Guía paso a paso
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La manera en que las mujeres judías pueden desencadenar santidad a través del pan.
Hay algo en hacer masa que sólo puede ser descrito con el viejo cliché "es la experiencia de tu vida". Yo encuentro que el ritmo de amasar y la fragancia de los panes es lo más cercano que se puede estar de "experimentar" música. En casas en las cuales Shabat es el alma de la semana, hacer pan se convierte en algo más elevado; algo esencial de la manera en que Shabat conecta los dos mundos – espiritual y material – en los cuales vivimos. La mayoría de nosotros estamos familiarizados con los panes trenzados de Shabat y los llamamos "jalá." Literalmente, jalá es una mitzvá en la Torá (Números 15:17-21), la cual nos impone separar un pedazo de masa cada vez que horneamos, como dice:"...Será cuando comas el pan en la tierra, deberás separar un pedazo [de masa] para Dios."
En realidad, la palabra "jalá" no significa pan, masa, o cualquier otra palabra de las que al parecer describen estos panes exquisitos. La raíz de la palabra es jol que significa corriente o secular.
Cuando de niña iba de campamento una las actividades que menos me agradaba era lo que se conocía como "la caminata por la naturaleza," en la cual un gran número de niños súper-urbanos eran llevados por los monótonos y descampados caminos de Catskill en el norte del estado de Nueva York. Para pasar el tiempo en los polvorientos caminos cantábamos: "Estamos aquí porque estamos aquí porque estamos aquí..." (Infinitamente). Para la mayoría de nosotros, estas palabras describen la manera en que vemos el mundo. Somos insensibles a sus maravillas y su belleza, hasta el punto que "corriente" describe la manera en que vemos la vida: banal, mediocre, y sobre todo "porque esta ahí". La Torá lo plantea con un enfoque radicalmente distinto. Todo es en su esencia sagrado, kodesh, y siempre lo será. Dios nos da permiso de usar Su mundo para un propósito "banal, jol", bajo una condición: que preservemos su esencia sagrada.
¿Y qué palabra describe todo en el mundo por lo que hacemos este compromiso? Jol, que significa, corriente. La vida "corriente" tiene una fuente sagrada, y es nuestra responsabilidad usarla bien.
Esto es especialmente correcto en relación al pan. Nada es más "corriente" que comer. Sin embargo, en un nivel intuitivo, nos podemos conectar con la energía mística de la tierra misma al hacer pan, en la sensación y la textura. Nos debe tocar profundamente, y la halajá (literalmente, "la manera de caminar") nos dice como usar bien este poder.
El Midrash (Bamidbar Raba 15) nos cuenta que la jalá es una de las tres cosas para las cuales Dios creó el mundo. La Torá se refiere a la jalá como reishit – "lo primero", relacionado con la primera palabra de Génesis, Bereishit – "en el comienzo." La jalá es llamada "lo primero" porque es primordial para el propósito del mundo.
El Maharal explica más esta idea señalando que el mundo es como un humano enorme y que cada humano es como un mini-universo. Así como el mundo es tierra y agua, de la misma forma está compuesto el humano de tierra (comparada con harina) y espíritu e intelecto (comparado con agua). Los humanos, una combinación de cuerpo y alma, harina y agua, son como una masa. Al separar la jalá consagramos nuestra identidad multifacética, la "masa". Como resultado, Dios nos permite usar su masa en el proceso de rectificarnos a nosotros mismos y al mundo. Uno de los grandes sabios y místico, el Shla, lleva ésta idea aun más allá. Comienza preguntando una pregunta clásica que ha sido planteada por eruditos a través de los siglos. Estar vivo significa que el alma está en el cuerpo. Para vivir, debemos comer. Sin embargo, ¿qué tiene el comer que mantiene al alma (la cual claramente no necesita nutrientes) dentro del cuerpo?
El Shla explica que todo lo que observamos en este mundo tiene un paralelo espiritual. La nutrición que la comida le da al cuerpo tiene una nutrición paralela que mantiene el alma. "El hombre no vive sólo de pan, sino que por lo que viene desde la boca de Dios vive el hombre" (Deuteronomio 8:3). La Torá nos dice que mientras basta sólo con pan para mantener el cuerpo, es la palabra de Dios – oculta entre las propiedades físicas del pan – la que mantienen el alma. Y separar jalá inicia este proceso de alimentación espiritual.
Es ilustrativo notar que en el texto bíblico (Números Cáp. 15), la mitzvá de jalá es yuxtapuesta a las leyes que prohíben adorar ídolos. ¿Qué conexión posible existe entre hacer pan y el politeísmo?
La fuente de la idolatría es ver al Creador removido de Sus creaciones. Los idólatras aislarán cualquier cosa que perciban ser la más poderosa o hermosa fuerza en el mundo creado, y la usarán como un medio en su búsqueda de un Dios al cual ellos perciben como inaccesible. Es inconcebible para ellos que Dios pueda ser encontrado en el medio del mundo que parece estar gritando, "Estamos aquí porque estamos aquí porque estamos aquí". Al separar la jalá, ¡estamos diciendo que Dios está acá! Él es la fuente de nuestras almas, de nuestros cuerpos, y de las fuerzas que los sostienen. Él es Uno, y nada está separado de su unidad trascendental.
Una persona posiblemente podría vivir a pan y agua (al contrario de bananas y agua). Es por esta razón que el pan es llamado "la comida primordial". Por supuesto, que es la comida lo que nos mantiene físicamente vivos, y somos nosotros los que debemos imbuir esa experiencia con significado. Asumamos por un instante que en realidad saboreamos un momento de conexión con Dios cuando decimos una bendición al comer. Entonces justo en ese momento, el bebé llora, el teléfono suena y la alarma comienza a avisarte que es el momento de sacar las camisas de la lavadora. Es fácil caer en la trampa de pensar que de alguna manera el momento sublime nunca existió, que todo lo que hay en la vida es movimiento mecánico en el cual ninguna meta es alcanzada (o incluso alcanzable) por más de algunos minutos cada vez.
En realidad, sin embargo, cada momento de conexión es real no sólo ahora, sino por siempre. Cuando el Mashiaj venga, experimentaremos la eterna belleza y emoción de descubrir a Dios una y otra vez, incluso en la experiencia física esencial de hacer pan. La luz espiritual llegará plenamente, y revelará cómo el pan era un medio para "sostener" esa luz y hacer que su presencia sea tangible de un modo concreto en nuestro mundo material.
Nuestra matriarca Sara logró este nivel en su propia vida. El Talmud nos dice que su pan se mantenía fresco de viernes a viernes. La fuerza de vida que ella podía identificar – la Shejiná; la presencia de Dios – no se marchaba. En su rol como matriarca, Sara puso los cimientos para el futuro del recorrido espiritual de toda mujer judía. Dios le permitió experimentar un milagro semana tras semana – dejando un sello indeleble no sólo en ella, sino que en cada una de sus futuras descendientes.
Hay una razón de porqué Sara fue quien experimento este milagro, y no Abraham. Cada género tiene una dirección distinta en su camino espiritual. Mientras los hombres bajan luz desde los planos superiores hasta los inferiores, a través del estudio de Torá como un fin en sí mismo, las mujeres elevan este mundo y lo levantan para reconectarse con la Fuente de la cual vino. Cuando Sara murió, el milagro dejo de ocurrir – aunque el viudo Abraham continuó separando jalá de la masa.
También hoy en día, las mujeres tienen la prioridad para hacer ésta mitzvá. Como dadoras de vida, ellas pueden rectificar el mundo relacionándolo con su fuente, o destruir su integridad al no concretar su fe en la presencia de Dios. Ellas son quienes amasan la masa, y sienten como sus componentes de agua y harina – físicos y espirituales – se juntan.
Que tengamos el mérito de ver la unidad y la integridad – que la jalá tan profundamente representa – redefiniendo el fragmentado y herido mundo en el cual vivimos.
La mitzvá de "separar jalá" se aplica cada vez que hacemos masa (incluso durante la semana) usando un kilo (2.2 libras) de cualquiera de estas cinco harinas: trigo, espelta, centeno, cebada, avena, o una combinación de ellas.
Primero, mezcla la harina con el agua (y cualquier otro ingrediente que uses). Cuando se convierte en masa, toma aproximadamente un puñado de la mezcla, sepáralo del resto, levanta el pedazo y declara, "esto es jalá". Ahora pon el pedazo que separaste de la masa ("la jalá") a un costado, y hornea el resto.
En los tiempos del Sagrado Templo, este pedazo era consagrado para el uso de los cohanim (sacerdotes) y sus familias. Hoy en día, aunque el Templo ya no existe físicamente, sigue siendo el foco de nuestra visión espiritual sobre nuestra identidad como pueblo. Para conmemorarlo, tomamos el pedazo de masa y lo botamos (después de envolverlo para que no esté en contacto directo con el resto de la basura) o lo quemamos. Si lo quemas, debe estar envuelto en papel aluminio, y nada más debe estar horneándose en el horno al mismo tiempo.
El momento después que la "jalá" (el nombre del pedazo) es removida es un momento de profunda cercanía espiritual a Dios. Es un conducto entre esta realidad y un nivel que está mucho más allá de las paredes de nuestras cocinas. Muchas mujeres aprovechan este momento para rezar por sus familias, por nuestro pueblo, y por la restauración del Templo, o por quienquiera que necesite un mérito especial.
Si estás horneando una masa grande (usando 2.2 kilos/5 libras de harina de acuerdo a la costumbre Ashkenazí, o 1.7 kilos/4 libras de acuerdo a la costumbre Sefaradí), se dice una bendición antes de remover el pedazo de masa. La bendición es:
Baruj ata Ado--nai, Elo--heinu melej ha-olam, asher kidshanu bemitzvotav, vetzivanu lehafrish jalá min ha-isa.
Bendito eres tú Dios, Rey del universo, Quien nos hizo sagrados con sus mandamientos, y nos ordenó separar jalá de la masa.
Al invocar el nombre de Dios, la fuerza del acto es mucho más grande. Por esto, algunas mujeres hacen una gran masa para poder decir la bendición. Podrías entonces regalar algunos de los panes (¡todavía no he escuchado una queja de los receptores!), o congelar el resto.
[Si vives fuera de Israel, y te olvidas de separar la masa y no tienes otro pan para usar en Shabat, puedes sacar un pequeño pedazo (sin decir "esto es jalá" o la bendición) y comer el pan. En Israel, el pan es considerado "no- casher" hasta que la bendición apropiada es dicha después de Shabat].
Ingredientes:
Si te gusta la jalá con un sabor, puedes agregar una mezcla de cebollas fritas, ajo y aceitunas. En este caso espolvorea con zatar en lugar de canela, y reduce el azúcar a la mitad e incluso menos según el sabor. No elimines el azúcar completamente, o si no la masa estará pesada (el azúcar activa la levadura).
1) Diluye 50 gramos de levadura en una taza de agua tibia, una taza de harina y una taza de azúcar. Espera hasta que eche espuma – como 10 minutos. (Esta es una perfecta oportunidad para llamar a un amigo o pariente mayor).
2) Agrega 2 tazas de agua, una taza de aceite, 3 huevos, y una bolsa de harina. Mezcla usando los mezcladores de masa de tu batidora, o los dos brazos que Dios te dio.
3) Agrega 3 cucharadas de sal y el resto de la harina. Sigue mezclando hasta que te des cuenta que estas amasando y no mezclando. Sigue haciéndolo hasta que la masa no tenga grumos y no este pegajosa. (Agrega la mezcla de cebolla si quieres jalot con sabor).
4) Haz otra cosa por lo menos por 3 horas, o hasta que la masa leude y duplique su tamaño. Puedes cocinar el resto de tu comida de Shabat, o poner la masa en el refrigerador, tomar una siesta, y continuar con el resto de tu día.
5) pégale un puñetazo a la masa nuevamente, y déjala leudar de nuevo (será más rápido que la primera vez).
6) Toma el pedazo de masa que separarás y consagrarás para jalá. Di la bendición si la cantidad de harina usada es suficiente (ver más arriba), y deshazte de él como fue indicado. Usa la santidad del momento para dejar que un poco de alegría te desborde – mientras celebras la bondad de Dios, la vitalidad de la masa, y tu lugar como un eslabón en la tradición que comenzó con Sara.
7) Enróllalos en trenzas, anúdalos en rollos, o dale la forma que quieras. La tradición de trenzar la jalá (con tres o seis hebras por pan) se remonta a una costumbre antigua mencionada por el Arizal de usar 12 panes para representar a las 12 tribus. Al trenzar la masa, usas 12 hebras por comida, o 12 hebras por las dos comidas principales.
8) Deja los panes trenzados subir por como 30 minutos, luego ponlos en moldes de hornear levemente rociados con canela. Pinta con yema de huevo diluida con agua, y espolvorea con semillas de sésamo.
9) Hornéalos inicialmente a fuego alto y reduce a fuego medio después de 10 minutos. Las jalot están listas cuando se ven listas y suenan huecas cuando les pegas. Dependiendo de su tamaño, esto tomará entre 30-60 minutos.
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