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Shemot, 18:27: "Y Moshé despidió a su suegro [Itró] y él se fue a su tierra".
Rashi, Shemot, 18:27, Dh: Y él se fue: "Para convertir a su familia".
En la porción de la Torá que lleva su nombre, Itró, el suegro de Moshé, visita al pueblo judío en el desierto y, convencido por los milagros del Éxodo, se une al pueblo judío. Sin embargo, decide regresar a su propio pueblo para persuadirlo de que también se convierta.
El Jidushei Lev(1) hace una observación sobre las acciones de Itró. Sabemos que el pueblo judío alcanzó un increíble nivel de cercanía a Dios en el desierto. Estaban rodeados por las Nubes de Gloria, no tenían que involucrarse en ninguna actividad física regular ni preocuparse por ganarse el sustento. Comían maná del Cielo y aprendían Torá directamente de Moshé. Es cierto que si Itró hubiera permanecido con ellos en el desierto, habría merecido aprender una gran cantidad de Torá y crecer en espiritualidad. Sin embargo, Itró decidió renunciar a todo eso y regresó con su pueblo para influir positivamente en él.
El Jidushei Lev dice que de aquí aprendemos que si Itró estaba dispuesto a abandonar al pueblo judío en el desierto para convertir a los no judíos (algo que no estaba obligado a hacer), con mayor razón nosotros debemos estar dispuestos a abandonar nuestro propio lugar de aprendizaje para ayudar a nuestros hermanos judíos,(2) a quienes estamos obligados a tratar de influir positivamente. Además, el pueblo judío cuenta con un factor adicional que no era relevante para Itró: kol Israel arevim zé lazé - que todos y cada uno de los judíos son responsables los unos por los otros. El Jidushei Lev continúa diciendo que uno no debe temer verse afectado espiritualmente por abandonar un lugar de estudio para influir positivamente en sus hermanos judíos, porque si ésa es la voluntad de Dios, no saldrá perdiendo.(3)
De hecho, el Jidushei Lev señala que el Jatam Sofer indica que uno gana cuando dedica tiempo de su propio estudio a enseñar a otros. El Talmud relata que uno de los Amoraim señaló que aprendía de sus alumnos incluso más que de sus profesores y amigos.(4) El Jatam Sofer explica que cuando una persona enseña a los demás, recibe una gran siata dishmaia (ayuda celestial) en el tiempo que dedica a su propio estudio.
A continuación, el Jidushei Lev trae una fuente rabínica comúnmente citada que parece contradecir esta idea. La Mishná en Pirkei Avot(5) describe el relato del gran rabino de la época de la Mishná, Rabí Iosi ben Kisma, a quien un hombre rico le propuso que dejara su lugar de Torá para vivir en otra ciudad que carecía de talmidei jajamim. El hombre le ofreció una inmensa cantidad de dinero para persuadir a Rabí Iosi que fuera a su ciudad. Rabí Iosi respondió: "aunque me des toda la plata, el oro y las perlas preciosas del mundo, sólo viviré en un lugar de Torá". A partir de esto, parecería que una persona no debe dejar un Makom Torá ni siquiera para enseñar Torá.
Sin embargo, el Jidushei Lev argumenta que el caso de Rabí Iosi Ben Kisma difiere significativamente de la situación contemporánea. Él entiende que el hombre rico no quería que Rabí Iosi fuera a enseñar Torá, sino a dar honor a la ciudad por contar con la presencia de un gran erudito de la Torá. Siendo ese el caso, Rabí Iosi comprendió que sería incapaz de influir en ese lugar si esa era la intención de llevarlo allí.
Rav Zev Leff hace otra observación pertinente con respecto a esta historia. Él formula una pregunta fundamental: si uno toma esta historia literalmente, que uno nunca debe dejar un Makom Torá (lugar de Torá) ni siquiera para enseñar Torá, entonces cómo podría cualquier lugar llegar a convertirse en un lugar de Torá. Más bien, debe ser que cuando un grupo de personas llega a un nuevo lugar, pueden transformar ese lugar en un lugar de Torá a través de su influencia positiva.(6) En el caso de Rabí Iosi, él habría llegado solo y su capacidad para transformar la ciudad sería muy limitada.
Podemos pensar que la lección del Jidushei Lev es muy convincente pero no demasiado pertinente para muchos de nosotros, dado que vivimos en lugares establecidos de Torá y por muchas razones, es poco práctico dejarlos para ir a un lugar que está vacío de Torá.(7) Sin embargo, todavía hay maneras de aplicar su principio en nuestras propias vidas. Una de ellas es que, incluso si una persona vive a ese lugar, sigue siendo factible que a veces se aventure a salir a otras zonas para enseñar Torá. En este sentido, el Talmud(8) dice que una persona que enseña Torá en un lugar donde no hay eruditos de la Torá, es comparable a un árbol de mirto en el desierto que es precioso para los caminantes porque es la única fuente de un aroma agradable. Por lo tanto, si es posible, una persona puede intentar, en ocasiones, visitar tales lugares para enseñar Torá. Un último punto es que hoy en día uno puede llegar a lugares distantes aun permaneciendo en su propia localidad a través de medios como el zoom y hay organizaciones maravillosas que pueden establecer jevrutas y proveer excelente material de enseñanza.
Que todos tengamos el mérito de difundir la Torá en todas las zonas donde haya judíos.
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