resultaba desconcertante y embarazoso que Emma se identificara con "retrógrados". ¿Qué podría haberla impulsado a apoyarse en su identidad judía, aquella de la que ellos habían huido toda su vida?
De una manera profunda, Emma fue una judía sumamente dedicada.
Todo el curso de la vida de Emma refuta este argumento. Siendo una jovencita, ella se refirió a los judíos como "ellos", pero a medida que fue madurando, se refirió a ellos como "nosotros". El título de su mayor obra, "Songs of a Semite" fue una proclama pública de la absoluta identificación de Emma con su pueblo. Como ella misma dejó claro: "No dudo en decir que nuestro defecto nacional es que no somos suficientemente 'tribales': no tenemos suficiente solidaridad para percibir que cuando atacan la vida y la propiedad de un judío en las más remotas provincias del Cáucaso, se humilla la dignidad de un judío en los Estados Unidos libres… Hasta que no seamos todos libres, ninguno de nosotros lo será".(10)
Aunque no llevó un estilo de vida observante, quizás lo habría hecho de haber vivido más tiempo. De una manera profunda, Emma Lazarus fue una judía sumamente dedicada. Desafiando las expectativas de su familia y de su círculo social, ella declaró audazmente su solidaridad con su pueblo, un pueblo que apenas conocía pero que amaba profundamente. Su disposición a defender a su nación asediada, a luchar en su beneficio, la elevó de ser una escritora talentosa a ser la voz de su pueblo.
Para los judíos que no crecieron en hogares religiosos ni recibieron una educación judía adecuada, Emma es una inspiración. "Ninguna palabra de elogio puede ser demasiado grande para alguien que… retorna voluntariamente al antiguo hogar, proclamándose públicamente uno de sus miembros y aportando no sólo un corazón lleno de simpatía sino la pluma de un profeta…".(11)
Que su recuerdo enarbole el "estandarte de los judíos".
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Precioso artículo, gracias por darnos a conocer a Emma y a su obra, que ya es inmortal.