Ideas inspiradoras para compartir en tu Séder de Pésaj

10/04/2025

18 min de lectura

Algunas inspiradoras ideas para compartir con tu familia y amigos en la noche del Séder.

Matzá, Jametz y la libertad - Rav Shaul Rosenblatt

El jametz y la matzá comparten los mismos ingredientes: harina y agua. La única diferencia es que el jametz ha tenido tiempo para leudar (18 minutos, para ser precisos) y la matzá no. El jametz no es más que matzá inflada con aire. Sin embargo el jametz, en especial el pan, es mucho más atractivo y tentador que la matzá. El pan es simplemente matzá que luce y sabe mejor.

Antes de Pésaj, pasamos tiempo buscando jametz en nuestros hogares. La noche anterior a la festividad, lo reunimos y al día siguiente lo quemamos. Durante siete días, no comemos ni poseemos jametz.

El jametz representa la esclavitud personal y la matzá representa la libertad personal. Nos convertimos en esclavos de los lujos de la vida, no de sus necesidades. Aún no he conocido a alguien adicto a comer brócoli o a beber agua, o a pasar tiempo con sus hijos. Como dijeron los Beatles: “Las mejores cosas en la vida son gratis, pero puedes guardarlas para los pájaros y las abejas”. Nos volvemos adictos al jametz, a esas cosas que se ven bien, que apelan a nuestros deseos, que nos incitan a consumirlas, pero que en última instancia ofrecen poco o nada en comparación con “las mejores cosas de la vida”. Conocí a muchas personas adictas al chocolate. El chocolate aporta menos nutrición que el brócoli, sin embargo, lo deseamos en proporción inversa a su valor.

Unos días antes de Pésaj, también buscamos el “jametz” dentro de nuestros corazones. Observamos en nuestro interior para ver dónde estamos esclavizados.

Déjenme darles un ejemplo muy relevante: los teléfonos inteligentes. Me despierto a la mañana y mi amado está junto a mi cama; a fin de cuentas, es mi despertador. Mi primer pensamiento no es “¿cómo puedo agradecer hoy a Dios por el regalo de la vida?”, sino “veamos los mensajes de WhatsApp”. No, no es “veamos”, es “necesito ver, DEBO ver”. Las noticias pueden ser lo siguiente. ¿Qué ha pasado durante la noche? Mi mundo seguramente ha cambiado de manera catastrófica. Absoluta, positivamente, DEBO saberlo…

Así que, sin otra opción posible, reviso WhatsApp y las noticias, además de mis correos electrónicos. Alguien me ha enviado un meme nada gracioso, tengo emails de Amazon, Google y LinkedIn y, para mi sorpresa, las noticias me dicen que el mundo sigue exactamente igual que como lo dejé la noche anterior. La adicción me prometió algo emocionante y glamoroso, pero sólo me decepcionó.

Pésaj es un tiempo en el que la libertad está en el aire. Un tiempo no sólo para reflexionar sobre la libertad, sino para abrazarla y, de hecho, ser libres.

En la víspera de Pésaj, buscamos jametz en nuestros hogares y lo tenemos todo sobre la mesa. Viajamos a nuestro interior y encontramos nuestras áreas de esclavitud espiritual. Ahora lo quemamos todo.

Para mí, quemar mi jametz significa tomar la decisión de que durante siete días no me interesa la esclavitud. Durante siete días voy a mirar en otra dirección. Durante siete días voy a ser libre de este estilo de vida que me esclaviza. En otros momentos del año, sería una locura pensar que esto es posible. Tomar la decisión de cambiar hábitos de toda una vida y esperar que dure para siempre. Pero el judaísmo cree que la temporada espiritual de Pésaj es propicia para estos cambios repentinos de dirección.

Intenten en cualquier otra época del año dejar de fumar durante siete días, con la intención de que dure para siempre. O perder el interés por el azúcar. O decidir que no seguir los pensamientos de ira cuando aparezcan. ¿Funcionará? En la semana de Pésaj hay una garantía de que sí funciona. Nuestra fuerza de voluntad se magnifica, podemos ser diferentes y luego mantener esos cambios mientras decidamos hacerlo. Si realmente quemamos nuestro jametz, este desaparecerá.

Este Pésaj, mi teléfono inteligente va a estar en un cajón durante siete días. ¡Y no puedo decirles lo emocionante que me parece! Siete días de libertad de mi capataz.

Así que, en los próximos días, dediquen un tiempo a hacer una lista de sus esclavitudes, sus adicciones. Les sugiero que las escriban todas (¡con contraseña protegida!) y luego elijan dos o tres de las que quieran liberarse en Pésaj. Yo suelo imprimirlas y quemo el papel junto con mi jametz. En la víspera de Pésaj, tomen su decisión. Van a ser libres durante los próximos siete días. Manténganse firmes y vean cómo Pésaj obra su hermosa magia.

¿Por qué esta noche se llama Séder? – Rav Aaron Goldscheider

La palabra hebrea "Séder" significa orden. Esto alude a que todo lo que nos sucede no es coincidencia ni casualidad. En realidad, lo que experimentamos en nuestras vidas tiene un séder, un orden, aunque no siempre nos resulte evidente. Nuestras vidas están bajo la supervisión del Amo del Universo. Y esta conciencia es la que buscamos descubrir en la noche del Séder. (Basado en el Maharal de Praga)

Karpás: Sumergir el vegetal en agua con sal – Rav Shimon Apisdorf

En el idioma hebreo, cada letra representa un número, una palabra y un concepto.

Por ejemplo, la letra álef, la primera del alfabeto, tiene el valor numérico de uno. Álef también es una palabra que significa ser campeón o liderar.

La segunda letra del alfabeto, bet, tiene el valor numérico de dos y también significa "casa" – bait en hebreo.

Las letras hebreas en realidad son depósitos lingüísticos de numerosos conceptos e ideas. Las palabras también dejan de ser simplemente una combinación de sonidos aleatorios y se convierten en construcciones precisas de los componentes conceptuales del objeto con el que están asociadas.

Si analizamos la palabra "karpás" y la desglosamos en sus cuatro letras –kaf, reish, pé y samej–, descubrimos un mensaje codificado en cuatro palabras que nos enseña una lección fundamental sobre cómo desarrollar nuestra capacidad de dar:

KaKaf – Palma de la mano

RReish – Persona pobre

Pa – Boca

SSamej – Sostener

La primera letra de "karpás" representa la palma de la mano. La segunda letra representa a una persona necesitada. Juntas, estas dos letras nos hablan de una mano benévola que se abre para ayudar a los necesitados.

Pero, ¿qué sucede si uno es una persona de recursos limitados, con muy poco para dar? Observemos la segunda mitad de la palabra "karpás". La letra significa "boca", mientras que la última letra, samej, significa "sostener". Es cierto, quizás no puedes dar en el sentido material, pero siempre puedes dar con tus palabras: palabras de bondad y preocupación, palabras de empatía y comprensión. Palabras que pueden elevar un alma empobrecida y brindar apoyo cuando nada más lo haga.

Sumergimos el karpás en agua con sal. El agua con sal nos recuerda las lágrimas amargas derramadas en Egipto. Pero hay más. A pesar de estar sumidos en el llanto de la esclavitud, el pueblo judío logró preservar su capacidad de dar. En lugar de hundirse en la autocompasión, mantuvieron su dignidad a través del acto de dar.

Jaróset: Nunca pierdas la esperanza –Slovie Jungreis Wolff

El jaróset, una mezcla dulce de manzanas, nueces, vino y canela, simboliza la argamasa que el pueblo judío usaba para hacer ladrillos cuando estaba esclavizado.

Pero hay un significado aún más profundo y bello en las manzanas de nuestro plato del Séder.

El jaróset simboliza los manzanos bajo los cuales las mujeres judías daban a luz. Ellas ocultaban su dolor para no ser descubiertas por los egipcios. La esclavitud y el sufrimiento habían despojado a los hombres de toda esperanza. Se separaban de sus esposas y pensaban que no tenía sentido traer hijos a un mundo tan oscuro. Fueron las mujeres quienes nunca se rindieron. Ellas eligieron dar a luz bajo los manzanos, que primero producen frutos y luego hojas protectoras. Las mujeres declararon con fe absoluta que harían lo mismo: primero traerían vida al mundo y, sin duda, serían protegidas desde lo Alto.

Las mujeres endulzaron la amargura de la esclavitud. Cuando probamos el maror, la hierba amarga, lo sumergimos en jaróset para recordar este valiente mensaje. La vida es tanto amarga como dulce. La amargura se mitiga con la esperanza. La fe nos mantiene en marcha.

Iajatz: ¿Por qué partimos la matzá? – Rav Aaron Goldscheider

¿Por qué partimos la matzá al inicio del Séder, en el ritual conocido como Iajatz? Rav Joseph B. Soloveitchik zt”l (1903-1993) ofreció una respuesta única. Cuando los israelitas eran esclavos en Egipto, algunos se encontraban en mejores condiciones que otros. Algunos tenían el privilegio de trabajar para amos más misericordiosos y vivían en mejores circunstancias; otros estaban en condiciones mucho peores. Aquellos que tenían más, partían su pan y lo compartían con quienes tenían menos.

En la noche del Séder, emulamos a nuestros antepasados y hacemos lo mismo. Enseñamos que el camino de la bondad es compartir con los demás, incluso en las condiciones más difíciles.

Nos encontramos en tiempos sin precedentes. Estos son días de crisis. A menudo, la respuesta común en estas situaciones es comportarnos de manera egoísta. Nuestros instintos naturales nos dicen que debemos preocuparnos por nosotros mismos y por nuestras familias. En estos días, el desafío es ser personas de bondad y mantener un profundo sentido de solidaridad con los demás, incluso en circunstancias adversas. Este ha sido siempre nuestro camino, simbolizado por el acto de partir en dos la matzá.

Alimento para el cuerpo, alimento para el alma – Rav Benjamin Blech

El Séder comienza con una invitación. No podemos alegrarnos verdaderamente con nuestra familia si abandonamos a aquellos que no son tan afortunados. "Todo el que tenga hambre, que venga y coma con nosotros; todo el necesitado, que venga y observe Pésaj con nosotros".

"Todo el que tenga hambre" y "Todo el necesitado". ¿Cuál es la diferencia entre ellos? ¿Acaso los necesitados no son los mismos que ya han sido descritos como hambrientos?

Aparentemente el texto sugiere que hay dos tipos diferentes de carencia a los que debemos ser sensibles. Los hambrientos son aquellos que carecen de alimento físico. Sus estómagos son los que necesitan ser saciados. Los necesitados son aquellos que requieren desesperadamente sustento espiritual. Sus almas son las que claman por ser nutridas para que sus vidas tengan significado.

Hay sólo dos bendiciones cuyo origen está en la Torá. La primera es por el alimento. Cuando terminamos una comida, se nos ordena: "Comerás, te saciarás y bendecirás a Hashem tu Dios" (Deuteronomio 8:10). La segunda es por el estudio de la Torá: "Proclamaré el nombre de Hashem [la Torá], y atribuirás grandeza a nuestro Dios [con una bendición]" (Deuteronomio 32:3). ¿Por qué precisamente estas dos bendiciones? Porque el ser humano es una combinación de cuerpo y alma, y ambos componentes necesitan alimento para sobrevivir. El alimento nos permite vivir; la Torá nos da una razón para vivir. El alimento sostiene nuestro cuerpo; la sabiduría de la Torá sostiene nuestra alma. Ambos son esenciales. Por eso ambos requieren una bendición.

Esta es también la razón por la que invitamos a dos clases de desfavorecidos. Los hambrientos son los que carecen de comida. A ellos les proporcionamos sustento físico. Los necesitados son aquellos que buscan un sentido para sus vidas y ansían la paz mental que proviene de la fe y el compromiso con la Torá. Que ambos sean parte de nuestro Séder y queden saciados.

Pan de la aflicción, pan de la libertad – Rav Jonathan Sacks

Al comienzo de la historia llamamos a la matzá el pan de la aflicción. Sin embargo, más tarde en la noche, hablamos de ella como el pan de la libertad que comieron al salir de Egipto tan rápidamente que no pudieron esperar a que la masa leudara. ¿Qué es, entonces: un símbolo de opresión o de libertad?

También resulta extraña la invitación a otros para que se unan a nosotros a comer el pan de la aflicción. ¿Qué clase de hospitalidad es invitar a otros a compartir nuestro sufrimiento?

Inesperadamente, encontré la respuesta en el gran libro de Primo Levi, Si esto es un hombre, el estremecedor relato de sus experiencias en Auschwitz durante el Holocausto. Según Levi, el peor momento fue cuando los nazis huyeron en enero de 1945 por temor al avance ruso. Todos los prisioneros que podían caminar fueron llevados en las brutales marchas de la muerte. Sólo quedaron en el campo aquellos demasiado enfermos para moverse.

Durante diez días estuvieron solos, con restos de comida y combustible. Levi describe cómo trabajó para encender un fuego y traer algo de calor a sus compañeros prisioneros, muchos de ellos moribundos. Luego escribe:

"Cuando la ventana rota fue reparada y la estufa comenzó a difundir su calor, algo pareció relajarse en todos, y en ese momento Towarowski (un franco-polaco de veintitrés años, con tifus) propuso a los demás que cada uno ofreciera una rebanada de pan a nosotros tres que habíamos estado trabajando. Y todos estuvieron de acuerdo".

Levi dice que sólo un día antes eso hubiera sido inconcebible. La ley del campo decía: "Come tu propio pan, y si puedes, el de tu vecino". Hacer lo contrario hubiera sido suicida. La oferta de compartir el pan "fue el primer gesto humano que ocurrió entre nosotros. Creo que ese momento puede ser fechado como el comienzo del cambio por el cual los que no habíamos muerto, lentamente dejamos de ser Haftlinge [prisioneros] para volver a ser hombres".

Compartir el alimento es el primer acto a través del cual los esclavos se convierten en seres humanos libres. Quien teme al mañana no ofrece su pan a otros. Pero aquél que está dispuesto a dividir su comida con un extraño ya ha demostrado ser capaz de fraternidad y fe, las dos cosas de las que nace la esperanza. Por eso comenzamos el Séder invitando a otros a unirse a nosotros. Así es como transformamos la aflicción en libertad.

Qué significa Pésaj - Rav Aaron Goldscheider

¿Qué significa realmente la palabra "Pésaj"? Comúnmente se traduce como "pasar por encima" o "saltear", en relación con el episodio en que Dios milagrosamente "pasó por encima" de los hogares de los israelitas en Egipto. Sin embargo, el gran comentarista Rashi (Éxodo 12:13) ofrece otra explicación: Pésaj significa amor. Rav Abraham Itzjak Kook, el primer Gran Rabino de Palestina, prefería esta explicación.

En la última noche que los esclavos israelitas pasaron en Egipto, cuando estaban confinados en sus hogares, el versículo dice que Dios "pasaj" sobre sus casas. ¿Qué significa "pesaj"? No "pasó por encima", sino que los judíos se sintieron rodeados por el amor de Dios. Sintieron el cálido abrazo divino.

Este es el verdadero significado de la festividad, y el que deseamos infundir en nuestras almas en el Séder. Aún si alguien está solo o lejos de su familia y amigos cercanos, debe saber que no está solo. Dios está a su lado.

El Éxodo fue único debido a un acto de fe de nuestros antepasados. Dos millones de personas entraron en un desierto desolado y árido, donde no había comida ni agua para semejante multitud, aferrándose sólo a la creencia de que Dios proveería para ellos.

Al principio de la Hagadá encontramos un nuevo nombre de Dios: HaMakom, que se traduce como ‘lugar’ ("Baruj HaMakom Baruj Hu"). ¿Por qué el cambio de nombre? Cuando hablamos de Dios como HaMakom, el Midrash lo explica como "Dios es el lugar del mundo". Esto enseña que Dios abraza a todos y nunca abandona a nadie.

La Torá otorga a esta festividad un título poderoso: Leil Shimurim, una "Noche protegida" (Éxodo 12:42), un término que transmite la esencia de la celebración: Dios nos está cuidando.

La historia de la salida de Egipto, el eje central de la celebración del Séder, simboliza la confianza absoluta e inquebrantable en Dios, que es la base de la espiritualidad.

Las Cuatro Preguntas - Rav Jonathan Sacks

La Hagadá habla de cuatro hijos: uno sabio, uno malvado o rebelde, uno simple y "uno que no sabe preguntar". Al leerlos en conjunto, los sabios llegaron a la conclusión de que: 1) Los niños deben hacer preguntas. 2) La narración del Pésaj debe estructurarse en respuesta a las preguntas de un niño y comenzar con ellas. 3) los padres deben alentar a sus hijos a formular preguntas, y al niño que aún no sabe preguntar, se le debe enseñar a hacerlo.

Nada de esto es natural. Al contrario, va en contra de la corriente de la historia. La mayoría de las culturas tradicionales ven como tarea del padre o del maestro instruir, guiar o mandar. Y la tarea del niño es obedecer. "Los niños deben ser vistos, no escuchados", dice un viejo proverbio inglés. Sócrates, quien dedicó su vida a enseñar a la gente a hacer preguntas, fue condenado por los ciudadanos de Atenas por corromper a la juventud. En el judaísmo ocurre lo opuesto: es un deber religioso enseñar a nuestros hijos a hacer preguntas. Así es como crecen.

El judaísmo es un fenómeno rarísimo: una fe basada en formular preguntas, a veces profundas y difíciles, que parecen sacudir los mismos cimientos de la fe. “¿Acaso el Juez de toda la Tierra no hará justicia?”, preguntó Abraham. “¿Por qué, Hashem, por qué has traído aflicción sobre este pueblo?”, preguntó Moshé. “¿Por qué prospera el camino de los malvados? ¿Por qué viven tranquilos todos los traidores?”, preguntó Jeremías. El libro de Job está construido en gran parte sobre preguntas, y la respuesta de Dios consiste en cuatro capítulos de preguntas aún más profundas: “¿Dónde estabas tú cuando fundé la Tierra? … ¿Puedes atrapar al Leviatán con un anzuelo? … ¿Hará un pacto contigo y te permitirá tomarlo como esclavo para siempre?”

En la ieshivá, el mayor elogio que se le puede hacer a alguien es decirle que ha hecho una buena pregunta. Isadore Rabi, ganador del Premio Nobel de Física, contó una vez que su madre lo convirtió en científico sin saberlo. “Todos los demás niños volvían de la escuela y sus padres les preguntaban: ‘¿Qué aprendiste hoy?’. Pero mi madre me preguntaba: ‘Izzy, ¿hiciste una buena pregunta hoy?’. Eso marcó la diferencia. Hacer buenas preguntas me convirtió en científico”.

El judaísmo no es una religión de obediencia ciega. De hecho, resulta asombroso que en una religión con 613 mandamientos no exista en hebreo una palabra que signifique "obedecer". Cuando el hebreo fue revivido como lengua viva en el siglo XIX y se necesitó un verbo para expresar “obedecer”, hubo que tomarlo del arameo: le-tsaiet. En lugar de una palabra que signifique “obedecer”, la Torá usa el verbo shemá, que es difícil de traducir al español porque significa: 1) escuchar, 2) oír, 3) comprender, 4) interiorizar y 5) responder. En la misma estructura de la conciencia hebrea está arraigada la idea de que nuestro deber más alto es tratar de entender la voluntad de Dios, no sólo obedecer ciegamente. La frase de Tennyson: “No es de ellos razonar por qué, sino hacer o morir”, está tan lejos como es posible de la mentalidad judía.

¿Por qué? Porque creemos que la inteligencia es el mayor regalo de Dios a la humanidad. Cuando la Torá dice que Dios hizo al hombre "a Su imagen y semejanza" Rashi interpreta que Dios nos dio la capacidad de "comprender y discernir". La primera de nuestras peticiones en la Amidá diaria es por "conocimiento, entendimiento y discernimiento". Una de las innovaciones más audaces de los sabios fue acuñar una bendición que se recita al ver a un gran sabio no judío. Los sabios no sólo veían sabiduría en otras culturas, sino que daban gracias a Dios por ello. ¡Qué lejos está esto de la mentalidad cerrada que tantas veces ha degradado y empequeñecido a las religiones, tanto en el pasado como en el presente!

El historiador Paul Johnson escribió que el judaísmo rabínico era “una antigua y altamente eficiente máquina social para la producción de intelectuales”. Gran parte de ello se debe a la prioridad absoluta que los judíos siempre han dado a la educación, a las escuelas, al bet midrash, al estudio religioso como un acto aún más elevado que la plegaria, al estudio como un compromiso de por vida y a la enseñanza como la vocación más elevada de la vida religiosa.

Pero también tiene que ver con la forma en que estudiamos y cómo enseñamos a nuestros hijos. La Torá señala esto en el momento más poderoso y conmovedor de la historia judía: justo cuando los israelitas están a punto de salir de Egipto y comenzar su vida como pueblo libre bajo la soberanía de Dios. “Transmite el recuerdo de este momento a tus hijos”, dice Moshé. Pero no lo hagas de manera autoritaria. Alienta a tus hijos a preguntar, cuestionar, indagar, investigar, analizar, explorar. La libertad significa la emancipación de la mente, no sólo del cuerpo.

Quienes tienen confianza en su fe no temen las preguntas. Sólo quienes carecen de confianza, quienes tienen dudas ocultas y reprimidas, son los que temen preguntar.

El hijo malvado - Rav Henry Harris

Nuestros sabios establecen una conexión entre las palabras rashá (malvado) y raash (ruido o conmoción). El profeta compara al rashá con "el mar agitado, incapaz de calmarse" (Isaías 57:20), más frenético que enemigo. ¿Qué significa esto?

Con calma y quietud interior, navegamos por las olas de la vida. Enfrentamos obstáculos y conflictos, pero con una mente despejada, el don divino de la sabiduría llega a nuestro corazón. Caemos, y aprendemos.

Cuando nuestra mente está llena de ruido, llena de estrés, ira o miedo, la sabiduría divina se ahoga. Resolvemos dificultades creando otras nuevas. Somos destructivos, no villanos. Esto es el rashá.

Consideremos la pregunta del rashá. La Hagadá dice que él pregunta: "¿Qué es este servicio para ustedes?" - "para ustedes", pero no para él. Al excluirse de la comunidad, niega la esencia del judaísmo.

Inseguro y propenso a la desesperación, el "hijo malvado", el rashá, se aísla y es desdeñoso. "Me siento insignificante. Los mandamientos elevados no me son accesibles. Los derribaré". Quizás incluso quiera acercarse, pero no sabe cómo hacerlo.

Perdido en el ruido, no ve cómo su incomprensión contradice la esencia del judaísmo y lo detiene. Cree que la relación con Dios es para quienes se sienten elevados. Como él no siente esa conexión, concluye erróneamente que está excluido, apartado.

Pero la verdad del judaísmo —y la lección fundamental de Pésaj— es que el amor de Dios por nosotros es incondicional. Sentirse insignificante e indigno es más un testimonio de nuestra mente ruidosa que de Dios. No importa cuán bajo, cuán lejos o cuán indignos nos sintamos, Dios no vacila. Sólo nos pide que consideremos Su visión de nosotros y hagamos un esfuerzo.

Nuestro trabajo es ver más allá de la mente ruidosa del hijo malvado. Él está más "temporalmente inestable" que villano. Los cuatro hijos en el Séder no son personalidades fijas; son aspectos de cada niño, de cada uno de nosotros. A veces somos sabios, y otras veces nos cerramos, inseguros, atrapados por nuestro ruido interno.

Por eso nos enfrentamos al hijo malvado con compasión.

"Rómpele los dientes", dice la Hagadá, "y dile: 'Es por esto [el servicio] que Dios hizo por mí cuando salí de Egipto'".

"Estás equivocado", le decimos. "No es cuán elevados nos sentimos lo que nos hace dignos de salir de Egipto. Lo que nos permite avanzar es el acto de servicio sincero y el esfuerzo".

El corazón endurecido del Faraón - Rav Shimon Apisdorf

En el libro del Éxodo, la Torá informa que los magos de la corte egipcia pudieron duplicar las dos primeras plagas. Por esta razón, el Faraón estaba convencido de que enfrentaba una fuerza con la que al menos podía competir.

Sin embargo, el gran comentarista bíblico Rav Abraham Ibn Ezra (1089-1164) explica que una lectura atenta del texto revela que, en realidad, los magos egipcios no eran rival para Moshé y su hermano Aharón. De hecho, lo mejor que pudieron hacer los egipcios fue convertir un pequeño frasco de agua en sangre. Ciertamente no pudieron transformar el poderoso Nilo en un río sangriento. A pesar de estos intentos débiles de duplicar las plagas, el Faraón continuó aferrándose a su convicción de no liberar a los judíos, a pesar de las advertencias de Moshé sobre consecuencias aún más graves.

Hay un poco del Faraón en todos nosotros.

La vida es una batalla. Todos queremos hacer lo correcto y lo bueno. Pero es una lucha constante. Y cuando estamos atrapados en esta batalla, a menudo cedemos a nuestro impulso de racionalización. Racionalizar nos da un respiro, ya que nos permite justificar acciones que en el fondo sabemos que no son para nosotros.

Esta notable habilidad, vista a la distancia, a menudo sería cómica si no fuera tan destructiva. Como el Faraón y sus magos, aferrándonos a paja, buscamos excusar algunas acciones y justificar otras, mientras avanzamos sin freno hacia nuestra propia autodestrucción.

A veces, el patrón es así: Consideramos un curso de acción, sopesamos cuidadosamente todas las opciones y, finalmente, llegamos a una conclusión. Nuestra decisión está tomada y comenzamos a movernos. Al principio todo marcha bien, pero pronto tropezamos, nos torcemos un tobillo, nos lesionamos una rodilla, nos lastimamos la espalda y, eventualmente, chocamos de frente contra un muro de ladrillos que todos veían menos nosotros.

Aturdidos y magullados, nos preguntamos: "¿De dónde salió esto?". La respuesta puede residir en el hecho de que lo único más difícil que admitir que hemos cometido un error es chocar de frente con las consecuencias. Así era el Faraón... y así es la vida.

Admitir que el total de nuestros cálculos y planes detallados no es más que un curso brillantemente trazado hacia el fracaso es simplemente demasiado para soportar. Nuestro ego no nos permite escucharlo. Así que nos colocamos una venda con el logo del Faraón y nos lanzamos de cabeza hacia aquello que queríamos evitar.

O, a diferencia del Faraón, podemos negarnos a cerrar los ojos y tener el valor de sacrificar nuestro ego antes de sacrificarnos a nosotros mismos.

(Tomado de Passover Survival Kit Haggadah)

Rabí Akiva en Bnei Brak - Slovie Jungreis Wolff

Nuestra Hagadá habla de un Séder famoso que tuvo lugar en Bnei Brak. Allí se reunieron muchos grandes rabinos. Uno de los rabinos mencionados es Rabí Akiva, quien en realidad era el erudito más joven y el anfitrión de los ancianos. Los rabinos hablaron sobre el éxodo hasta que sus alumnos entraron y les dijeron: “Rabinos, es hora de recitar la oración matutina del Shemá”.

Este Séder invita a Rabí Akiva a entrar en tu corazón. Él te dará fuerza. Te llenará de valentía.

Rabí Akiva vivió en tiempos de oscuridad. El sagrado Templo de Jerusalem había sido destruido. Los romanos habían conquistado la tierra. El espíritu de la nación judía había sido aplastado; su alma, pisoteada. Estudiar Torá y cumplir mitzvot eran acciones castigadas con prisión, tortura y muerte. Pronto comenzaría el largo y amargo exilio. Los judíos serían encadenados y vendidos en el mercado de esclavos de Roma. ¿Quién podía pensar en participar en un Séder en medio de tanta oscuridad? ¿Quién podía sentirse inspirado y hablar sobre el éxodo de Egipto cuando la desesperanza flotaba en el aire?

Precisamente por eso los sabios se reunieron en la casa de Rabí Akiva.

Rabí Akiva era el eterno optimista. Él se negaba a rendirse ante la depresión. Donde otros veían el final del camino, él veía el comienzo del viaje. Su mirada estaba siempre puesta en el futuro. Su corazón estaba eternamente lleno de fe.

Nos encontramos nuevamente con Rabí Akiva cuando camina con sus compañeros hacia Jerusalem. Al llegar al Monte Scopus, los sabios rasgaron sus vestiduras en señal de duelo al ver la devastación. Cuando llegaron al Monte del Templo, un zorro salió del lugar que había sido el Sancto Sanctorum. Los rabinos comenzaron a llorar. Rabí Akiva rió. “¿Por qué te ríes?”, le preguntaron. Él explicó que mientras ellos veían la destrucción de lo sagrado, él veía el cumplimiento de la profecía. Así como se había cumplido la primera parte de la profecía, que anunciaba la destrucción del Templo, ahora debían esperar la segunda parte: la reconstrucción del Templo y el retorno del pueblo.

Ahora debemos reunirnos en torno a la mesa de Rabí Akiva. Se necesita valentía para mantener un espíritu positivo. Los sabios se reunieron en torno a aquel cuya fortaleza mantendría viva la esperanza y la fe. Mientras no nos quedemos atrapados en la oscuridad del ayer, podremos emerger hacia la luz del mañana. ¿Es fácil? No, requiere todo de nosotros. Pero si eres capaz de pasar la noche recordando el éxodo, reforzando la comprensión de que hay un Dios que vela por ti, que se preocupa por ti y que te saca de tu Egipto personal, lo lograrás. Debemos conectarnos con el optimismo eterno de Rabí Akiva.

Cuando los estudiantes entraron para decir que era hora del Shemá de la mañana, estaban transmitiéndonos un mensaje para hoy: No te rindas. No caigas en la desesperanza. La parte más oscura de la noche es justo antes del amanecer.

El Shemá de la mañana es una oración de fe absoluta. No hay dudas difusas. Es clara y radiante. Proclamamos nuestra creencia inquebrantable con una sola voz.

Nos levantaremos de nuevo. Sentiremos alegría otra vez. Reconstruiremos.

La plaga de la oscuridad - Rav Aaron Goldscheider

La Torá dice que la plaga de oscuridad fue tan severa que “una persona no podía ver a la persona que estaba junto a ella”. El gran maestro espiritual, el Jidushei HaRim, explica que la peor plaga ocurre cuando no vemos a nuestros semejantes que están abandonados o sufriendo, y no nos esforzamos para ayudarlos.

Daieinu: ¿Quién empacó tu paracaídas? - Rav Efrem Goldberg

Charles Plumb, graduado de la Academia Naval de los Estados Unidos, fue piloto de combate en Vietnam. Tras 75 misiones, su avión fue derribado por un misil tierra-aire. Plumb se eyectó y aterrizó en territorio enemigo. Fue capturado y pasó seis años en una prisión comunista. Sobrevivió a esa terrible experiencia y, un día, mientras estaba en un restaurante con su esposa, un hombre de otra mesa se le acercó y le dijo:

—¡Tú eres Plumb! ¡Volaste aviones de combate en Vietnam y fuiste derribado!

—¿Cómo demonios lo sabes? —preguntó Plumb.

—Yo empaqué tu paracaídas —respondió el hombre—. ¡Parece que funcionó!

Esa noche, Plumb no pudo dormir. Se quedó pensando en cómo se vería ese hombre con su uniforme de marinero. Se preguntó cuántas veces habría pasado junto a él en el barco sin siquiera reconocerlo. Cuántas veces no le dijo hola, buenos días o cómo estás. Plumb era un piloto de combate, respetado y admirado, mientras que ese hombre era sólo un marinero ordinario. Ahora eso lo atormentaba.

Plumb pensó en las muchas horas solitarias que este marinero pasó en una mesa de madera en las entrañas del barco, entrelazando cuidadosamente la tela, asegurándose de que el paracaídas estuviera perfecto, haciéndolo con la mayor precisión posible, sabiendo que la vida de alguien dependía de ello. Sólo ahora Plumb comprendía por completo el valor de lo que aquel hombre había hecho. Y ahora, Plumb viaja por el mundo como conferencista motivacional, preguntando a la gente: ¿Quién empacó tu paracaídas?

¿Hemos agradecido a quienes han contribuido a la vida que tenemos el privilegio de vivir? Imagina si nuestra maestra de jardín de infantes recibiera una nota agradeciéndole por habernos cuidado con amor. Imagina que nuestro director de secundaria, nuestro pediatra de la infancia o la persona que limpiaba nuestra habitación cuando éramos niños recibieran, de la nada, un gesto de gratitud, mostrando que nos importó lo suficiente como para buscarlos y agradecerles después de tantos años. ¿Expresamos suficiente gratitud a la persona que nos presentó a nuestra pareja, nos dio nuestro primer trabajo o trajo al mundo a nuestros hijos de manera segura?

Todos tenemos familiares, amigos, mentores y vecinos cuyos esfuerzos moldearon quiénes somos hoy. La verdadera libertad es comprender que no llegamos aquí solos. En este Pésaj, cantemos nuestro daieinu personal y reparemos nuestra falta de gratitud diciendo gracias a quienes empacaron nuestros paracaídas.

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Gloria
Gloria
2 días hace

Gracias por tantas enseñanzas!!despues después de leer este artículo de sabiduría es imposible no cambiar nuestra manera de actuar
Gracias gracias excelente!!

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