Jerry Seinfeld en Israel

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Siempre es un momento apropiado para visitar Israel.

Literalmente un par de minutos después de que Seinfeld y yo termináramos de presentar cuatro geniales espectáculos en el Menora Mivtachim Arena de Tel Aviv, donde tuvimos una asistencia de 32.000 personas en dos días, nos encontrábamos en la escalera del avión, listos para abordar, dejando Israel y volviendo a Estados Unidos. Yo abracé al jefe de nuestro equipo de seguridad, Amir, y me despedí de él. Jerry y yo estábamos de acuerdo en que Amir era el tipo de persona con el que cualquiera de nosotros podría ser amigo. Era genial. Cada minuto que estábamos fuera de nuestras habitaciones de hotel, teníamos entre 4 y 6 guardias a nuestro alrededor. Algunos caminaban delante de nosotros algunos atrás y otros iban en un Mercedes SUV en caso de que quisiéramos un aventón. Además, Jerry tenía 2 o 3 guardias fuera de su habitación todas las noches. Fue una pequeña dosis de lo que debe sentir un primer ministro, un presidente o el jefe de un cartel de tráfico de drogas.

Somos judíos y estamos aquí para quedarnos. No por un tiempo, sino por siempre.

Debido a los recientes eventos en Israel, sentía que cualquier persona que caminaba en dirección hacia nosotros, ya fuera hombre, mujer o cualquier persona mayor de 12 años, podía ser un potencial asesino. Nunca me había sentido así en Israel y fue muy triste sentirlo. Mientras caminábamos por las calles de Tel Aviv, yo giraba la cabeza constantemente para asegurarme de que nadie venía corriendo en mi dirección para apuñalarme por la espalda. Mis amigos, Alan y Rajel Jacoby, quienes asistieron a nuestro espectáculo, hicieron aliá 10 años atrás. Me contaron que esa mañana tres personas habían sido acuchilladas a pocas cuadras de su casa en Raanana. Rajel me dijo: “Claramente no esperábamos esto cuando nos mudamos aquí, pero de todas formas, no nos vamos a ningún lado”.

Los israelíes son duros, y cuando sales a caminar por Tel Aviv nunca te imaginarías que estás en medio de una nueva ola de terrorismo. Las hermosas calles y cafés están llenos, y la gente practica surf, nadan en el océano y juegan matkot (paletas) en la arena. Algunos bondadosos individuos iban caminando a visitar a los enfermos. Parejas jóvenes paseaban por el parque con sus bebés, y los turistas aún llegan por montones a la Tierra Santa.

Para la mayoría de la gente es difícil entender que los asesinos detrás de los actos de terrorismo lo hacen por una sola razón: Quieren matar judíos y aterrar al resto de la gente de Israel. Y en cierta medida han tenido éxito.

Ahora bien, una cosa que el mundo sabe es que puedes matar judíos sin que haya muchas protestas. Pero también saben que no puedes deshacerte de los judíos. No nos vamos a ninguna parte. Ni ahora ni nunca. Muchos lo han intentado y nadie lo ha logrado. Como solía decir mi madre: “Si estás intentando deshacerte de mí, ¡suerte en ello!”.

Cuando comenzó nuestro espectáculo, tomó más tiempo de lo normal que la gente se acomodara en sus asientos. Había una presencia más notoria de seguridad, luego de los ataques en San Bernardino y París. Esos eventos en cierto sentido cambiaron las cosas. También teníamos unos cuantos guardias alrededor del escenario, y antes de comenzar trajeron perros entrenados para encontrar explosivos. Mientras yo esperaba a un lado a que me presentaran, durante un pequeño instante pensé: “¿Dónde puedo correr en caso de que haya un ataque mientras estoy actuando?”. No es un gran pensamiento para tener unos instantes antes de presentar un espectáculo humorístico. Cuando Jerry estaba actuando, pensé: “Si alguien lo ataca, voy a correr y patearlos en la cara”.

Mi chiste de apertura fue: “Saben, antes de venir a Israel la gente me decía: 'Hey Mark, ¿no estás asustado de ir a Israel con todos los atentados y violencia? ¿No te da miedo?'. Yo les respondía: 'Hey, he estado casado por 25 años. Ya nada me da miedo'" (aplausos y risas). Y entonces sucedió. Dios agregó unas cuantas palabras extra, que simplemente se atravesaron por mi cabeza. Después de que los aplausos se acallaron lentamente luego de mi chiste inicial, en algún lugar en lo profundo de mis entrañas me sentí obligado a gritar tan fuerte como pudiera: “QUE SE PUDRAN ESOS TIPOS, QUE SE PUDRAN”. Hubo un silencio y luego el aplauso de la audiencia fue ensordecedor. Luego lo volví a gritar incluso más fuerte. Un aplauso incluso más grande. Todos estaban de acuerdo conmigo, “QUE SE PUDRAN ESOS TIPOS”. Somos judíos y estamos aquí para quedarnos. No por un tiempo, sino por siempre.

Cuando íbamos de vuelta camino a Estados Unidos, Jerry y yo estábamos conversando y él me preguntó cuándo creía yo que sería un buen momento para que él volviera con su familia a visitar Israel. Le respondí con una frase que había escuchado alguna vez: “No hay un buen momento, pero de seguro que no hay un mal momento. No importa lo que esté pasando. ‘Ahora’ es siempre el mejor momento para visitar Israel.

El sentimiento que tuve desde el segundo en que aterricé en Israel hasta el momento en que abordé el avión de vuelta a casa es: “Sí, estoy volviendo a casa en Los Ángeles. Pero estoy dejando mi verdadero hogar y a mi pueblo allá en Israel”. Dios bendiga a Israel y al pueblo judío. 

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