Esta no es la vida que yo pedí

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Puede que tengas razón, pero es la que recibiste y tu trabajo es aprovecharla al máximo.

Mi hija fue a una clase llamada: “Esta no es la vida que yo pedí”. Sólo escuchar el título me hizo volver a la realidad.

La vida no es una historia de Disney y Dios no es el hada madrina que vuelve realidad nuestros deseos. Apenas dejamos de lado esa fantasía, podemos aceptar lo que hemos recibido.

No me refiero a hacerlo de mala gana, sino a poder reconocer verdaderamente todo el bien que Dios nos ha dado y dejar de anhelar otras cosas.

¿Cuántas veces decimos que esta no es la forma como imaginamos que resultaría nuestra vida? Por lo general no lo decimos con asombro, sino con pena y desilusión.

La vida es mucho mejor en nuestras fantasías, en la imaginación, en nuestros sueños que en nuestro real aquí y ahora (o por lo menos eso es lo que pensamos).

Pero en verdad eso es imposible, porque transgrede demasiados principios básicos del entendimiento judío, empezando por el hecho de que Dios nos ama y quiere darnos lo que es bueno, y siguiendo con la idea de que Él puede darnos cualquier cosa que Él (o nosotros) desee. Si Dios pensara que es para nuestro beneficio, lo tendríamos.

Debe ser (redoble de tambores) que mi sueño de cómo mi vida mejoraría es completamente erróneo. ¿Puedes creerlo?

Muchos lo sabemos. Entendemos que Dios es todo bondad y todo lo bueno. Reconocemos que Él no tiene una cantidad finita para repartir entre todos los que le suplican. Él podría darnos cualquier cosa. Si no la tenemos, no sólo no la necesitamos, sino que de hecho puede llegar a ser dañina.

Podemos bajar el tono de voz, pero seguimos murmurando: “Esta no es la vida que yo pedí”. Entra a la fuerza, nos encuentra desprevenidos y nos desanima.

Contra el fuego tenemos que luchar con fuego. Debemos respondernos: “Tienes razón. No es la vida que pedí. Pero es la que tengo, y mi trabajo es aprovecharla al máximo”.

De hecho, si estoy realmente sintonizada con la obra de mi Creador, puedo llegar a reconocer que no sólo es la vida que tengo, sino que debido a su Fuente en verdad debe ser mejor que la vida de mis sueños.

Es difícil llegar a ese lugar. ¡Todavía más difícil es mantenerse! Es difícil aceptarlo. Es difícil desprenderse de lo que tanto imaginamos, dejar de creer que nosotros entendemos mejor.

Pero reconocer que la vida que tenemos es superior a la que pedimos libera, da fuerzas y puede llevar a la felicidad que surge de tener confianza en que Dios, quien me ama y dirige el show, me ha dado las herramientas perfectas para tener la mejor vida posible. ¿Acaso no era eso lo que yo pedí?

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