Ser padres durante la pandemia

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Tres formas en que podemos ayudar a nuestros hijos en esta época confusa. Ellos nos necesitan ahora más que nunca.

Los entrenadores deportivos hablan sobre los efectos devastadores de la pandemia de corona sobre los jóvenes con expresiones tales como "tragedia" y "crisis histórica". Los niños se acostumbraron tanto a pasar tiempo frente a sus pantallas, que salir a correr en una cancha les parece poco atractivo. Los niños, los parientes y los amigos que solían salir a jugar, a alentar a sus equipos, se vieron completamente aislados los unos de los otros. "Hablamos de una pérdida de comunidad. Las ramificaciones pueden llegar a sentirse durante generaciones. Tal como ocurrió después de la gran depresión".

Si esto es lo que ocurre respecto a los deportes, me estremece pensar lo que los niños están experimentando con todos los altibajos de una "vida con corona". Las escuelas abren y vuelven a cerrar. Las sinagogas están cerradas. Intentan mantenerlos unidos a través de Zoom o de llamadas telefónicas mientras se resuelve esta nueva pandemia. Se pierde la conexión personal, el contacto visual con un maestro, amigo o abuelo. Los padres están preocupados y estresados por la incertidumbre económica.

¿Qué podemos hacer para ayudar a nuestros hijos y a nosotros mismos?

He aquí el ABC para mantenernos firmes en una época inestable. No, no tenemos el control en gran parte de lo que ocurre en nuestras vidas, pero si logramos mantener el control sobre nuestras reacciones, entonces nosotros y nuestros hijos podremos salir más fuertes de esta situación.

A = Actitud

Cuando nos despertamos a la mañana y comienza el estrés, nuestra actitud puede marcar toda la diferencia. Los niños reciben nuestras palabras y perciben nuestro lenguaje corporal. Si todo lo que escuchan decir es "esto es una locura", "ya no lo soporto más", "el mundo se está cayendo a pedazos"… entonces, ¿cómo podemos esperar que ellos tengan una actitud positiva?

Ser padres significa que no nos damos permiso para desmoronarnos. Seguimos caminando incluso cuando tropezamos y caemos.

Cada porción de sabiduría judía que hemos estudiado, todas las lecciones y artículos que leímos sobre resiliencia y fuerza mental, fueron una práctica para este mismo momento. Este es el momento en que debemos conducir, guiar e inspirar. Esta es la mayor prueba de nuestra generación. No podemos permitirnos perder el control y decepcionar a la próxima generación.

Ser padres significa que no nos damos permiso para desmoronarnos. Seguimos caminando incluso cuando tropezamos y caemos. Nos volvemos a levantar porque eso es lo que hace un padre. Y si vienes de un hogar disfuncional en el cual tus padres te decepcionaron, eso no significa que seas débil. Dios les dijo a Abraham: "Vete de tu tierra, de tu lugar de nacimiento, de la casa de tu padre". Tienes la fuerza de escribir tu propia historia. Deja atrás las deficiencias y la disfunción. Vive con tenacidad. Conviértete en una fuerza de bendición en este mundo.

Y si piensas: "Yo no tengo la fuerza necesaria. Estoy cansado", entonces recuerda esta bella enseñanza de la sabiduría judía. La palabra hebrea para "prueba" es nisaión. Esta palabra contiene la palabra nes, que significa tanto un estandarte como un milagro. Cuando atraviesas este desafío de tu vida y sientes que apenas puedes aguantarlo, pero sigues adelante porque tu vida y las vidas de tus hijos dependen de ello, entonces has creado el estandarte más maravilloso. Un estandarte que proclama tu fuerza vital es tu milagro eterno. Nadie puede negarlo ni quitártelo.

Aquí es donde entra en juego tu actitud. Cada día revisa tu rostro en el espejo. ¿Qué es lo que ves? Porque eso es lo que ven tus hijos. Escúchate a ti mismo. Presta atención a tu tono. Observa tu lenguaje corporal. Libérate de las quejas, de terribles conversaciones apocalípticas, de palabras de pánico. No revises todo el día las noticias. Asegúrate de hacer un poco de actividad física. Reemplaza palabras negativas como "yo no puedo hacer esto", con expresiones positivas: "En este momento puede ser difícil, pero podemos hacerlo". Tu presencia física y emocional da forma a tu hogar. Tu actitud es contagiosa, incluso más que el coronavirus.

B = Bases sólidas

La fe judía nos mantuvo vivos cuando nos dispersamos por las cuatro esquinas de la tierra. Nos vimos sujetos a toda clase de persecución, nos subieron a vagones de ganado, nos metieron a hornos, nos dijeron que nos arrojarían al mar, y sin embargo aquí estamos. Somos un milagro vivo. Durante miles de años nuestra ciudad de Jerusalem esperó que retornáramos. El Kótel, el Muro Occidental, bañado por nuestras lágrimas, sigue de pie, clamando para que nuestra nación vuelva a casa.

Vamos a lograr salir delante de este "Egipto" moderno, tal como lo hicieron nuestros patriarcas y matriarcas. Pero debemos apegarnos a nuestra fe tal como lo hicieron ellos. Tener confianza y fe en Dios significa que sin importar lo que ocurra, creo que Dios me cuida y me ama. Puede ser que no siempre entienda todo lo que pasa, pero eso no significa que no haya un Plan Divino.

Cada vez que encendemos nuestras velas de Shabat, que recitamos Kidush, que decimos una bendición o recitamos el Shemá, proclamamos nuestra creencia en Dios. Mostrarles a nuestros hijos que creemos, transmitirles fe en especial en los momentos difíciles, se convierte en la mayor riqueza espiritual que podemos darles. Este es el legado de nuestra vida. La fe nos mantiene, nos da vida y el oxígeno necesario para superar estos días difíciles. Aférrate con fuerza.

C = Comunicación

Nuestros hijos necesitan sentirse a salvo y seguros. Ellos experimentan toda clase de emociones. A veces ni siquiera saben qué es lo que sienten. ¿Es temor? ¿Tristeza? ¿Enojo? ¿Preocupación? ¿Frustración?

Nuestros hijos necesitan sentir que los escuchan. Cuando son incapaces de expresarse, no los alejes. Permíteles que te hablen, incluso si tienes poca paciencia o poco tiempo. Sé amable. Crea momentos sagrados para la familia, como el momento de la cena. Sin teléfonos, sin e-mails, sin revisar los medios sociales. Sólo tú y tus hijos.

A veces todo lo que un niño necesita es una buena palabra, una sonrisa, un abrazo. Ahora es el momento de brindársela.

Que al llevar estas tres cosas a nuestras vidas, logremos que nuestros hogares se vean repletos de bendiciones, buena salud y alegría.

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