Gracias Por Vivir Como lo Haces

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Cada vida, cada ser humano es un regalo de Dios y está en cada uno de nosotros utilizar ese regalo positivamente.

Natan Stern, eres un ejemplo de cómo se aprovecha el regalo de la vida plenamente.

Hoy, eres esposo, padre, abuelo, bisabuelo, suegro. Eres un mentsh con todo lo que esta palabra implica.

Desde muy joven, te obligaron a enfrentarte a la realidad y ¿cómo lo hiciste? como un guerrero. No te quedaste sentado llorando tu destino; apreciaste la vida, a tu familia, a tu pueblo, a tu religión y saliste a luchar con los partisanos que se unieron a la resistencia en Ucrania. Tomaste el arma siendo muy joven y buscaste hacerle justicia a la muerte de tantos judíos indefensos, a tu padre, a tu madre, a tus hermanas, a sus familias…

Eres eslabón de la cadena de una familia judía ejemplar, que busca vivir con Torá y acercar a todos los que pueden con amor y respeto.

Las enseñanzas, los ejemplos de tu abuelo, el Rav de Bielsko-Biala en Polonia Rav Menajem Mendel Stern, sembraron en ti el amor y el orgullo del judaísmo. A ese abuelo que lo imaginabas en su cotidiano ir y venir de la sinagoga mientras estudiaba Torá y los comentarios de los grandes rabinos; entre las bendiciones matutinas y su casa, compartiendo la vida y el amor con su esposa, tu abuela y sus hijos, Havi, Hari, Yosi, Hana, Andesalós y Moshe Shmuel, tu padre.

Desde niño fuiste rebelde y no aceptabas todas los preceptos que tu padre quería transmitirte. Te enfrentaste a la vida con determinación, te separaste de él y no tuviste tiempo de cerrar ese ciclo, pero viendo lo que eres ahora, un maravilloso jefe de familia con tus dos bellas hijas, Nava y Betty mujeres judías que aman y cumplen los preceptos de la Torá, casadas con dos maravillosas personas, Moisés y Meyer y con sus familias en las que todos son parte activa del judaísmo y de la humanidad. Familias ejemplares, activas, buenas, que se sienten plenas y orgullosas de que tú, Natan, seas ese pilar de la familia, demuestran cómo lograste absorber todo lo que tu adorado, sabio y respetado padre quería.

Han pasado muchos años desde ese adiós con tu padre, pero fue un adiós físico ya que su recuerdo lo traes contigo y su legado sigue vivo a través de ti y tu familia.

En el camino de la vida siempre te protegió y te sigue resguardando una bendición muy especial, una braja, la de tu querida madre que portando ese nombre, Braja, te cubrió y te sigue y seguirá cubriendo. Su amor y lealtad por ti, por tus hermanos, por tu padre, por Dios fue su motivación de vida y esa belleza espiritual te sigue acompañando, como la copa en el Seder de Pesaj destinada a Eliyahu HaNaví que siempre colocaba tu mamá en Europa y que nunca dejará de estar.

Tus hermanos y hermanas, cada uno siguió su camino, cada uno buscó cómo salir adelante, pero siempre fueron y serán parte de tu historia, de tu ser. Desde chico seguiste la Torá, estudiaste en el Jeder y decías los rezos que había que decir. Eras un niño, como se dice coloquialmente, “normal”. Te gustaba el fútbol y tu creatividad te llevó a formar una portería con dos botones que encontraste; hacías travesuras con tus amigos como cuando le cobraban dos groshen a los niños que querían pasar por el lado menos profundo del río para ir de Biala a comprar helados en Bielsko.

Tu Bar Mitzvá fue determinante en tu vida, un día feliz lleno de amor y regalos; el día que tocaste por primera vez esa atesorada Torá de Tate, de tu padre y… entregaste tu corazón completo.

Dos años después, en 1938, año del Kristallnacht, te fuiste a Lodz para estudiar Torá, Guemará, Rashi; era la primera vez que te separabas de la familia, que viajabas en tren. Ahí ya no ibas a poder jugar fútbol, ahí ibas a estudiar.

Seis meses después regresaste a casa y tu padre estaba muy orgulloso de ti, de tu actitud y tus calificaciones, pero no pudiste seguir estudiando pues, la guerra comenzó. Esa guerra mundial que destruyó vidas, mundos, historias, en donde personas valientes y maravillosas como tú lucharon contra el mal para salvar vidas, mundos, historias; a la Torá.

Viviste situaciones muy difíciles de narrar y sobrevivir y tú, con tu fortaleza lo hiciste a través de tu libro en el que te cuestionaste ¿Quién merece vivir?

¿Tú, Natan ben Moshe Shmuel veBraja te cuestionas quién merece vivir? ¿Tú, que con tu forma de vivir, con tu legado, tu fuerza, tu descendencia, con TODO lo que has conquistado en la vida haces esa pregunta?

Cuando te veo en Aish, con tu mirada tierna, tu sonrisa. Cuando rezas con ese sentimiento en Izkor en memoria de los mártires del holocausto. Cuando te veo en las simjes, observando a tu familia, a tu legado, a esos bellos seres que siguen el camino de la Torá, ese camino que les has transmitido y seguirás transmitiendo con esa sabiduría, amor, entereza y respeto por tu pasado que te marcó y seguirá grabado en todos aquellos que te queremos a ti y a tu familia.

A ti Natan ben Moshe Shmuel veBraja te quiero agradecer por tu trayectoria, por transmitirme a mí y a tantos otros cómo un ser puede desarrollar tan completamente la vida y te deseo que sigas así por muchos años más gozando de salud, bendiciones y mucho amor.

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