Ideas equivocadas sobre la mikve

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Ir a la Mikve no es para limpiarse. Es para seguir con vida.

Recientemente estuve en una competencia de poesía en la que tanto aficionados como profesionales subieron al escenario a presentar sus obras. Yo pensé que las presentaciones serían sobre rimas extravagantes y enigmáticas novedades.

Pero entonces ocurrió.

Un intérprete comenzó a arremeter en contra de los creyentes de la Biblia por considerar a las mujeres “sucias” durante su menstruación, citando Levítico 15:19 que dice: “Cuando una mujer tiene un flujo regular de sangre… cualquiera que la toque estará sucio”. Yo me ofendí, y no sólo por el ataque a este versículo que considero parte de las sagradas escrituras. Me ofendí en nombre de mi madre.

Verán, yo fui criado en una vivienda que estaba al lado de una casa de baño comunitaria judía, una mikve. La mikve es donde las mujeres se sumergen en un baño ritual después de que se completa su ciclo de menstruación (Levítico 15:24-27). Esta mikve era una maravillosa cabaña de madera secoya que contenía una sala de espera adornada con obras de arte y una piscina tipo spa forrada con brillantes baldosas azules. Mi madre pasó 30 años siendo voluntaria para administrar esta mikve, y yo ni una sola vez tuve la impresión de que estas mujeres estaban yendo ahí porque estaban “contaminadas” o “sucias”. Mi madre dedicó su vida a hacer todo lo que pudiera para que la “experiencia de la mikve” fuera una experiencia alegre y significativa para estas mujeres. Mientras escuchaba las palabras del poeta esa noche, pensé para mí mismo “¿Será posible que mi madre realmente creyera que esas mujeres estaban “sucias” y que necesitaban una descontaminación higiénica?”.

Mi subsecuente investigación reveló que una meticulosa limpieza física es en realidad un prerrequisito para usar una mikve (Talmud, Baba Kama 82a). Es más, el ritual de la mikve también era una parte clave del ritual del servicio del Templo que realizaba el Sumo Sacerdote en Iom Kipur, el día más santo del calendario judío (Levítico 16:24). Finalmente, la importancia de tener una mikve está incluso más alto en la ley judía que tener una sinagoga (Meguilá 27a, Meshiv Davar 2:45).

Pero lo más inquietante es que las palabras originales en hebreo del versículo en cuestión habían sido sutilmente mal traducidas en una forma muy particular. La palabra en hebreo utilizada en este versículo no es la palabra melujlaj ‘sucio’, sino que es la palabra tamei, que significa ‘impuro’. Esta es la misma palabra que se utiliza en referencia a la necesidad que tiene el Sumo Sacerdote de ir a la mikve (Levítico 21:4). Esta falta de pureza no tiene una conexión particular con las mujeres, y tampoco tiene ninguna relación con estar físicamente sucio. Más bien, la tahará ‘pureza’ a la que se hace referencia en ambos lugares indica un estado espiritual que experimentan tanto el Sumo Sacerdote como la mujer que menstrúa. Entonces, ¿de qué se trata realmente la mikve?

La verdad es que ir a la mikve no es para limpiarse. Es para seguir con vida.

Vemos que la Torá se obsesiona con la “pureza” porque la Torá está obsesionada con la “vida” misma. Ya sea valorando la vida por sobre la adherencia religiosa (Yoma 84b), preservando los árboles frutales que sustentan la vida (Deuteronomio 20:19) o incluso haciendo un brindis de lejaim —literalmente ‘por la vida’— en los eventos judíos, la espiritualidad de la Torá se basa en “cumple mis estatutos… y vive según ellos” (Levítico 18:5). En otras palabras, el propósito de nuestras almas no es únicamente llegar al cielo o al infierno, sino que fueron creadas para caminar diariamente a través de esta vida. Por lo tanto, la Torá no hace alusión al cielo o al infierno ni siquiera una vez a lo largo de los Cinco Libros de Moshé. Sin embargo, sí menciona innumerables historias de mujeres y hombres persiguiendo esclarecimiento espiritual dentro de las limitaciones físicas de la realidad.

Tanto el Sumo Sacerdote como la mujer que menstrúa representan este mensaje, ya que ambos van a la mikve cuando se encuentran con la “muerte” y se apegan a la “vida”.

Porque no es en la muerte en donde encontramos la forma más alta de realización espiritual. Es en la lucha diaria por hacer lo correcto donde tú y yo nos convertimos en “creados a imagen de Dios” (Génesis 1:27). Por consiguiente, las máximas alturas espirituales serán alcanzadas cuando “Él termine con la muerte para siempre” (Isaías 25:8).

Tanto el Sumo Sacerdote como la mujer menstruante representan este mensaje, ya que ambos van a la mikve cuando se encuentran con la “muerte” y se apegan a la “vida”. El Sumo Sacerdote debe ir a la mikve luego de entrar en contacto con la muerte (Levítico 21:1) o antes de rezar para que los pecados pasados de su pueblo sean perdonados y que una nueva y fresca vida espiritual les sea concedida (Levítico 16:24).

La mujer que menstrúa honra al huevo que se ha perdido, el cual nunca albergará un alma humana, mientras abraza un fresco potencial de vida que ahora podrá conferir al mundo. Esta es la magia de la mujer “madre de toda la vida” (Génesis 3:20), cuyo ciclo mensual representa una lección que incluso el más alto de los sacerdotes debe modelar: que podemos honrar la muerte de la pérdida de oportunidades, pero atesorar la vida que crean nuestras nuevas elecciones.

Lejos de ser “sucio”, el ciclo de una mujer es de la más alta pureza, ya que nos recuerda que son los ciclos, los cambios y las oportunidades de esta vida física los que definen nuestra mayor espiritualidad. En otras palabras, el renacimiento espiritual de la mikve se trata de reenfocarse en la vida y en los nuevos comienzos.

Esta debe ser la razón de por qué la noche en que se va a la mikve es una noche de intimidad para un esposo y esposa y es considerada una nueva “noche de bodas” (Talmud Nidá 31b). Debe ser la razón por la cual muchas personas utilizan la mikve como preparación para una fiesta o evento religioso (Talmud Yevamot 46a). Y también debe ser la razón de por qué el agua de la mikve debe contener agua pura de lluvia (Sifra sobre Levítico 11:36), para recordarnos que el mensaje de la mikve es traer el cielo a la tierra.

Entonces, si eres ese poeta del bar y estás leyendo esto ahora, me gustaría que sepas que la Biblia no considera a las mujeres “sucias”. Que mi madre te diría que el ciclo de una mujer simboliza una verdad profunda: que la más alta pureza se alcanza cuando honramos la vida.

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