Eso es un judío religioso

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Nasó (Números 4:21-7:89 )

Robarle a cualquiera está prohibido, pero robar a un guer, a un converso recto, es un pecado especialmente despreciable. Nuestros Sabios nos dicen (Sifri 5:13) que la Torá considera que estas personas son "infieles a Dios". ¿Por qué? El Sforno explica que robarle a un guer también es un jilul Hashem, una profanación del Nombre Divino.

Podemos imaginar la escena. Un gentil llega a comprender que la Torá es la verdad y que el pueblo judío es el pueblo elegido. Su corazón arde de deseo de unirse a esa elite. Trabaja duro. Se rodea de la santidad del pueblo judío. Estudia. Aprende. Finalmente es aceptado como un converso y entra bajo las alas de la Shejiná, por así decirlo. Va a la sinagoga para Minjá, deja su maletín y se une a la congregación. Se siente espectacular. Termina sus plegarias y va a buscar su maletín, pero este ha desaparecido. ¡Obviamente se lo robó otro judío! ¡Qué humillación para el pueblo judío, para la Torá, para la sagrada Shejiná! Este ladrón, quienquiera que sea, no sólo cometió un crimen de robo contra el propietario del maletín. Él cometió un espantoso jilul Hashem.

La gente tiende a pensar en jilul Hashem como una transgresión de grandes proporciones, pero no es así. El Talmud nos dice (Ioma 86a): "¿Qué se considera un jilul Hashem? Rav dijo: 'Si yo compro carne al carnicero y no pago mi cuenta de inmediato'". Mientras más elevado es el judío, mayor potencial de jilul Hashem hay en sus actos. Para alguien del nivel de Rav, todo lo que hacía falta para que hubiera jilul Hashem era algo pequeño, como no pagarle a tiempo al carnicero. Las personas admiran a los grandes rabinos como modelos a seguir. Por lo tanto, las personas elevadas tienen una responsabilidad adicional de actuar con mucho cuidado y premeditación. El honor de Hashem depende de lo que ellos hacen.

El Rambam escribe (Yad, Hiljot Iesodei HaTorá 5:11) que no sólo un gran rabino como Rav, sino "cualquier persona elevada, reconocida por su piedad" que transgrede incluso algo muy pequeño, es culpable de jilul Hashem. Si las personas de su generación lo toman como modelo, entonces tiene la misma responsabilidad que Rav en su generación.

Llevando este razonamiento un paso más lejos, Rav Iaakov Weinberg, mi Rosh Ieshivá, sugirió que en nuestra época cada judío ortodoxo es considerado "una gran persona reconocida por su piedad". Nos guste o no, estemos o no de acuerdo, millones de judíos no observantes nos ven a todos como sagrados rabinos que sirven a Dios todo el día, cada día, y miden nuestros actos de forma acorde. Un judío no observante se estremecerá y se escandalizará si se le adelanta un auto conducido por una persona con barba y sombrero negro, y que quizás tiene en la ventanilla trasera una pegatina promoviendo el Shabat o protestando contra el lashón hará. Esto es tan malo o incluso peor que no pagarle a tiempo al carnicero. Es un jilul Hashem con todas las letras.

Esta obligación también incluye el hecho de tratar a todas las personas con la debida cortesía. Si trabajas en un lugar con gentiles, por cierto no debes socializar con ellos, pero tienes que decir: "Buen día".

No importa si no te encuentras entre los grandes rabinos de la generación. No importa si no eres un erudito de la Torá. Estas personas no reconocen la diferencia. Ellos te ven y dicen: "Ese es un judío ortodoxo". En lo que respecta al jilul Hashem, eso automáticamente te convierte en una "gran persona, que se destaca por su piedad".

El dilema de Netanel

La pesadilla de cada niño que hace bar mitzvá es tener que leer la parashat Nasó, que tiene ciento setenta y seis versículos, más que cualquier otra parashá de la Torá. Por lo menos eso es lo que yo pensaba cuando era un niño. Pero en verdad, Nasó no es una parashá tan difícil. El final de la parashá describe las ofrendas de dedicación que llevaron los doce príncipes de las tribus, y todas fueron idénticas. El niño del bar mitzvá termina leyendo doce veces un grupo de versículos realmente considerable. Eso no debería ser tan difícil, ¿verdad?

Pero, ¿a qué se debe esto?

El Midrash relata que el príncipe de Iehudá, Najshón ben Aminadav, llevó su ofrenda y luego era el turno de Netanel ben Tzuar. Él enfrentó un dilema: ¿Qué debía ofrendar? ¿Cuáles serían las ramificaciones de su decisión?

Vamos a explicarlo usando la analogía de un bar mitzvá. No es raro que una sinagoga tenga cada Shabat otro bar mitzvá, incluso durante doce semanas consecutivas. Ahora digamos que la comida servida en el primer bar mitzvá fue una ensalada de frutas, un cuarto de pollo, una porción de kúguel de papa, zanahorias glaseadas y, de postre, helado de chocolate. Todo estuvo muy bello y agradable.

Ahora llega la segunda semana. La madre del niño que hace bar mitzvá en segundo lugar, tiene un problema. ¿Qué debe servir? No puede servir ensalada de fruta, un cuarto de pollo ni kúguel de papa. ¿El mismo menú dos semanas seguidas? Sería el hazmerreír de la comunidad. Por eso decide servir una chuleta de pollo y tarta de brócoli. Todo va bien. Se ha evitado un desastre.

Ahora llega la tercera semana. La madre de este niño considera la gravedad de la situación. No puede servir pollo, chuletas de pollo, kúguel de papa ni tarta. Olvídate de ensalada de fruta y helado de chocolate. Esta situación obviamente demanda que el menú sea bistec y espárragos al grill. Para postre, tarta de merengue de limón.

Puedes imaginar la ansiedad al llegar a la duodécima semana. ¿Qué pueden llegar a servir en ese bar mitzvá? Tendrán que encontrar los alimentos más exóticos, y se verán obligados a pagar precios exóticos.

Esto fue lo que pasó por la cabeza de Netanel ben Tzuar. No bar mitzvot, sino la escalada. Najshón ben Aminadav ya había llevado su ofrenda. Si Netanel iba un paso más allá de Najshón, la historia no tendría fin. La presión se incrementaría, así como el enojo, el resentimiento, la envidia y sin duda también el lashón hará.

Por eso Netanel ben Tzuar hizo algo maravilloso. Él llevó exactamente la misma ofrenda que Najshón. Eso permitió que los que venían después de él hicieran lo mismo, y por eso todas las ofrendas fueron idénticas. Netanel fijó el tono. Todos los judíos son iguales.

El Midrash concluye diciendo que Hashem manifestó Su placer de una forma inusual. En Shabat nunca se lleva un korbán iajid, una ofrenda privada, sino sólo una ofrenda comunitaria. Sin embargo, las ofrendas de los príncipes de las tribus fueron llevadas durante doce días consecutivos, incluyendo el Shabat, a pesar de tratarse de korbanot iajid.

Debido a que estas ofrendas fueron deliberadamente idénticas para evitar el odio y la envidia, debido a que promovieron un sentido de comunidad y armonía, Hashem las consideró como korbanot tzibur y permitió que las llevaran incluso en Shabat.

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