Gal Gadot gana el "premio nobel judío"


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Irán cruzó la línea roja. Israel y Estados Unidos respondieron, y el mundo observa un nuevo amanecer.
La noche del sábado, la historia dio un giro.
En una espectacular operación militar, Estados Unidos lanzó bombas perforadoras de búnkeres y misiles de crucero contra Fordo, Natanz y Esfahan, las tres principales instalaciones nucleares de Irán. Los sitios fueron, en palabras de Trump, “completamente y totalmente obliterados”.
Esto no fue simplemente una noticia militar y política. Este es un momento espiritual, el cumplimiento de décadas de plegarias. Un punto de inflexión en la historia judía y mundial.
El presidente Trump, al anunciar el ataque estadounidense, se emocionó y agradeció a Dios.
El profeta bíblico Daniel describe una visión de cuatro bestias, que representan a cuatro imperios que oprimen a Israel. El “oso” simboliza a Persia, la actual Irán. El Talmud explica que el Imperio Persa —agresivo, irracional, indómito— “no da descanso, así como los osos”.
En nuestros días, la antigua profecía cobró vida cuando los mulás enloquecidos de Irán irrumpieron en la era nuclear con la misma agresividad brutal señalada por los sabios talmúdicos.
Su objetivo: lanzar una guerra apocalíptica que inaugure una “era mesiánica” de dominación global bajo la forma más extrema de la ley islámica sharia. Durante décadas, el culto a la muerte yihadista de Irán predicó “¡Muerte a Estados Unidos!” y “¡Muerte a Israel!”. No como meros eslóganes, sino como políticas.
Irán nunca detendría su búsqueda de la bomba, hasta que se le obligara hacerlo.
Durante décadas, Irán financió a grupos terroristas —Hamás, Hezbolá, Hutíes, etc.— que atacaban a Israel, asesinaban a inocentes y fomentaban la inestabilidad en Medio Oriente y más allá. Occidente sufrió las atrocidades iraníes, ya fuera por los 241 marines masacrados por Hezbolá o por los militantes que asaltaron la embajada estadounidense en Teherán, manteniendo a 52 personas como rehenes durante 444 días.
Durante décadas, frente a la pesadilla irreversible de un estado yihadista con armas nucleares, Occidente postergó la situación, empleando una tibia mezcla de diplomacia y sanciones, nunca suficiente para asustar al oso.
Irán nunca detendría su búsqueda de la bomba, hasta que se le obligara hacerlo.
Durante décadas, Netanyahu advirtió en los foros diplomáticos internacionales.
Hace diez días, Irán cruzó la última línea roja, creando una amenaza existencial para Israel. Con todo su legado en juego, Netanyahu autorizó un ataque preventivo. ¿Su justificación? Aritmética moral talmúdica: “Si alguien viene a matarte, levántate temprano y mátalo tú primero”.
Pero entendió que semejante carga es demasiado pesada para que una sola persona la cargue. En la víspera del ataque, fue al Muro Occidental —el corazón eterno de Israel— y rezó para que la misión tuviera éxito.
Estamos viviendo un momento que será recordado para siempre.
Durante nueve días, cazas de la Fuerza Aérea israelí bombardearon Irán con oleadas de ataques de precisión, estableciendo control total del espacio aéreo iraní y despejando el camino para el histórico ataque estadounidense del sábado por la noche.
La campaña contra Irán evoca la Guerra de los Seis Días por su precisión, audacia y consecuencias históricas —y una clara demostración de la mano guiadora de Dios. Estamos viviendo un momento que será recordado para siempre.
Finalmente, el oso ha sido desarmado.
Ya hemos visto este guion antes. En la Torá, el faraón tuvo diez oportunidades de rendirse. Pudo haber evitado la ruina de su nación, liberado a los judíos y salvado su trono. En cambio, el faraón eligió la terquedad. En cada etapa, Egipto sangró un poco más, hasta la plaga final: la muerte de los primogénitos.
La lógica del mal prefiere el martirio a la rendición.
Así también con Irán. Ninguna cantidad de diplomacia, sanciones o advertencias pudo disuadir al apocalíptico ayatolá de su objetivo de obtener armas nucleares. Solo una presión militar aplastante puede superar las barreras culturales y psicológicas y llevar a la rendición.
Con los ataques israelíes y estadounidenses sobre Irán, Israel y el mundo libre están, por ahora, libres del espectro de un Irán nuclear.
Israel nombró su operación militar con un peso psicológico y bíblico, basándose en la descripción que Bilam hace del pueblo judío como “un león que se levanta” (Números 23:24).
El león simboliza el coraje y la fuerza. El león ataca con propósito y solo cuando es provocado.
Después del 7 de octubre, Hamás descubrió las consecuencias de despertar al león dormido.
Irán ahora ha cometido el mismo grave error.
Declaramos en la Hagadá de Pésaj: “En cada generación, se levantan para destruirnos, pero Dios nos salva de sus manos”.
Este es uno de esos momentos: Israel, con fuerza sobrenatural y respaldado por la justicia divina, cumple su destino bíblico de derrotar al mal que busca nuestra aniquilación.
La disuasión israelí ha quedado firmemente establecida. Ahora estamos más seguros dentro de nuestras fronteras que nunca antes.
La unidad y el orgullo judío nunca han sido más fuertes. Un gran peso ha sido levantado de nuestros corazones.
Sin embargo, esta guerra no ha terminado. El oso está herido, pero sigue siendo peligroso. Irán aún posee 1.000 misiles balísticos y ahora amenaza con cerrar el estrecho de Ormuz, el punto de estrangulamiento petrolero más importante del mundo. Además, las células terroristas iraníes están plantadas por todo el mundo esperando ser activadas.
Pero como escribió el rey David, "el Dios de Israel no duerme ni reposa". Dios está con nosotros en esta guerra y espera nuestras plegarias.
Recen por la protección de nuestros valientes soldados. Recen por la seguridad del frente interno.
El oso ha rugido. Pero el león que se levanta, el león de Iehudá —una voz de verdad y justicia— ruge eternamente más fuerte.
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Boker tov!! No sabía que Israel identificaba el oso como Persia. Pueden explicar que significan las otras bestias del libro de Daniel?