Ignorar las señales

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Ideas avanzadas basadas en el Midrash y la Cábala.

Quizás sea la naturaleza humana: notas algo raro en tu piel. ¿Estuvo siempre allí o apareció de repente? Podrías ir a que te revise el médico, pero no hace falta hacer tanto alboroto. Simplemente puedes esperar hasta la próxima visita programada, si es que hay una…

El hombre moderno enfrenta muchos temores. Mientras que nuestros ancestros se preocupaban por satisfacer las necesidades básicas de la vida, nosotros tememos a las enfermedades. Ellos le temían a los levantamientos y a las calamidades, nosotros a los terribles resultados de años de excesos. Hay quienes creen haber encontrado la solución: si nunca van al médico, nunca están enfermos. Ellos piensan que a fin de cuentas la enfermedad no es algo real, sino la opinión subjetiva de un médico. Por supuesto, el problema con esta tesis es que es falsa.

La Torá habla de un fenómeno similar, pero en la esfera metafísica. Aparece una lesión en la piel. Ayer no estaba allí, debe ser examinada. En este caso, sin embargo, la persona que debe examinarla no es un médico sino un cohén, porque no se trata de una aflicción física sino espiritual o, para ser más precisos, de una expresión física de una condición espiritual.

La Torá describe en detalle la condición que afecta el cuerpo, una prenda o una casa: esto es tzaráat. Aunque a menudo se traduce como lepra, la mayoría de los comentaristas insisten en que la enfermedad conocida también como la enfermedad de Hansen no tiene nada en común con la tzaráat, más allá de la traducción que se le asignó. El Rambam (Leyes de tumat tzaráat, capítulo 16), afirma que la presentación de tzaráat es tan diferente en sus diversas manifestaciones que no tiene nada que ver con la enfermedad física conocida como lepra.

La tradición asoció la aparición de tzaráat con la maledicencia, ya sean comentarios que generan división, palabras odiosas, mentiras, difamaciones, insultos o incluso comentarios frívolos y no constructivos. Por lo tanto, el diagnóstico de tzaráat del cohén es el primer paso de un largo camino de rehabilitación espiritual, pero es un paso que no puede saltearse. El tratamiento no puede comenzar hasta que el cohén efectúe su declaración. Esto contrasta con la enfermedad física de lepra que, si no es tratada, puede causar la muerte sin importar si fue o no diagnosticada por un médico. Tzaráat no es tzaráat hasta que un cohén lo declare, y no se trata hasta que un cohén la haya diagnosticado (Rashi 14:36).

El primer paso crea una clara posibilidad de evasión. En teoría, una persona podría vivir en negación, ocultar los síntomas y evitar por completo el "tormento" de enfrentar al cohén y el "tratamiento" resultante. Por desgracia, si no se trata la causa de la tzaráat hay consecuencias negativas. Así como una persona que ignora las señales de una dolencia física y evita el tratamiento eventualmente enfrentará las consecuencias físicas de su descuido, la persona afligida con tzaráat que elige ignorar las señales de advertencia daña su alma. Ignorar los síntomas de tzaráat no lleva a la muerte física, pero si no se atiende la dolencia supura y hace metástasis, causando también dolor a quienes nos rodean.

La Torá nos enseña que debemos ser sensibles a los pequeños cambios en nuestra persona, nuestra ropa, nuestros hogares y en los sentimientos de quienes nos rodean. Tal como debemos ser sensibles a la salud física de nuestro cuerpo y notar los cambios, también se nos ordena a ser sensibles a nuestra salud espiritual y al bienestar de nuestro espacio personal; pedirle al cohén que nos visite si aparece una mancha sospechosa.

Si el cohén identifica el problema como tzaráat, el individuo afectado debe seguir cuidadosamente las instrucciones de confinamiento y cuarentena. Sin embargo, igualmente importante es que corrija la causa subyacente de su dolencia. Una nueva dieta de palabras y formas de conversación debe reemplazar al habla destructiva y dañina que despertó la tzaráat. Quien sufre tzaráat debe aprovechar el período de aislamiento para utilizar el regalo del habla para confortar y elevar a los demás, para reconocer la chispa Divina en cada persona y para permitir que se manifieste y brille esa misma chispa de divinidad que se encuentra en su interior.

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