Enfrentar los fantasmas del Holocausto en Bavaria

18/07/2022

5 min de lectura

Trudy Naumann Dreyer tenía 7 años cuando ella y su familia huyeron de Alemania en 1939. Un barón alemán protegió sus propiedades.

El armario art déco de la casa de Gary Dreyer en Knoxville, Tennessee, susurra secretos de otro tiempo y lugar. La pesada pieza de madera burl viajó desde Alemania a los Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial. A diferencia de sus dueños, el mueble sobrevivió al Holocausto intacto y sin ninguna cicatriz.

La madre de Gary, Trudy Naumann Dreyer, creció en Unsleben, un pequeño pueblo al norte de Bavaria. Su padre y sus tíos tenían un comercio que proveía a los granjeros de la zona con granos y alimentos para sus animales. Trudy era hija única y acababa de terminar el primer grado de la escuela cuando el mundo colapsó.

Trudy Naumann Dreyer hablando ante un grupo de estudiantes secundarios

El antisemitismo había abandonado su escondite. "Nos llevábamos bastante bien con nuestros vecinos, pero entonces las cosas comenzaron a cambiar", recuerda Trudy, una maestra jubilada de 89 años. Yo tenía un monopatín y de repente desapareció. Alguien se lo robó. En el año 1938, los nazis llegaron y devastaron la sinagoga. Sacaron todos los libros de plegarias y la Torá y encendieron una gran fogata en la ciudad.

"Nos llevábamos bastante bien con nuestros vecinos, pero entonces las cosas comenzaron a cambiar".

"Persiguieron a todos los hombres judíos y los llevaron a la cárcel. No sabíamos qué estaba sucediendo, qué iba a pasar al día siguiente. A mi padre lo sacaron a rastras de la casa y lo golpearon brutalmente. Durante el resto de su vida tuvo cicatrices en la espalda. A las mujeres no las molestaron. Un tío lejano entró a un granero y se ahorcó".

Los nazis se llevaron a su padre a la fuerza a Dachau, un campo de concentración en Bavaria, cerca de Unsleben. La familia temió no volver a verlo nunca más.

Las piedras interrumpieron un sueño pacífico

Trudy compartía una habitación con su abuela. Una noche, arrojaron piedras por la ventana del dormitorio y los pedazos de vidrio que cayeron cortaron las piernas de su abuela. Esto se dio a conocer como Kristallnajt, la noche de los cristales rotos, cuando los nazis vandalizaron casas, escuelas y comercios judíos e incendiaron sinagogas por toda Alemania, el 9 y 10 de noviembre de 1938.

Los padres de Trudy, Natan y Thekla Naumann, habían aplicado para una visa y habían hecho los arreglos necesarios para partir del país hacia los Estados Unidos. Su visa llegó mientras Natan estaba en Dachau, y lo liberaron en 1939.

El castillo del Barón en Unsleben, Bavaria

"Fuimos muy afortunados de poder salir. Si no hubiéramos tenido ya nuestras visas, no lo hubiéramos logrado", afirma Trudy maravillada.

Ella tenía 7 años cuando la familia partió de Alemania y navegó durante un mes por el Orinoco hacia Cuba, donde pasaron un año en un gueto pobre de La Havana hasta que les permitieron entrar a los Estados Unidos. Otros parientes se dispersaron por Brasil y Sudáfrica, y todos estaban a salvo.

Cuando finalmente los Naumann entraron en la cuota de inmigrantes que podían entrar a los Estados Unidos, ellos tomaron un barco desde la Havana a Miami y luego viajaron en autobús hasta Nueva York. Allí ya había llegado un tío que recibió a Trudy y a sus padres para ayudarlos hasta que lograran arreglárselas por sí mismos.

"El primer trabajo de mi padre fue como lavaplatos en la Feria Mundial de Queens en 1939", recuerda Trudy. "En ese momento todavía no hablábamos demasiado inglés. Cuando terminó la Feria Mundial, se convirtió en fabricante de herramientas y matrices. Durante muchos años mi madre limpió casas. Conseguimos un departamento en un barrio católico".

El retorno del armario

Mientras tanto, los Naumann se reunieron con algunos de sus bienes valiosos, como el armario de art déco. Un barón alemán de Bavaria había protegido sus bienes y los de algunos otros judíos, y se los devolvió después de la guerra. "En esas áreas feudales no eran necesariamente simpatizantes de los nazis", señala Gary Dreyer.

El armario que les devolvieron desde Alemania

En su nueva vida como norteamericana, Trudy conoció a un hombre de Nueva York, que se convertiría en su esposo. La carrera de Peter Dreyer como director de estaciones de radio los llevó por todos los rincones de los Estados Unidos, y finalmente la familia se estableció en Koxville. Trudy enviudó en 1998 y tiene dos hijos y cinco nietos, varios de los cuales la acompañaron a ella y a otros 36 parientes a Unsleben cuando regresó para su primera visita desde que había huido de Europa en la Segunda Guerra Mundial.

Confrontar viejos fantasmas

La investigación genealógica de su primo hermano Fred Naumann había establecido contactos con varios residentes de Unsleben. En un momento, el alcalde de la ciudad invitó a Fred y a su familia extensa a regresar a Alemania. Algunos de los habitantes del pueblo se opusieron a la invitación, pero el alcalde y sus partidarios prevalecieron y organizaron ceremonias para honrar a los Naumann.

"El hecho de estar con todos mis parientes me hizo sentir muy cómoda. No creo que hubiera ido sola. El hecho de regresar fue más bien por curiosidad, ver quiénes vivían en nuestra casa, cómo se veía ahora Unsleben".

Los alemanes más ancianos querían olvidar el Holocausto. Los alemanes más jóvenes querían expiar por él.

"Fue un pasado traumático. Pero la generación más anciana de los alemanes no salió. Me sentí a salvo. Estaba rodeada por toda mi familia de todos los rincones de Estados Unidos, Francia, Israel y Bélgica, y habían pasado muchos años".

Su hijo Gary está de acuerdo en que los alemanes más ancianos parecían querer olvidar el Holocausto. Los alemanes más jóvenes querían expiar por él. Él nunca había querido visitar un lugar del cual su madre y sus abuelos nunca hablaron. Pero una vez que estuvieron allí, sintió que tenía un propósito.

Por ejemplo, se encontró por primera vez con muchos miembros de la familia de su madre. También disfrutó al ver cómo reaccionaban su madre y sus primos a medida que se desarrollaban los eventos del viaje. Conocieron a la hospitalaria pareja que vive ahora en la casa de Trudy y de sus padres, donde ella tenía vagos recuerdos que incluían enormes árboles de cerezas y manzanas en el patio. Fueron a la escuela donde los alumnos estaban estudiando sobre el Holocausto.

Trudy con sus dos hijos, su nuera y dos de sus nietas.

"Sentí que las generaciones tienen que saber lo que ocurrió. Cuando lo lees en un libro, es una historia antigua. Pero yo fui parte de eso. Pienso que es importante que la gente sepa que el genocidio ocurrió. Fue contra los judíos. Muchos judíos murieron, y no sólo judíos. Muchos otros fueron asesinados. Esto es parte de su historia. Y puede volver a ocurrir".

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