[Historia Judía #31] Herodes el Grande

9 min de lectura

Herodes fue un loco que asesinó a su familia y a muchos rabinos, pero también fue el constructor más grande de la historia judía.

Herodes el Grande (que no debe ser confundido con Herodes Antipas, que vino después) es uno de los personajes más importantes de la historia judía. Fue ambicioso, cruel y paranoico, pero de todas formas fue una persona muy importante para entender este período de dominio romano sobre el pueblo judío.

El primer rol de liderazgo de Herodes fue como gobernador de Galilea, una posición que recibió de Antípatro, su padre. Desde los comienzos de su carrera demostró su brutalidad, al aplastar cruelmente una revuelta en Galilea.

El escenario en que Herodes llegó al poder fue la guerra civil romana que transformaría a Roma de una república a un imperio regido por los César o emperadores. En el año 44 AEC, Julio César fue asesinado por Bruto y Casio quienes, a su vez, fueron derrotados por Marco Antonio y Octaviano en el año 42 AEC. La batalla de Accio, en el año 31 AEC, fue la confrontación final entre Octaviano y Marco Antonio; Octaviano emergió victorioso, cambió su nombre a Augusto y se convirtió en el primer emperador romano.

Originalmente, Herodes se había alineado con Marco Antonio, pero cambió de opinión a último minuto y apoyó a Octaviano. Su apoyo de último minuto a Octaviano le ganó la posterior confirmación de Augusto para que fuese rey de Israel.

Herodes reinaría como rey de Judea desde el año 37 AEC hasta su muerte, en el año 4 AEC. Fue un reinado muy prolongado —de 33 años— y en muchos aspectos fue un buen período para el país, sobre todo en lo concerniente al desarrollo y a la estabilidad social.

Parte de la razón para dicha estabilidad fue que, durante ese tiempo, los romanos asumieron un rol secundario en la vida cotidiana de los judíos.

La actitud general romana era de tolerancia, por lo que los judíos estaban exentos de la religión oficial del estado romano. Un punto muy interesante a recordar es que la religión y el estado iban de la mano en todos los imperios del mundo antiguo, y en Roma más aún, porque allí también adoraban a los emperadores, endiosándolos póstumamente.

Vincular el estado con la religión les daba más legitimidad a los gobernantes. La conexión entre el poder temporal y el espiritual les daba un control absoluto sobre la existencia física y espiritual de sus subyugados (posteriormente veremos a la iglesia católica haciendo lo mismo en la Europa Medieval).

Mientras que aceptar la religión del estado era una parte vital de la identidad romana y de la lealtad al estado, los romanos también eran pragmáticos. Habían aprendido, a partir de la experiencia griega, que los judíos no podían ser forzados a adorar ídolos. Y vieron también, por sí mismos, que los judíos no eran como los otros pueblos paganos; ellos no iban a someterse. Por lo tanto, los romanos les brindaron a los judíos un estatus oficial de 'exentos de la religión del estado romano'.

Por un lado, fue una política muy inteligente y tolerante. Pero por el otro lado, junto con esa política venía un impuesto punitivo específico para los judíos llamado fiscus judaicus. ¿Quieres estar exento de la religión del estado? Bueno, paga por el privilegio.

Así, los judíos teóricamente podrían haber pagado el impuesto y haber continuado con sus vidas; pero no era tan fácil (como veremos más adelante).

Comercio, desarrollo y construcción

El gobierno de Herodes se caracterizó por un período de crecimiento y construcción sin precedentes, debido en gran parte a la amistosa relación que tenía Herodes con Roma y a su obsesión con los proyectos de construcción masivos y elaborados.

Herodes tenía el apoyo absoluto de Roma para administrar un territorio muy importante que incluía muchas rutas principales de comercio. Todo pasaba por Judea, que era el gran paso intermedio para el comercio de incienso, que iba desde Yemen a la Península Arábiga y luego se dirigía hacia el Mediterráneo.

Además, esta fue una de las porciones de tierra más productivas del Medio Oriente en cuanto a su agricultura, siendo famosa por su aceite de oliva (que no sólo servía para cocinar, sino que era utilizado como la principal fuente de luz artificial), por sus dátiles (el principal endulzante en los tiempos previos al azúcar) y por su vino.

Herodes usó las grandes ganancias producidas por el comercio y el dinero generado por los aplastantes impuestos que fijó para sus súbditos, para abordar una serie de proyectos de construcción monumentales; algunos de los más magníficos del mundo.

De hecho, si la lista de maravillas del mundo antiguo no hubiera cerrado antes de su tiempo, Herodes probablemente habría agregado tres ítemes más a la lista. Casi todos los arqueólogos y estudiantes de la arquitectura del mundo antiguo aprecian que fue uno de los constructores más grandiosos de toda la historia humana.

Construyó sin descanso: ciudades, palacios y fortalezas, algunas de las cuales aún existen:

  • Las fortalezas de Masada, Antonia y Herodión.
  • La ciudad portuaria de Cesarea.
  • El inmenso edificio sobre la Cueva de los Patriarcas en Hebrón.
  • Las fortificaciones masivas alrededor de Jerusalem: tres torres en la entrada de la ciudad (los restos de las cuales son llamados erróneamente 'Torre de David') y mucho más.

En Herodión, una increíble hazaña de la ingeniería, Herodes construyó una montaña artificial y, sobre ella, construyó un inmenso palacio. Desafortunadamente, este palacio fue destruido en el año 70 EC durante la Gran Revuelta.

Herodes construyó otra fortaleza, Masada, en la parte superior de una meseta de roca en el desierto. Equipada con todas las comodidades posibles en la mitad del desierto, Masada tenía un increíble sistema de aprovisionamiento de agua que regaba jardines para cultivar los alimentos básicos y alimentaba tres casas de baño (hoy en día, Masada está abierta a los turistas y es una atracción imperdible).

La ciudad portuaria de Cesarea merece una mención especial, no sólo porque fue un centro de comercio y la capital administrativa romana en Judea, además de ser uno de los puertos más grandes del imperio, sino también porque para los judíos se convirtió en un símbolo de todo lo que era pagano, romano y anti ético para el judaísmo (1). Aquí, Herodes creó un impresionante puerto artificial (uno de los dos más grandes del imperio), construyó un hermoso anfiteatro, un hipódromo para carreras de carruajes (como en la película Ben Hur), casas de baño y un gran templo dedicado al emperador-dios romano, Augusto César (hoy en día puedes visitar las excavaciones de Caesarea Marítima, son espectaculares).

El Templo de Herodes

El más ambicioso de los proyectos de Herodes fue la reconstrucción del Templo, que fue casi con seguridad un intento para ganar popularidad entre sus súbditos que, como bien sabía él, se oponían a su reinado, y para enmendar su crueldad hacia los rabinos (2).

Les llevó diez años a cerca de 10.000 hombres construir solamente los muros de contención alrededor del Monte del Templo (sobre los que hoy está el Domo de la Roca, el santuario musulmán). El Muro Occidental (conocido previamente como el Muro de los Lamentos) es tan sólo una parte del muro de contención de 500 metros de longitud que sostenía una inmensa plataforma que podría alojar veinticuatro campos de fútbol. Una vez completado, fue el sitio religioso en funcionamiento más grande del mundo, y hasta hoy en día continúa siendo la plataforma hecha por el hombre más grande del mundo.

¿Por qué hizo el Templo tan grande?

Indudablemente, Herodes tenía un gran ego y le gustaba impresionar a la gente con proyectos de construcción impresionantes. Pero también hay una razón más práctica: los historiadores estiman que había entre 6 y 7 millones de judíos viviendo en el Imperio Romano (más otro millón en Persia), muchos de los cuales iban a Jerusalem para las festividades de peregrinaje: Pésaj, Shavuot y Sucot. Por lo tanto, hacía falta un espacio inmenso para alojar a tanta gente. Esa fue la razón del tamaño de la plataforma.

Cuando llegó el momento de construir el Templo sobre esta plataforma, Herodes realmente se superó a sí mismo, e incluso el Talmud reconoce que el resultado final fue espectacular. "Quien no ha visto el edificio de Herodes, nunca en su vida ha visto un edificio verdaderamente grandioso" (Talmud Baba Batra 4a).

El Kodesh HaKodashim (Santo Santuario) estaba recubierto en oro. Las paredes y las columnas de los otros edificios eran de mármol blanco. Los pisos eran de mármol de Carrara; su tinte azul daba la impresión de un mar en movimiento. Las cortinas eran tapices de hebras azules, blancas, rojo escarlata y púrpura representando, de acuerdo a Josefo, "todo el paisaje de los cielos".

Josefo describió cuán increíble era su aspecto:

“Visto desde afuera, el Santuario tenía todo lo que podría asombrar tanto al ojo como a la mente. Recubierto por todos lados con corpulentas placas de oro, los primeros rayos de sol eran reflejados como un resplandor de fuego, al punto que quienes se atrevían a mirarlo se veían obligados a quitar la vista, como si hubiesen mirado directamente hacia el sol. Para los extraños que se aproximaban parecía, a la distancia, una montaña cubierta de nieve; porque todo lo que no estaba recubierto en oro era deslumbrantemente blanco…” (La Guerra Judía, p. 304).

Sin embargo, Herodes consideró apropiado poner, en la entrada principal, una inmensa águila romana; los judíos piadosos consideraban esto un sacrilegio. Un grupo de estudiantes de Torá destruyó rápidamente el emblema de idolatría y opresión, pero Herodes los arrestó, los arrastró encadenados hasta su residencia y ordenó que los quemaran vivos.

Herodes se tomó las molestias necesarias para asegurarse de que el Templo funcionara sin problemas de este tipo en el futuro. Designó a su propio Sumo Sacerdote, y, para ese entonces, ya había matado a 46 miembros importantes del Sanedrín, la corte rabínica.

Las persecuciones de Herodes

Las persecuciones de Herodes eran infames y se extendían incluso a su propia familia.

Herodes, sabiendo que sus credenciales judías eran sospechosas, se había casado con Miriam —la nieta de Hircanos y, por lo tanto, una princesa Hasmonea— principalmente para obtener legitimidad entre el pueblo judío. Pero también la amaba con locura. Como escribe Josefo:

“De los cinco hijos que tuvo Herodes con Miriam, dos fueron mujeres y tres varones. El más joven de estos hijos fue educado en roma y murió allí, pero a los dos mayores los trató como príncipes de sangre azul por la nobleza de su madre y porque habían nacido después de su coronación como rey. Pero más fuerte que todo esto era el amor que sentía por Miriam, que lo enfervorizaba diariamente”.

El problema era que Miriam lo odiaba tanto como él la amaba, principalmente por lo que le había hecho a Aristóbulo, su hermano.

Herodes había designado a Aristóbulo como Sumo Sacerdote a los 17 años, y vio con trepidación cómo el joven se volvía extremadamente popular. Esto no era sorprendente, ya que Aristóbulo era Hasmoneo y tenía derecho legítimo a ser Sumo sacerdote; un judío genuino y un cohen genuino.

Pero esto amenazaba demasiado a Herodes, por lo que hizo que lo ahogaran.

De hecho, más adelante Herodes se puso celoso de sus propios hijos por la misma razón y también los mandó a matar.

E incluso hizo que su esposa fuese asesinada en un arranque de celos. Como relata nuevamente Josefo:

“Su pasión también lo volvió lúgubremente loco, y saltando de su cama corría por el palacio alocadamente. Su hermana Salome aprovechó la oportunidad para hablar mal de Miriam y confirmar sus sospechas sobre Iosef [el supuesto amante de Miriam]. Luego, debido a sus indomables celos e ira, ordenó que ambos fuesen asesinados de inmediato. Pero apenas su pasión cesó, se arrepintió de lo que había hecho y apenas su ira se desvaneció, su cariño se encendió nuevamente… De hecho, la llama de sus deseos por ella era tan fuerte que no podía aceptar la idea de que estuviese muerta, por lo que le hablaba a ella como si aún estuviese viva…” (Antigüedades 15.7.4,5).

No era un hombre estable, por decir lo menos. Incluso Augusto dijo de él: "Es mejor ser el perro de Herodes que uno de sus hijos".

La paranoia de Herodes, su intromisión en la jerarquía del Templo y su dedicación a la helenización del pueblo judío contribuyeron al creciente descontento que haría erupción en contra de Roma unos 70 años después de su muerte.

Conflicto espiritual

Debajo de la superficie de los eventos, había una profunda batalla espiritual entre el paganismo y el judaísmo. Además, los sentimientos nacionalistas judíos estaban aflorando a la superficie.

Y no era de mucha ayuda el hecho que el helenismo dominase Judea. Un gran número de griegos, al igual que otros gentiles que habían adoptado el estilo de vida griego, vivían allí desde los días del Imperio Griego y ahora, alentados por los romanos, más extranjeros helenistas se asentaban en la tierra.

Además, la clase alta judía —a pesar de ser una minoría— se adhería a esta cultura "más elevada". Y obviamente, el rey era un profeso helenista.

Considerándose a sí mismo un líder iluminado que traería a su retrógrado pueblo al mundo moderno, Herodes hizo lo que creyó necesario para lograr su objetivo "idealista". Esto incluyó la persecución y el asesinato de todos los rabinos a quienes veía no sólo como amenazas a su autoridad, sino también como obstáculos a la helenización en masa de los judíos.

Como resultado de la intromisión de Herodes y de las influencias helenistas constantemente en expansión entre los judíos de clase alta, la jerarquía del Templo se volvió muy corrupta. Los saduceos —un grupo religioso de clase alta que colaboró con los romanos para mantener la base de su poder— controlaban el Templo. Los fariseos —la corriente principal de la mayoría judía y de la minoría extrema religiosa, los zelotes— estaban muy descontentos con esta situación.

La caldera estaba a punto de hervir, y pronto haría erupción.


Notas:

1) Ver Talmud, Meguilá 6a.

2) El Talmud relata la siguiente historia: “Herodes fue y mató [a la mayoría de los] rabinos. Sin embargo, dejó vivo a Bava ben Buta para usarlo como consejero. Herodes puso una corona de piel de puercoespín alrededor de sus ojos [y las afiladas espinas] lo cegaron. Un día Herodes [simulando ser un ciudadano común] se sentó frente a Bava ben Buta y dijo: "Rabino, ¿se da cuenta de las cosas terribles que Herodes, ese esclavo bueno para nada, está haciendo?". "¿Qué puedo hacer yo al respecto?", contestó Bava ben Buta. Herodes dijo [tratando de atraparlo] "Quisiera que lo maldiga". Bava ben Buta contestó: "[¿Cómo puedo maldecirlo?] Está escrito: "Ni en tus pensamientos maldigas a un rey" (Eclesiastés 12:20). Herodes respondió: "Pero él no es un rey, [no cumple con el criterio de un rey judío]". Bava ben Buta dijo: "Ciertamente no es menos que un hombre rico, y el mismo versículo continúa: "y en tu recámara no maldigas al rico". Ciertamente no es distinto a un líder, y está escrito: "No maldigas al líder de tu pueblo" (Éxodo 22:27)"… Herodes luego confesó: "Soy Herodes. Si hubiese sabido que los rabinos son tan cuidadosos [con sus palabras], no los hubiese matado. Ahora, por favor, dime qué puedo hacer para rectificar lo que he hecho". Bava ben Buta le contestó: "Dado que has extinguido la luz del mundo [así son llamados los rabinos]… debes ocuparte de [aumentar] la luz del mundo [es decir, el Templo]… Quien no ha visto el Templo que construyó Herodes no ha visto un edificio magnífico en su vida" (Talmud, Baba Batra 3b-4a).

Haz clic aquí para comentar sobre este artículo
guest
0 Comments
Comentarios en línea
Ver todos los comentarios
EXPLORA
ESTUDIA
MÁS
Explora
Estudia
Más
Contacto
Lenguajes
Menu
Donar
Únete a nuestro newsletter
Redes sociales
.