Judaísmo a través de los ojos de un no judío

5 min de lectura

Una no judía descubrió por accidente el significado y la sabiduría de la Torá.

Todo comenzó como una pequeña curiosidad hace dos años y medio, pocos meses después de mi cumpleaños número 22. Tenía un amigo judío ortodoxo por internet (en una comunidad de fans de Harry Potter), quien un viernes me dijo: “No puedo chatear contigo mañana, porque es Shabat”.

“¿Qué es Shabat?”, pregunté.

Nunca me imaginé que esa pregunta sería la primera de miles. Al principio mis preguntas eran sobre cosas básicas: festividades, kashrut y otras tradiciones. Me pareció tremendamente interesante aprender sobre una cultura y un sistema de valores completamente diferente, algo que nunca antes había encontrado. En Filipinas sólo viven unos pocos judíos.

Nada de esto significará algo para mí hasta que lo pruebe por mí misma.

 

Todo iba de maravillas, hasta que un día pensé: Nada de esto significará algo para mí hasta que lo pruebe por mí misma.

Entonces, comencé con algo pequeño. ¿Cómo se sentirá decir brajot, ‘bendiciones’? Elegí una para experimentar: Asher iatzar, la bendición que uno dice después de ir al baño. Me prometí que, a partir de ese día, cada vez que fuera al baño y me lavara las manos, diría esa bendición. Al principio me sentía tonta, pero poco a poco empecé a aceptar la idea hasta que eventualmente comencé a decir la bendición con una sonrisa en la cara. ¡Hey, mi cuerpo funciona! ¡Gracias, Dios!

Comencé a aprender más bendiciones, aferrándome a las más simples y generales y a aquellas que me sentía más cómoda diciendo como no judía. Decía Modá aní apenas abría los ojos al despertar, y me deleitaba diciendo cada una de las bendiciones matutinas que eran aplicables a mí. Recitaba el Shemá al acostarme con tanta intención como me era posible. Eventualmente comencé a agradecerle a Dios por todo, incluso cada vez que mi auto encendía como corresponde. Las bendiciones judías eran... SON increíbles. De repente me encontraba prestando atención a cada pequeña cosa que hacía en el día. Me hicieron darme cuenta de la cantidad de bendiciones que recibía en cada momento, ¡y ni hablar cada día! Y me permitieron entender que todo venía de Dios. Lo único que puedo decir es gracias, gracias Hashem.

Luego pensé que quizás el haber elegido comenzar con bendiciones había sido un golpe de suerte. Era hora de probar con otra mitzvá. Experimenté y tuve mi pseudo Shabat, en donde simplemente apagaba mi teléfono por una noche a la semana. Después de varias semanas, no podía creer lo mucho que esas pocas horas de desconexión me afectaban psicológica y emocionalmente. Comencé a ansiar la llegada de esa noche cada semana.

También aprendí a enfocarme. Me ayudó a ser más productiva durante la semana, sabiendo que tenía fijado un tiempo para enfocarme exclusivamente en recargarme, reconectarme conmigo misma y con Dios, y disfrutar de mi familia.

Ese mismo razonamiento eventualmente se esparció a otras áreas de mi vida. Por ejemplo, me volví menos impaciente con mi pequeña sobrina y, en lugar de contar el tiempo que faltaba para enviarla de nuevo con su mamá, comencé a estar más presente y disfrutar nuestro tiempo juntas.

Comencé a apreciar el increíble impacto que esas simples acciones estaban teniendo en mi vida. Era extraño e intenso, y quería más. Comencé a incluir estudio de Torá en todo momento libre del día y, en ocasiones, me quedaba despierta una o dos horas más durante la noche. Leía grandes cantidades de artículos en Aish.com y escuchaba clases de Torá de TorahAnytime en el auto mientras manejaba; lograba escuchar dos o tres clases por semana. Realmente llegué a desear quedar varada en el tránsito.

Aprendí sobre tikún olam, mejoré mi entendimiento del libre albedrío y estudié sobre lashón hará y sus efectos en el mundo. Lentamente ajusté mi actitud en relación a la felicidad, decidiendo ser feliz ahora en lugar de “cuando ocurra esto y aquello”. Decidí que debía comenzar a vestir faldas más a menudo y asegurarme de no faltar a mi palabra. Saqué casi todos mis jeans del armario y los regalé. Comencé a pasar tiempo en el Jabad House local, en donde tenía conversaciones con la rabanit sobre las Leyes de Nóaj.

Leía Salmos, daba tzedaká y buscaba activamente oportunidades diarias para hacer jésed (‘actos de bondad’). Comencé a entender que vivo en el mundo de Dios, que Él hace las reglas y no yo. Y continué experimentando: hice lo mejor que pude para no escuchar música durante las Tres Semanas previas a Tishá B’Av, hice un poco de introspección en el mes de elul y escribí una lista de resoluciones para Rosh HaShaná. También comencé a ejercitarme con mayor regularidad y a poner más atención en lo que comía. Para este entonces sabía que, así como era importante crecer espiritualmente, también lo era cuidar la salud física. En breve, comencé a hacer cosas con mucha más determinación.

Comencé a entender que yo soy mis elecciones, que soy lo que no pueden quitarme. En las palabras de uno de mis maestros: “Lo único que es realmente mío es lo que di”. Esa idea, con el tiempo, dio un vuelco a mis prioridades. Pasé de buscar lo que podía obtener a buscar lo que podía dar. Aprendí que Dios controla absolutamente todo y que cada evento es un mensaje de Él. Relacionado a esto está el hecho de que lo único que puedo controlar son mis reacciones ante estos eventos.

Esas enseñanzas me hicieron una persona mucho más calma, y comencé a pasar más tiempo estudiando y analizando lo que Dios quería decirme, así como mis reacciones y lo que podía mejorar de mí, en lugar de centrarme en lo irritante que era otra persona. Aprendí que si no duele no estoy creciendo, por lo que comencé a empujarme, con mayor frecuencia, fuera de mi zona de confort. Busqué personas que me hicieran críticas constructivas y me dieran buenos consejos en lugar de personas que simplemente me alabaran. Lentamente, comencé a optar por la alternativa más difícil porque sabía que, en el largo plazo, era la que generaría los mayores dividendos.

A veces no puedo creer haber descubierto el poder de la Torá jugando online un juego de Harry Potter. Le agradezco constantemente a Hashem por haberme dado la oportunidad de transitar este camino.

La Torá no sólo debe ser estudiada, también debe ser vivida. Y, lo mejor de todo, es que funciona.

 

Mi travesía estuvo conformada por cientos de pequeños pasos que di durante semanas, meses y años. No es todo blanco y negro como la narrativa lo hace parecer. Hubo muchas ocasiones en las que di un paso adelante y dos para atrás. Pero aprendí que lo más importante en una travesía espiritual no es ni la fortaleza ni la inteligencia, sino la persistencia.

No sé hacia dónde voy ni dónde terminaré. En este momento elijo continuar siendo no judía. De lo único que estoy segura es que mi vida se volvió mucho más significativa desde que comencé a tomar a la Torá en serio y que no quiero dejar de estudiar Torá jamás. La Torá me enseñó a abrir los ojos y ver lo que es realmente importante, a dejar de desperdiciar mi tiempo, dinero y energía en cosas que no importan ni importarán, porque son sólo pasajeras. La Torá no sólo debe ser estudiada, también debe ser vivida. Y, lo mejor de todo, es que funciona. ¿No me crees?, verifícalo por ti mismo.

Me gustaría aprovechar esta oportunidad para agradecerles a los muchos rabinos y rebetzins de Aish.com, a TorahAnytime.com, a la página Accidental Talmudist en Facebook y a Jabad Manila. Que Hashem continúe bendiciéndolos a todos.

Haz clic aquí para comentar sobre este artículo
guest
0 Comments
Comentarios en línea
Ver todos los comentarios
EXPLORA
ESTUDIA
MÁS
Explora
Estudia
Más
Contacto
Lenguajes
Menu
Donar
Únete a nuestro newsletter
Redes sociales
.