Ester

16 min de lectura

Revelando lo oculto para toda la eternidad.

Mención en la Torá

¿En dónde oímos sobre Ester en la Torá? [Dice en Deuteronomio 31:18:] “Y me ocultaré, con certeza ocultaré Mi rostro de ellos” (Talmud Julín 139b).

El Talmud asume que la Torá debe aludir implícitamente a Ester y la historia de Purim, a pesar de que su aparición en la escena de la historia judía haya ocurrido muchos siglos después. Sin embargo, Ester es un personaje tan importante y tiene tanto para contribuir a nuestro legado nacional, que ciertamente debe aparecer en algún lugar de los Cinco Libros de Moshé.

La alusión a Ester en la Torá es una descripción de ocultamiento y desesperación. Como consecuencia de que el pueblo judío se distanció de Dios, Dios ocultó Su rostro de ellos al punto en que ya no lo percibían en sus vidas.

Obviamente Dios nunca deja por completo al pueblo judío, pero los eventos casuales y sin sentido hacen parecer que lo hubiera hecho.

La historia de Purim ocurrió en un período con esas características. El pueblo judío asistió en masa al festín de siete días que brindó Ajashverosh, se entregó a los placeres de la cultura hedonista persa y dejó el judaísmo detrás. En el Cielo fue pronunciado un decreto:

Satán se paró delante de Dios y le dijo [que los judíos habían pecado en el festín], y dijo: “Amo del Universo, ¿hasta cuándo seguirás con esta nación que aleja su corazón de ti?”. En ese momento, Dios dijo: “¿Para qué necesito a esta nación para la que hice tantos milagros? Exterminaré su existencia”. De inmediato Dios le dijo al Satán: “Tráeme un rollo y escribiré destrucción en él” (Midrash Ester Rabá 87:13).

El ocultamiento estaba a punto de comenzar con fuerza. Porque como bien sabemos, el nombre de Dios no es mencionado en ningún lugar de la Meguilá.

Los nombres y la personalidad de Ester

“Había un hombre judío en Shushán la capital, cuyo nombre era Mordejai, el hijo de Iair… de la tribu de Biniamín… Crió a Hadasa, ella es Ester, la hija de su tío, porque ella no tenía ni padre ni madre. La joven era hermosa de forma y apariencia y, cuando murieron sus padres, Mordejai la adoptó como su hija” (Ester 2:5-7).

En su primera aparición, Ester aparece con dos nombres: Hadasa y Ester. Hadás es un ‘mirto’, como explica el Talmud (Meguilá 13a):

Hadasa: las hojas de mirto tienen dulce aroma y son usadas como una metáfora para describir a la gente recta.

Ester: de la raíz hester, ‘oculto’, ya que mantuvo ocultas sus palabras (cuando se rehusó a revelar su nacionalidad al ser elegida como reina). También es similar a la palabra persa estehar, que significa ‘luna/media luna creciente’, una referencia a su belleza; las naciones la veían y decían que era hermosa como la luna.

Estas explicaciones apuntan a la belleza de Ester (el sentido de la vista), la fragancia del mirto (el sentido del olfato) y el ocultamiento asociado a su nombre. Quizás se genere una situación en la que Ester necesite usar todos sus sentidos para abrirse paso en el laberinto de lo oculto rumbo hacia la claridad y la luz.

Ester era la prima de Mordejai, por lo que provenía de la tribu de Biniamín, el hijo de Rajel. Como tal, compartía algunos rasgos con Rajel y sus descendientes. Por un lado, era hermosa de forma y aspecto, descripción que también recibió Rajel (Génesis 29:17). De acuerdo al Talmud, Ester es considerada una de las cuatro “bellezas” del mundo (Meguilá 15a).

El silencio de Ester, o la capacidad de guardar un secreto, también pareciera venir de la familia:

Rajel sobresalió en el arte del silencio (cuando le ocultó a Yaakov el cambio con Leá en la boda). Además, todos sus descendientes ocultaron información: Biniamín sabía sobre la venta de Iosef y no la reveló. Shaúl: “y el tema de la (coronación de) reinado no contó”. Ester: “Ester no reveló su lugar de nacimiento ni su nación” (Midrash Bereshit Rabá 71:5).

El silencio, o la capacidad de guardar un secreto, es un rasgo fundamental de Ester, heredado de su ancestro Rajel, quien se rehusó a revelar el secreto de Lea en el día de su boda. Aparentemente se trata de una habilidad, o un arte, que no sólo es resultado de una compasión extrema (como en el caso de Rajel), sino también una expresión de humildad, modestia y la disposición para dejarse a uno mismo de lado en pos de una causa superior. Al rehusarse a revelar información privada, la persona parece estar dispuesta a permitir que una autoridad superior asuma el control de los eventos sin tener ella un rol activo en el cambio del curso de la historia.

En el caso de Ester, acepta sobre sí la autoridad de Mordejai:

Ella no reveló su nacionalidad ni su lugar de nacimiento porque Mordejai así le ordenó. Ester continuó haciendo como Mordejai le dijo, como había hecho mientras estaba bajo su cuidado (Ester 2:20).

La modestia, o la tzniut (ocultamiento, cubrimiento) también es mencionada como un rasgo de familia de Ester:

En recompensa a su tzniut ‘modestia’, Rajel ameritó que Shaúl descendiera de ella. Y en recompensa a la tzniut de Shaúl, éste ameritó que Ester descendiera de él (Talmud Meguilá 13b).

Vemos la personalidad de Ester tomar forma desde un inicio como una joven hermosa, recta, modesta, retraída, tímida y tranquila que crece huérfana en el hogar de Mordejai, a quien le permite hacerse cargo y bajo cuya autoridad se somete.

No tenía ningún interés en asumir una posición de realeza ni de hacerse pública ni obvia en ninguna forma:

Cuando llegó el turno de Ester… de venir al rey, ella no pidió nada. Lo que sea que Hagai… —el guardia de las mujeres— dijo, ella hizo, y Ester encontró gracia en los ojos de todos quienes la veían (Ester 2:15).

El enfoque de Ester era el opuesto al de las otras mujeres: las demás querían embellecerse para el rey, mientras que Ester prefirió ser mirada con desprecio para poder volver rápidamente a la casa de Mordejai (Menot Haleví, Rav Shlomó Elkabetz).

Los hijos de Rajel vs. Amalek

Es interesante notar que cada vez que el pueblo judío confronta a Amalek, el enemigo acérrimo del pueblo judío, la batalla es liderada por un descendiente de los hijos de Rajel: Iosef o Biniamín. La primera batalla, en la que el pueblo judío se enfrentó a Amalek después de salir de Egipto (Éxodo 17:9), fue luchada por Yehoshúa, hijo de Nun, de la tribu de Efraím hijo de Iosef. La segunda vez fue luchada por el Rey Shaúl, hijo de Kish, de la tribu de Biniamín (Samuel 1, 15:1-3). En nuestra historia, Ester y Mordejai, de la tribu de Biniamín, confrontan a Hamán el amalekita.

Pareciera haber una compatibilidad específica entre los hijos de Rajel y la derrota de Amalek, el nieto de Esav.

Rajel siempre estuvo destinada a ser la esposa de Yaakov, a diferencia de Leá que inicialmente estaba destinada a casarse con Esav. Como resultado, sus descendientes (de Leá) no tienen la fortaleza necesaria para ser la némesis espiritual de Esav (Tiféret Tzión, Bereshit Rabá 73:5).

El Midrash (Tanjumá, Ki Tetzé) describe una batalla moral entre Esav y los hijos de Rajel. Esav puede argumentar contra todas las tribus que no son mejores que él, pues también actuaron mal con su hermano al venderlo a la esclavitud y conspirar para matarlo. Sin embargo, esta afirmación no es cierta respecto a Iosef (quien fue vendido) ni a Biniamín (que no estaba en el momento de la venta).

En general, pareciera que los descendientes de Iosef y Biniamín están destinados a luchar y a superar a Amalek a lo largo de las generaciones. Específicamente Mordejai, de la tribu de Biniamín, tenía una aversión distintiva a reverenciarse ante Hamán, mientras que los otros judíos racionalizaron que el peligro superaba toda dificultad halájica. Como describe el Midrash (Ester Rabá 87:9):

Mordejai dijo: “Moshé nos advirtió en la Torá: ‘Maldito es el hombre que hace una estatua…’. ¡Este hombre malvado (Hamán) está haciendo de sí mismo un ídolo! Yo en particular [no debería reverenciarme], dado que nací en la casa del rey (es decir, todas las tribus nacieron fuera de Israel y mi ancestro nació en Israel).

De inmediato, esto fue reportado a Hamán, quien respondió: “Tu abuelo Yaakov se reverenció ante mi abuelo [Esav]”.

Y Mordejai respondió: “Biniamín no había nacido aún cuando ocurrió ese evento”.

Mordejai afirma tener una razón especial para hacerse respetar frente a Hamán: nació en el palacio, la casa de Dios, la Tierra de Israel. Sólo Dios puede ser su jefe. Más aún, la excusa de Hamán sobre Yaakov reverenciándose ante Esav en el pasado no aplica a Mordejai, dado que su ancestro Biniamín no fue parte de ese evento.

El camino de Ester a la determinación

En la historia de Purim, Ester es llevada al palacio del rey por la fuerza: “Y Ester fue llevada a la casa del rey” (Ester 2:8). Ester no tenía ningún interés en ser reina, y a pesar de que las demás mujeres se arreglaron y pusieron bonitas para agradarle al rey, Ester permaneció oculta en la casa de Mordejai (por tres años) hasta que fue finalmente encontrada y sacada a la fuerza por los oficiales del rey. E incluso en ese momento “no pidió nada” para hacerse más deseable.

Este debe haber sido un evento oscuro y devastador en su vida, especialmente de acuerdo a los comentarios que dicen que Ester estaba casada con Mordejai.

“Todos los días Mordejai iba al frente del palacio”. Mordejai decía: “¿Puede ser que esta mujer recta deba estar casada con un hombre tan despreciable? Quizás en el futuro le ocurrirá algo al pueblo judío y ella estará en posición para salvarlos” (Mejilta Beshalaj - Amalek 52).

Mordejai pensó que, si algo tan trágico le ocurría a una joven tan recta como Ester, debía haber algo pronto a ocurrir en el destino judío que lo necesitara. Sin embargo, Ester no tenía el beneficio de tal indicio. Ella tan sólo pasaba sus días y meses en el palacio y, tal como le había sido ordenado por Mordejai, ocultando su identidad e intentando practicar el judaísmo en secreto. Su relación con Mordejai no era pública y se comunicaba con él por medio de un mensajero, una de sus sirvientas.

Mordejai se enteró (mediante profecía) del serio decreto que se había forjado en el Cielo en contra del pueblo judío y del decreto homólogo que había sido enviado por Hamán y Ajashverosh para destruir a todo hombre, mujer y niño judío. Entonces desgarró sus ropas y se lamentó por las calles de Shushán, “llorando un llanto fuerte y amargo” (Ester 4:1). Ester se enteró del extraño comportamiento de Mordejai y lo consideró algo poco característico de él y de su tribu. “La reina estaba muy sobresaltada” (Ester 4:4). Le envió ropas para que vista y le dijo que se quitara el saco. Ester no estaba acostumbrada a demostraciones públicas de emoción como esa: Biniamín era la tribu especialista en ocultar y callar. Desgarrar las ropas y caminar por las calles gritando era extremadamente inapropiado.

Cuando Ester no consiguió persuadirlo para que se calmara, le preguntó qué ocurría y Mordejai le envío el siguiente mensaje:

“El hijo de la casualidad (Amalek) ha venido sobre nosotros, como dice (Deuteronomio 25:18): ‘Quien se topó contigo en el camino’” (Midrash Ester Rabá 8:5).

Mordejai le dijo a Ester que Hamán era descendiente de Amalek y que era una amenaza seria para el pueblo judío. Le pidió a Ester que “vaya donde el rey y le implore y le pida por la nación”. En un principio, Ester respondió con duda: “Todos saben que si un hombre o mujer va donde rey sin invitación, la ley es que es asesinado. Yo no he sido llamada al rey en 30 días” (Ester 4:11, parafraseado).

Ester asumió que el rey pronto la llamará, y entonces podría intentar ayudar. Ester no advirtió la urgencia del asunto, dado que el decreto sería llevado a cabo recién en el mes hebreo de adar, 11 meses después. Ester pensó que tenía tiempo para actuar y que no necesitaba arriesgar su vida.

Mordejai le contestó con una dura advertencia, casi una amenaza: “No creas que escaparás en la casa del rey del resto de los judíos. Porque si callas ahora, el alivio y la salvación le llegará al pueblo judío desde otro lugar, y tú y la casa de tu padre se perderán” (Ester 4:13-14).

Pareciera que Mordejai intentaba hacer que Ester entendiera la inminencia del desastre y el alcance de la tragedia, aunque no podía transmitir por medio de Jataj (la mensajera) todos los detalles de su información profética. También le aclaró a Ester que si bien la modestia y el silencio son en general rasgos importantes, hay un tiempo y un lugar en el que uno tiene que hablar y actuar enérgicamente.

“Por medio de una pista, le dijo que la casa de su padre era responsable de la tragedia porque (el Rey Shaúl) no eliminó a Amalek por completo y que era su misión reparar este error” (Menot Haleví, Rav Shlomó Elkabetz).

Ester no tardó en entender el mensaje. Desde ese momento en adelante, su personalidad dio un giro. Se convirtió en la iniciadora, la líder activa, la que toma decisiones y la comandante. Ya no ejecutaba ciegamente las órdenes de Mordejai, sino que ahora ella le daba órdenes a él:

“‘Ve y reúne a todos los judíos… y ayunen para mí… tres días y noches, y yo y mis sirvientas haremos lo mismo. Y yo iré al rey, no conforme a la ley. Y si soy perdida, soy perdida’. Y Mordejai pasó (transgredió) e hizo todo lo que Ester le ordenó hacer” (Ester 4:16-17).

“Tres días y noches” son el 13, 14 y 15 de nisán. Mordejai le respondió: “¿Pero no es uno de esos días la primera noche de Pésaj?” Ella respondió: “Anciano de Israel, si no queda el pueblo judío, ¿para quién es Pésaj?”. Mordejai inmediatamente entendió y admitió que ella tenía razón (Ester Rabá 8:7).

“Y Mordejai pasó”: Transgredió, es decir, ayunó en el primer día de Pésaj (Talmud Meguilá 15a).

Ester concluyó que todo el pueblo judío tenía que unirse para evitar esta catástrofe. ¡Entonces, le ordenó a Mordejai transgredir las leyes de la Torá de comer matzá, beber vino y celebrar el Séder de Pésaj, y le pidió que le instruya a todo el pueblo judío hacer lo mismo! Ester era una profetiza y, como tal, podía ordenar violar una ley de la Torá de forma temporal. Desde ese momento en adelante, tomó el manto de la profecía y actuó con la determinación y el coraje propios de una reina.

Arriesgando su vida

Al elegir aceptar el desafío de Mordejai de presentarse ante el rey sin ser llamada y contarle sobre el complot de erradicar a su nación, Ester estaba arriesgando su vida por el bien del pueblo judío. Pero en realidad estaba haciendo más que eso.

"Me presentaré ante el rey, no conforme a la ley. Y si soy perdida, soy perdida” (Ester 4:16). [Ester estaba diciendo] “Así como seré perdida de la casa de mi padre, también lo estaré para ti [Mordejai]” (Talmud Meguilá 15a).

De acuerdo a una opinión del Talmud, Ester estaba casada con Mordejai. A pesar de haber sido forzada a vivir con Ajashverosh, Ester conservó su estatus de mujer casada y, de acuerdo a la ley judía, podría continuar siendo la esposa de Mordejai apenas terminara la situación con Ajashverosh. Sin embargo, en este punto de quiebre, Ester planeaba acercarse a Ajashverosh “por voluntad propia”. Temía que esto cambiara su rol en la relación de pasivo a activo y que por lo tanto quedara prohibida —al ser considerada una mujer adúltera— de volver a Mordejai, su marido. Con las palabras “me acercaré al rey, no conforme a la ley”, Ester no sólo se refería a la ley del reino, sino también a la ley judía.

Ester asumió un riesgo doble, tanto físico como espiritual, por el bien de una causa mayor. “Si no hay nación judía, ¿para quién es Pésaj?”. Toda la Torá es para el pueblo judío. Si están en riesgo de aniquilación, ¿qué otras consideraciones podrían aplicar? Ester ahora se veía a sí misma como la catalizadora de la redención. Ya no era una niña de una familia específica con su propio conjunto particular de circunstancias. Ahora estaba asumiendo la responsabilidad por la nación.

Haciendo un plan

Ester no se comportó con ligereza. Estaba decidida a salvar al pueblo judío de la manera más efectiva. Primero, haciendo que toda la nación ayune durante tres días y noches, preparó la escena para la misericordia y la compasión de Dios. Luego, recién en el tercer día, se vistió con ropas reales y se acercó a la recámara del rey.

Rabí Leví dijo: “A medida que Ester se acercaba a la casa de idolatría, la presencia de Dios la abandonaba; ella dijo: ‘Dios, oh Dios, por qué me has dejado’ (Salmos 22). ¿Podría ser que me juzgues como alguien premeditado y voluntario, en lugar de alguien que está obligado a transgredir?” (Talmud Meguilá 15b).

El Talmud nos muestra lo que ocurría en el interior de Ester: estaba hundida en la oscuridad absoluta, sin sentir a Dios en su interior. Ella no tenía idea si era aprobado por Dios lo que estaba haciendo o no. ¿Quizás Dios consideraba que su acción era inapropiada? Su profecía le falló cuando más la necesitaba.

Físicamente ocurrió lo mismo: Ester estaba en el tercer día de ayuno. ¡Cómo se debe haber visto! Estaba arriesgando seriamente su vida al ir donde el Rey en ese estado. Sin embargo, entendía que lo natural no es un factor en la ecuación de salvación. Ester estaba absolutamente convencida de que la situación, tan severa y generada por Dios, exigía un giro milagroso. Entonces, a propósito, no esperó a que el rey la llamara ni a que la naturaleza hiciera que se desarrollen los eventos.

Profetiza y estratega

Esa noche Ester invitó a Ajashverosh y a Hamán a una fiesta en su casa. En la fiesta, los invitó a otra fiesta al día siguiente. ¿Por qué se comportaba así? ¿Por qué no se apuró en formular su pedido lo antes posible?

El Talmud y el Midrash ofrecen varias respuestas a esta pregunta, 12 en total. Una de estas dice que Ester estaba preocupada de encontrar la raíz del problema (y no sólo el síntoma), describiéndola como una de las grandes líderes y estrategas del pueblo judío:

Para que el pueblo judío no diga: “Tenemos una hermana en la casa del rey”, y consecuentemente no ruegue por misericordia con todo el corazón (Talmud Meguilá 15b).

Ester se dio cuenta de que para despertar la compasión de Dios, los judíos necesitaban entender que no hay nadie más en quien confiar. Si hubieran creído que Ester podría tener éxito por su cuenta, no hubieran rezado de todo corazón, ayunado, ni se hubieran arrepentido, sino que hubieran creído que Ester los salvaría. Sin embargo, después de esos tres días de ayuno y plegaria, si se corría el rumor de que Ester estaba fraternizando con el enemigo, invitándolo a fiestas y no intentando salvarlos, entonces los judíos despertarían, asumirían la responsabilidad por la situación desesperada de la nación, y se harían consientes de que “No tenemos nadie en quien confiar fuera de nuestro Padre Celestial”.

Además, es posible que Ester haya estado esperando una señal de Dios de que ese era el camino correcto. Ella seguía en la oscuridad, actuando exclusivamente en base a su entendimiento y conocimiento de Dios gracias a sus experiencias previas. Pero en ese instante, no había nada que le indicara si Dios estaba con ella o si apoyaba su intento para vencer a Hamán.

Esa noche, entre la primera y la segunda fiesta, Ester recibió la señal que estaba esperando. El insomnio del rey hizo que este recordara el favor que le había hecho Mordejai tantos años atrás. Esto coincidió con el acercamiento de Hamán al palacio, lo cual dio paso a la famosa escena en que Hamán lleva a Mordejai vestido con prendas reales sobre el caballo del rey. Hamán, el segundo hombre más poderoso del reino, estaba sorprendentemente honrando a su gran enemigo, el judío, ¡causándose a sí mismo una gran humillación en el proceso! Esta fue la señal milagrosa que le mostró a Ester que la redención había comenzado.

A pesar de tener una estrategia, Ester no estaba segura de que invitar a los enemigos de los judíos a una fiesta fuera lo correcto. Tampoco podía saber si Ajashverosh reaccionaría de manera favorable con ella. Había una clara posibilidad de que esta táctica despertara sus celos, haciéndolo creer que Ester tenía un interés personal en Hamán, en cuyo caso el rey haría que ambos fueran ejecutados. Ese fue un riesgo que estaba dispuesta a asumir, pues si ese fuera el resultado entonces el decreto de Hamán también quedaría anulado y ella habría salvado a su pueblo.

En la segunda fiesta, Ester estaba tan ocupada rezando y hablando con Dios que cuando se le pidió que nombre al malvado ejecutor de la solución final, ella inadvertidamente señaló al rey mismo:

“Un hombre malvado y un enemigo es este malvado Hamán” (Ester 7:6). Rabí Eliezer dijo: ‘Esto enseña que señaló a Ajashverosh [a pesar de que dijo Hamán] y que un ángel vino y empujó su mano para que quede en dirección a Hamán’” (Talmud Meguilá 16a).

Ahora Ester estaba actuando como profetiza, diciendo toda la verdad y nada más que la verdad, enfocándose intencionalmente en su objetivo de lograr el giro espiritual que causaría que el destino físico también cambiara. Estaba tan consciente de que la verdadera salvación sólo dependía de las cortes celestiales, que ni siquiera advirtió que estaba señalando a la persona que le estaba hablando, dado que, en realidad, él también era un enemigo y ella le estaba hablando a Dios. Los eventos y las circunstancias naturales eran sólo herramientas para acercarse al Rey de Reyes y rogar por Su misericordia y compasión.

Y así fue: el malvado Hamán cayó sobre Ester, haciendo enojar al rey, quien ordenó de inmediato que Hamán fuera colgado en la horca que había construido para Mordejai. El círculo se había cerrado.

Final feliz

Después del decisivo momento en la fiesta de Ester, la muerte de Hamán, la reforma del decreto que permitió que los judíos se defendieran en toda guerra futura, la victoria increíble del pueblo judío sobre sus enemigos y el ahorcamiento de los 10 hijos de Hamán, aún faltaba por ocurrir otro evento crucial: el pueblo judío llegó a un nivel tan alto de reconocimiento y apreciación de Dios que volvió a aceptar la Torá por amor.

La Torá fue [inicialmente] forzada sobre el pueblo judío, ya que Dios sostuvo la montaña sobre sus cabezas… Rava dijo: “De todos modos, la aceptaron por elección propia, en los días de Ajashverosh, como dice (Ester 9:27): ‘Los judíos aceptaron y respetaron todas las palabras’” (Talmud, Shabat 88a).

Ester pidió que se registraran los eventos en un pergamino. La supervisión de Dios, oculta pero única, tenía que quedar por escrito para las generaciones venideras, para que la nación aprendiera la forma de relacionarse con Dios en tiempos de oscuridad y desesperanza. ¿Qué pasa cuando todo se ve gris y no encuentras a Dios en ningún lado, cuando no sabes si Él aprueba tus acciones, o incluso cuando no sientes ni la más mínima chispa de santidad o espiritualidad? Es entonces que debes confiar en Dios y avanzar apoyándote en tu voz interior de claridad y razón, sabiendo que Dios jamás abandona a Su nación. Es entonces que debes hacer todo lo posible para restaurar las líneas de comunicación entre Dios y el pueblo judío.

Los Sabios concordaron con la opinión de Ester y establecieron una festividad en su mérito y una Meguilá con su nombre, que existirá eternamente:

“Y los días de Purim no cesarán entre los judíos, y su memoria nunca cesará entre sus descendientes” (Ester 9:28).

“Todos los libros de los profetas y escritos están destinados a ser cancelados en los días del Mesías, excepto la Meguilá de Ester que, al igual que los Cinco Libros de Moshé y la Torá Oral, nunca serán anulados” (Maimónides, Meguilá 2:13).

Ester y la eternidad

Es difícil ver que hubo un final feliz a nivel personal para Ester: siguió casada con Ajashverosh, el rey persa hedonista, nunca volvió con Mordejai (si es que estaba casada con él) y jamás volvió a vivir una vida judía normal. Los registros dicen que fue la Reina de Persia durante años y que fue la madre del rey persa siguiente, Dariavesh, quien eventualmente permitió que el pueblo judío volviera a Israel y comenzara a reconstruir el Templo y una vida independiente en Tierra Santa. Ester estaba destinada a ser la representante judía ante la realeza durante el resto de su vida, ayudando a su pueblo desde lejos, salvándolo de la destrucción al principio y luego apoyando su causa, tanto espiritual como nacionalmente.

Ester sacrificó todo por la causa suprema: la oportunidad de vivir entre las personas que amaba e incluso su propia realización espiritual en este mundo (y según lo que ella creía, también en el mundo venidero), por la causa del bien y por la nación de Israel.

En su libro Pájad Itzjak, Rav Itzjak Hutner explica por qué ciertas festividades cesarán en la época mesiánica, a excepción de la historia y la festividad de Purim. Rav Hutner lo compara a dos personas caminando en la oscuridad, cada una con la misión de encontrar a un amigo. Uno usa una linterna y consigue el objetivo con rapidez; el otro, sin la ventaja de la luz, se ve forzado a usar sus otros sentidos. Escuchando con claridad, tanteando entre los obstáculos y hasta olfateando el aire en busca de pistas olorosas, finalmente aprende a reconocer a su amigo. Cuando sale el sol, el primer personaje ya no necesita su linterna y, por eso, la descarta. Sin embargo el segundo, que ha andado a tientas en la oscuridad, desarrolló una habilidad en el proceso y se sensibilizó a aspectos únicos que nunca habría advertido si no hubiera sido privado de la visión. Entonces él, incluso cuando sale el sol, retiene la riqueza interior que obtuvo y la relación con su amigo se beneficia con la intimidad que se alcanzó como resultado de la experiencia nocturna.

Ester tuvo que caminar por la oscuridad para encontrar a Dios, sin la ventaja de los milagros abiertos y las señales, sin grandes inspiraciones ni entendimiento. No hubo plagas, ningún mar se abrió, no hubo columnas de nubes y fuego, ni siquiera frascos de aceite que duran ocho días. Para ella, la oscuridad continuó durante toda la vida.

Sin embargo, aprendió y le enseñó al pueblo judío habilidades que podrían ser usadas durante los años de exilio y ocultamiento: deposita tu confianza en Dios, para saber con claridad y convicción que Dios está escuchando, incluso cuando está profundamente escondido. Únete

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