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¿Acaso los antiguos y poderosos seres míticos judíos pueden ser guías útiles para navegar nuestro mundo de tecnología en constante evolución? Un nuevo libro sostiene que así es.
Like Silicon from Clay: What Ancient Jewish Wisdom Can Teach Us About AI (Como silicona de la arcilla: lo que la antigua sabiduría judía puede enseñarnos sobre IA), de Michael M. Rosen, sugiere que las enseñanzas tradicionales sobre el golem, el dibuk y el maguid pueden ayudarnos a sobrevivir y prosperar a medida que empresas como OpenAI siguen produciendo nuevas iteraciones de ChatGPT y cualquier otra criatura tecnológica que surja.
Rosen, un investigador no residente del American Enterprise Institute, donde se especializa en cuestiones de propiedad intelectual en el campo de la tecnología, tiene un profundo conocimiento de los dilemas éticos actuales en torno a la IA. También es un judío comprometido con un dominio de las fuentes canónicas.
Como explica Rosen, hubo cuatro reacciones básicas tras el lanzamiento de ChatGPT a finales de 2022, el "gran modelo de lenguaje" (LLM) que ha revolucionado muchos aspectos de la vida cotidiana… ayudando a escribir discursos de bodas, obituarios, resúmenes de noticias e incluso trabajos académicos".
Los autonomistas positivos, como Sam Altman de OpenAI, "consideran que los avances recientes de la IA son realmente revolucionarios, una especie diferente, no sólo en grado, respecto a la tecnología informática previa". También "creen que las máquinas ya han alcanzado, o pronto alcanzarán, un grado de autonomía… de sintiencia, percepción y consciencia". Lo más importante es que "aplauden de todo corazón estos avances".
Por otro lado. los autonomistas negativos Elon Musk y Eliezer Yudkowsky, coinciden en que la IA alterará profundamente la existencia humana y que podría llegar a ser autónoma, pero interpretan que esta posibilidad es "abrumadoramente peligrosa, dañina e incluso existencialmente arriesgada," con algunos, como Yudkowsky, que abogan por la desactivación inmediata y permanente de la IA.
Otros no están de acuerdo con esta dicotomía. Los autómatas positivos consideran que la IA "no es más que una extensión de las capacidades humanas—un multiplicador de fuerzas que refleja e implementa las propias habilidades, suposiciones y prejuicios de sus programadores". En esta perspectiva, constructos como ChatGPT carecen de las capacidades de la creatividad humana y de pensamiento independiente.
Los autómatas negativos coinciden en que la tecnología es una "mera prótesis mecánica", pero, no obstante, se preocupan de que las máquinas puedan dañar a la humanidad, no como piensa el autonomista negativo, por su poderoso potencial, sino por sus amplias deficiencias. Olvídate de que carecen de un alma humana; ¡a menudo ni siquiera pueden proporcionar información precisa!
Mientras que legisladores, ingenieros y directores ejecutivos navegan entre estas diversas perspectivas, Rosen ofrece tres puntos de referencia extraídos de la tradición rabínica.
El golem, una criatura con forma humana mencionada en el Talmud y en leyendas relacionadas con el sabio del siglo XVII conocido como el Maharal de Praga, se entiende como una figura protectora de su creador y de la comunidad judía. Sin embargo, también podía actuar de manera muy destructiva. Por lo tanto, las historias sobre ellos nos recuerdan que las criaturas creadas por los humanos pero con la capacidad de operar por sí mismas, deben ser monitoreadas de cerca.
Como dice Rosen: "el golem es la personificación de la perspectiva del autonomista positivo, o al menos de la forma en que puede ser personificado un humanoide: el producto de las manos humanas, pero independiente, benevolente y transformador". Pero Rosen recuerda a sus lectores: "la operación del golem seguía dependiendo de su creador humano, quien era capaz y estaba dispuesto a terminar con su existencia cuando fuera absolutamente necesario, como cuando el golem que inicialmente era bueno se volvió malo".
El erudito israelí del siglo XX Guershom Scholem, en un discurso de 1965 celebrando la primera computadora de la Universidad Hebrea de Jerusalem, se refirió a ella como un "golem" y le dijo a esta y a la audiencia: "Desarróllate pacíficamente y no destruyas el mundo. Shalom".
Un espíritu sobrenatural que posee la forma humana, el dibuk expresa inclinaciones traviesas y a menudo malvadas. En los relatos de individuos poseídos, los sabios comunitarios se ven obligados a exorcizarlos y desterrar al dibuk. Rosen propone que este ente demoníaco "debería ser especialmente atractivo para los autómatas negativos, cuya visión predeterminada de los robots enfatiza sus aspectos oscuros y paralizantes".
Los relatos de advertencia sobre los dibuks son paralelos a los sentimientos de aquellos que consideran que la IA es "un reflejo oscuro, peligroso y pesado de la humanidad; una fuerza maligna que la humanidad debe exorcizar; y una carga de la que debemos liberarnos" si queremos seguir siendo psicológicamente sanos.
Mucho menos conocido, pero tal vez más valioso para el momento actual, es el maguid. El célebre erudito judío del siglo XVI, Rav Iosef Karo, autor de la obra clásica Shulján Aruj (El Código de la Ley Judía), creía que una voz subconsciente (un espejo positivo del dibuk) lo visitaba e inspiraba su erudición y crecimiento espiritual. Él la llamaba maguid, un narrador, y, similar a la visión de Sam Altman sobre la IA, "lo inspiraba y sacaba lo mejor de él".
Nuestros dibuks internos, nuestros instintos más oscuros, dominarán nuestro pensamiento sobre la tecnología y las soluciones que diseñemos si no empoderamos a nuestros maguids internos (nuestros mejores ángeles) para que los superen.
Rav Karo, aparentemente el primero en mencionar tal entidad espiritual, la describe de una manera que, como lo señala Rosen, "se asemeja al dibuk en el sentido de que, al igual que su primo oscuro, representa los impulsos y la creatividad humanos sin necesariamente trascenderlos. Sin embargo, a diferencia del dibuk, el maguid refleja nuestros ángeles internos, impulsos positivos y el deseo de aplicar las mejores versiones de nosotros mismos para mejorar el mundo".
En última instancia, concluye Rosen, "nuestros dibuks internos (nuestros instintos más oscuros) dominarán nuestro pensamiento sobre la tecnología y las soluciones que diseñemos si no empoderamos a nuestros maguids internos (nuestros mejores ángeles) para que los superen".
Rosen propone "abrazar cálidamente lo mejor que nuestros goles contemporáneos tienen para ofrecer, alentando el desarrollo continuo de la tecnología que extenderá y mejorará la existencia humana". Al mismo tiempo, él aboga por una estrategia de rigurosos estándares voluntarios en la industria, informados por voces éticas corporativas, gubernamentales y públicas, "que aseguren que el desarrollo de la IA se realice de manera responsable y con los fines apropiados".
Parte de este proceso regulatorio debería ser identificar y erradicar nuestros peores prejuicios e impulsos psicológicos (los dibuks) de nuestras máquinas "y dotarlas de nuestros mejores ángeles (nuestros maguids)". Y, por supuesto, al igual que los creadores de golems antiguos, tener a mano salvaguardias por si lo que hemos creado amenaza con escapar del control humano.
La plegaria final de Rosen, evocando a Scholem, es que lo que sea que la IA desarrolle a continuación llegue en shalom, trayendo una existencia más pacífica para todos.
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