Historias
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Las circunstancias pueden despojarnos de nuestras necesidades humanas básicas, pero ninguna circunstancia define nuestra autoestima.
La vida en los campos de concentración era inherentemente deshumanizante. El trabajo era devastador, el hambre inimaginable y la amenaza de muerte constante. Bajo estas condiciones, era difícil enfocarse en algo más que la supervivencia. El joven Rav Guershon Liebman, quien eventualmente se convertiría en una poderosa fuerza para la educación judía en la Europa de postguerra, reconoció rápidamente la gran necesidad de preservar su sentido de humanidad.
Durante el tiempo que estuvo en los campos, él mantuvo la práctica de no comer toda su comida de una vez, siempre dejando un poco de comida en el plato. Esta simple acción le recordaba que aún podía comportarse con refinamiento y moderación, incluso ahí. En un lugar donde las personas tragaban cualquier alimento que pudieran encontrar lo más rápido posible, parecía absurdo preocuparse por eso. Pero Rav Liebman se rehusaba a ser arrastrado por las circunstancias externas, sin importar cuán infernales fueran.
Ellos hacen todo lo posible por convertirme en un prisionero miserable para que yo olvide mi gloria previa. ¡Pero no pienso olvidarlo!
Rav Iaakov Galisnky, quien sobrevivió a los campos de trabajo soviéticos en Siberia, contó una historia similar. Una mañana temprano, antes de que los otros prisioneros despertaran, Rav Galinsky abrió los ojos y vio algo extraño: un prisionero lituano se estaba poniendo un uniforme militar que tenía escondido en un bolso de trabajo. Se trataba del uniforme de un general lituano, con impresionantes condecoraciones y medallas. En absoluto silencio, daba órdenes y saludaba al aire. Cuando los otros prisioneros comenzaron a despertarse, él guardó el uniforme en su bolso.
Rav Galinsky no pudo contener su curiosidad. En un primer momento, el lituano se avergonzó de que lo hubiera visto, pero eventualmente le explicó que había sido un general en el ejercito lituano, un condecorado héroe militar con decenas de miles de soldados bajo su mando. Pero entonces llegaron los soviéticos y todo desapareció en un instante. “Me enviaron aquí al exilio, a este hoyo, y hacen todo lo posible por convertirme en un prisionero miserable para que olvide mi gloria previa. ¡Pero yo no pienso olvidarlo!”.
Rav Guershon Liebman, de bendita memoria.
Rav Galinsky aprendió una poderosa lección de esas palabras, la misma que Rav Liebman transmitió con su pequeño plato. Las circunstancias pueden robarnos nuestra comodidad, nuestra gloria e incluso despojarnos de nuestras necesidades humanas básicas, pero ninguna circunstancia define nuestra autoestima. Siempre podemos recordar quiénes somos, usando el espejo de nuestra propia conducta apropiada.
Rav Liebman a menudo compartía su pan con otros prisioneros, cuidándolos para salvarlos de la inanición. Para nosotros es difícil entender el enorme sacrificio que esto implicaba. Imagina a un paciente que sufre de neumonía, que lucha para llenar sus pulmones de aire, y a pesar de eso escoge compartir su tanque de oxígeno con otros. La pequeña ración diaria de pan que recibían era su tenue conexión con la vida.
Howard Schultz, director ejecutivo de Starbucks, recuerda un encuentro que tuvo con Rav Natan Tzvi Finkel, el director de la Ieshivá Mir. Rav Finkel quiso transmitir las perdurables lecciones del Holocausto para nuestra época y lo hizo describiendo la primera noche de los prisioneros judíos en los campos:
“A medida que entraban en el aérea donde iban a dormir, sólo una persona cada seis recibía una manta. Cuando se iba a acostar, la persona que había recibido la manta tenía que decidir: ¿Voy a compartir la manta con las otras cinco personas que no recibieron una? O ¿voy a envolverme bien para mantenerme caliente? Fue en este momento clave que aprendimos la fuerza del espíritu humano, porque compartimos la manta con los otros cinco”.
Cuando Rav Finkel concluyó su encuentro con el Sr. Schultz, le dijo: “Toma la manta que tienes y compártela con otras cinco personas”.
En medio de dificultades inimaginables, cuando era de esperar que los individuos fueran egoístas y crueles, descubrimos de qué estamos hechos realmente. Rav Liebman se puso en segundo lugar y se enfocó en las necesidades de los demás.
En el campo de concentración Buchenwald, no era inusual que los prisioneros sucumbieran al hambre y el agotamiento. Los nazis dejaban sus cuerpos en una habitación para enterrarlos al día siguiente. Pero Rav Liebman sospechó que algunas de esas pobres almas en realidad todavía no estaban muertas. Arriesgando su vida, en medio de la noche entraba a la habitación absolutamente oscura y, gateando entre los cuerpos, buscaba señales de vida.
Arriesgando su vida, en medio de la noche entraba a la habitación absolutamente oscura y, gateando entre los cuerpos, buscaba señales de vida.
A veces sentía calor en un cuerpo, despertaba al hombre y lo ayudaba a regresar a su barraca. En una ocasión, un cuerpo parecía completamente muerto, pero Rav Liebman sintió un pequeño temblor en los labios del hombre. Como no sabía cuál era la barraca de ese hombre, lo llevó a su propia barraca, donde le hizo masajes para ayudarlo a recobrar la conciencia. Pero aún estaba demasiado enfermo para moverse y eso creaba un terrible problema.
Oficialmente, ese hombre sería incluido en la lista de muertos y ahora en su barraca había el número incorrecto de prisioneros. Además, esta persona ya no recibiría raciones de comida. Rav Liebman y los otros prisioneros decidieron esconderlo y alimentarlo con sus propias escasas raciones. El hombre sobrevivió y eventualmente después de la guerra se reunió con su esposa.
Había muchas razones para no llevar adelante esas misiones de rescate nocturnas, m isiones casi suicidas, pero Rav Liebman buscaba lo opuesto, él quería la más mínima excusa para intentarlo y la encontró incluso en el más diminuto temblor de vida.
Ya sea salvando un alma o como pionero de la educación judía después del Holocausto, Rav Guershon Liebman personificó las hermosas palabras de Anne Frank: “Qué maravilloso es que nadie necesite esperar ni un solo momento para empezar a mejorar el mundo”.
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