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Mi matrimonio había acabado y necesitaba hacer algo para marcar la magnitud de la ocasión.
Después de casi un cuarto de siglo, ya no se podía seguir negando: mi matrimonio había acabado. Con la ayuda de Dios, mi exesposo y yo nos separamos de forma relativamente cordial.
A lo largo de todo el proceso, mi sensación general fue de alivio. Por eso me sorprendí cuando poco después de firmar los papeles de divorcio y casi un año después de que recibir el guet, de repente me encontré enfrentando conflictos. Iba conduciendo, escuchando música, perfectamente bien, y de pronto estallaba con un “¿Porque haces esto?”. ¿A quién le estaba hablando? Quizás a mi exesposo. A su familia. A Dios. Tal vez a todos ellos. O a mí misma.
Un día estaba en una sala de espera, hojeando una revista sobre psicología. Me interesó un artículo sobre rituales al término de las relaciones. La autora hablaba sobre el significado de lanzar su anillo de bodas al océano. Eso me hizo pensar. El hombre con quien me había casado ya no estaba. Mi matrimonio había acabado. Pero no hubo ninguna gran despedida. Nada para marcar la magnitud de la ocasión. Básicamente se trató de un montón de reuniones estresantes con rabinos y abogados, y un montón de papeleo. Para mí, nuestro divorcio era crucial y sentí que necesitaba algo. ¿Pero qué?
Cuando muere un ser querido, la familia hace shivá durante una semana. Tras la muerte de mi matrimonio, decidí que yo seguiría, de cierta forma, las reglas de shivá para marcar este hito en mi vida.
Me di una semana y decidí que sería privado (mi divorcio había estado en proceso durante tanto tiempo que estaba segura de que todos mis conocidos estaban hartos de escuchar al respecto).
Como una persona en duelo, me senté en el piso y miré fotografías de los primeros años de nuestro matrimonio.
Tenía muchas cajas enormes llenas con casi 25 años de fotos familiares, muchas impresas en la época previa a los foto-libros y al almacenamiento en línea. Revisaría esas cajas, estudiando cada fotografía, permitiéndome recordar los momentos buenos y los malos y procesar el dolor.
Como una persona en duelo, me senté en el piso. Ver las fotografías de los primeros años de nuestro matrimonio era como ver a personas que alguna vez conocí, pero con quienes perdí contacto. Éramos muy jóvenes. Tan ingenuos. Me dolía el corazón por esa pareja. En especial por el dolor que infligimos sin intención a nuestros hijos inocentes. Lloré. Grité. Rompí algunas fotos. Tuve conversaciones imaginarias con ex parientes con quienes ya no tengo una relación, intentando entenderlos a ellos y su lugar en mi vida, entonces y ahora.
Separé mis fotografías en pilas. Una pila de fotos de bebé de cada uno de mis hijos (mi hijo mayor tenía como 10.000 y el más pequeño unas 10). Y una gran pila de fotos de hermosos recuerdos, vacaciones, bar mitzvás, reuniones familiares, Purim, Janucá y fotos grupales en la playa y en el parque.
También había una pila de basura que crecía rápidamente. Tiré la mayoría de las fotografías de mi ex y yo solos, así como 9.500 fotos de mi primer bebé (en ese momento, cada uno de sus bostezos era fascinante y valía la pena registrarlo).
Durante toda esa semana, estuve sumergida en mi pasado. Necesitaba entender de dónde venía, quién era y quién soy ahora para poder sanar y seguir adelante.
Al final de la semana, había botado cuatro bolsas de basura llenas de álbumes de fotos viejos y fotografías sueltas. Tiré todas las fotos con las que no tenía asociados sentimientos felices. Fue muy liberador. Me quedó un montón manejable de unos cientos de fotografías de 25 años de buenos momentos. Compré un álbum nuevo y las acomodé con cariño.
Luego guarde el álbum. La semana de duelo por mi matrimonio había acabado y era tiempo de enfocarme en mi futuro.
Todavía estoy un poco herida, lo que es esperable. El divorcio no es divertido. Pero el dolor ya no brota inesperadamente. Hacer shivá por mi matrimonio realmente ayudó.
Estoy considerando conmemorar los shloshim, los 30 días… ¡quizás con una purga de la ropa de mi armario!
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Me parece que la comparación no es la misma y lo que creo que no encontró un mecanismo para superar el divorcio.