Escaparnos de lo que no somos

3 min de lectura

Matot (Números 30:2-32:42 )

Estamos casi en la línea de llegada. Podemos verla. Podemos sentirla. Sólo un poquito más. Pero estamos cansados. Quizás deberíamos detenernos aquí mismo y descansar…

El pueblo judío soportó 210 años de esclavitud y luego vagó 40 años por el desierto. Todo esto con el propósito de llegar finalmente a la Tierra de Israel, que le había sido prometida a Abraham. Ahora el objetivo estaba a la vista, estábamos a punto de recibir las instrucciones finales para el momento climático de la conquista de la Tierra. Entonces las tribus de Reubén y Gad se acercaron a Moshé. Sorprendente e inesperadamente, en vez de compartir la palpable emoción del momento, ellos declararon que preferían establecerse en la tierra fuera de Israel.

Ellos explicaron que en un nivel práctico la tierra fuera de Israel era más adecuada para la pastura, lo que beneficiaría su negocio como pastores. Si bien esta explicación parece lógica y nos enseña la importancia de las prioridades, ¿cómo es posible que en un nivel emocional e ideológico las tribus de Gad y de Reubén no se hayan sentido motivadas por la emoción de la nación ante la eminente entrada a su patria después de tantos años de deambular por el desierto? Esa era la tierra que Dios les había prometido a ellos, a sus ancestros, como una tierra de la que fluía leche y miel (Éxodo 3:8). ¿Y ellos elegían no tener parte de esa tierra? Sin duda esta decisión tiene que haber sido motivada que algo más que simples razones económicas.

Reubén y Gad eran primogénitos. De los primogénitos se esperaba que fueran los líderes de sus familias y en consecuencia tenían un estatus privilegiado. Sin embargo, tanto para Reubén como para Gad asumir las responsabilidades del liderazgo no era algo natural. Gad es el primogénito de Zilpá (la sirvienta de Leá) pero no recibió realmente el estatus de primogénito porque no nació de una de las matriarcas. En contraste, Reubén recibió el estatus de primogénito pero eventualmente lo perdió.

La estrategia de liderazgo de Reubén no era de trabajo en equipo. Él tendía a tomar el control completo de ciertas situaciones, sin dar la oportunidad de que otros se unieran a la tarea. El ejemplo más obvio de esto fue su plan para salvar a Iosef del plan de los hermanos de matarlo (Génesis 37:18-22). En vez de tratar de convencer a sus hermanos para que no mataran a Iosef, Reubén sugirió que lo arrojaran a un pozo y lo dejaran morir allí, pero su plan era regresar solo más tarde y sacarlo. Tal vez si hubiera alentado a sus hermanos a no cometer fratricidio, hubiera tenido éxito y Iosef no hubiese sido vendido como esclavo.

Reubén es un ejemplo clásico de un líder sin seguidores y sin una estrategia.

Todos tenemos ideas de lo que se supone que debemos hacer con nuestras vidas y quiénes se supone que debemos ser. A veces, nuestra visión se forma a partir de fuerzas externas, por ejemplo, la presión por entrar a la profesión que espera nuestra familia o asemejarnos a nuestros hermanos. Y a veces, nuestras ideas se forman por nuestras propias creencias y sueños internos.

¿Pero qué ocurre cuando tratamos de ser algo que en verdad no somos?

Reubén era un primogénito, y como tal le fue impuesto su estatus de liderazgo. Él no escogió convertirse en un líder, y no fue una habilidad que le surgió de forma natural. Por eso, sin darse cuenta, continuó tomando malas elecciones de liderazgo. Cuando finalmente comprendió que su enfoque del liderazgo no estaba funcionando, no trató de mejorar su técnica ni de buscar su propio estilo. En cambio, se escapó e invitó a otro primogénito rechazado, a Gad, a que lo acompañara en otro lugar geográfico, donde juntos podrían ser líderes sin seguidores. Sin embargo, esa decisión implicaba que debían separarse de todos los demás. Reubén simplemente no podía enfrentar la humillación pública de no cumplir lo que él consideraba que era el rol del primogénito.

Eventualmente, los derechos del primogénito fueron transferidos a la tribu de Levi. La Torá describe que la tribu de Levi no recibió derecho sobre ninguna porción específica de la tierra, sino que se dispersó por todo Israel (49:7). Esto refleja la naturaleza de un verdadero líder: alguien que guía desde adentro, entre el pueblo; alguien que inspira a los demás y crece con los otros. Los levitas no eran literalmente los hijos primogénitos, pero su naturaleza contaba con el rol del liderazgo.

La parashat Matot nos recuerda que a veces podemos tener errores respecto a quienes se supone que debemos ser y lo que se supone que debemos hacer. Algunas cualidades no nos surgen naturalmente. Algunas incluso se oponen a nuestras inclinaciones naturales básicas. En esos casos, debemos tratar de enfocarnos en nuestras potencialidades y talentos latentes en vez de aferrarnos artificialmente a cualidades que evitan que podamos llegar a concretar nuestro verdadero destino.

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