Judíos sin máscaras

06/03/2025

3 min de lectura

Purim no es sólo una festividad, es una advertencia: nunca puedes ocultar tu identidad judía.

Shushán era una ciudad de máscaras.

No de la clase que usamos en Purim, disfraces de alegría, para celebrar. Estas eran diferentes. Máscaras de supervivencia, de silencio, de judíos que pensaban que podían esconderse para siempre.

Ellos creían que lo habían logrado. Siguieron las reglas. Contribuyeron a la sociedad. Tenían un lugar en la mesa del rey.

Por un tiempo, funcionó.

Levantaron sus copas en el salón del banquete, rodeados de copas de oro y patios con cortinas de seda. Eran parte del imperio. Parte del mundo.

Hasta que un día, ya no lo fueron.

El decreto de Hamán llegó de un día para otro. En un momento, eran persas. Al siguiente, eran judíos.

Eso fue suficiente.

Los judíos de Shushán llevaban la máscara de la pertenencia. Cuando el imperio se volvió contra ellos, esa máscara no los salvó.

Nunca lo hace. No importa los acuerdos que hagan.

Hoy, estamos usando la misma máscara

Cada generación de judíos tuvo su propio Shushán. En España, los conversos borraron su pasado, ocultando sus nombres y tradiciones en las paredes de sus casas. En la Rusia soviética, las familias destruían sus libros, guardaban silencio en público, cuidándose de no decir demasiado.

¿Hoy? En el último año, uno de cada tres judíos en Norteamérica ha sido víctima del antisemitismo.

Casi la mitad ha cambiado su comportamiento por miedo.

Cuatro de cada diez han dejado de usar o mostrar en público símbolos judíos.

Un estudiante judío baja la voz a un susurro cuando habla con un amigo sobre el origen de su familia.

El dueño de un negocio judío quita un cartel en su tienda que lo marcaba como judío.

Un viajero judío decide no hablar hebreo en una ciudad desconocida.

Nos decimos a nosotros mismos "es temporal", "es sólo por ahora".

Purim nos enseña la verdad. Nunca se detiene ahí.

Cuando los judíos se borran a sí mismos, el mundo no les agradece. De todos modos se vuelven contra ellos.

El mundo nos dice: "Vuelve a ponerte la máscara". "Quédate callado". "No hagas problemas. Tal vez entonces estarás a salvo". La historia demuestra lo contrario.

Cuando los judíos se borran a sí mismos, el mundo no les agradece. De todos modos se vuelven contra ellos. Purim no es sólo una festividad. Es una advertencia.

Quitarse la máscara

Incluso el Rollo de Ester estuvo oculto antes de ser revelado. Mordejai y Ester escribieron la historia de Purim tal como sucedió, pero durante años, fue sólo un registro. Aún no era sagrado, no formaba parte del canon judío. Sólo más tarde, cuando la Reina Ester insistió, fue reescrito por los Hombres de la Gran Asamblea y sellado como parte de las escrituras judías.

Ester entendió lo que a menudo olvidamos. Si el pueblo judío no cuenta su propia historia, alguien más lo hará. Los persas habrían escrito su propia versión. Habrían reescrito la historia.

Así que Ester se aseguró de que nuestra historia nunca pudiera ser borrada. Aseguró que las generaciones futuras leyeran su historia no como un vestigio del pasado, sino como un mensaje para el futuro.

Se aseguró de que recordáramos que los judíos no sobreviven desapareciendo. Los judíos sobreviven sabiendo cuándo revelarse.

El punto de inflexión de la historia de Purim no es cuando Hamán es derrotado. Sucede mucho antes, cuando Ester se quita la máscara.

Ella jugó perfectamente el juego. Ocultó quién era. Sobrevivió integrándose.

Cuando llegó el momento de la crisis, Ester tuvo una opción: mantener la máscara puesta y esperar que la protegiera o quitársela y ponerse del lado de su pueblo.

Cuando llegó el momento de la crisis, Ester tuvo una opción: mantener la máscara puesta y esperar que la protegiera o quitársela y ponerse del lado de su pueblo.

Podría haber intentado mantenerse a salvo a sí misma, pero Ester entendió algo mucho más poderoso: no existe tal cosa como la supervivencia judía en solitario.

Entonces tomó una valiente decisión: arriesgó su vida y entró en la sala del trono, sin máscara.

Reveló quién era, no sólo por ella misma, sino por su pueblo.

En ese momento, su momento, todo cambió, porque cuando los judíos se desenmascaran, el mundo se ve obligado a vernos. Cuando los judíos se unen, el mundo no puede quebrarnos.

Los judíos de Shushán no sobrevivieron gracias a una sola persona. Sobrevivieron porque se unieron.

La identidad judía no es sólo una cuestión de fe. Es una cuestión de pueblo.

Es la conexión no hablada entre judíos que nunca se han encontrado.

Es la fuerza de la historia, el peso de la memoria, el conocimiento de que no caminamos solos.

Es saber que, dondequiera que estemos en el mundo, somos parte de algo inquebrantable. Cuando recordamos esto, somos imparables.

Hamán estaba seguro de que los judíos permanecerían callados. Él construyó las horcas temprano.

Estaba equivocado.

Si has ocultado quién eres, recupéralo.

Si has quitado lo que te marcaba, vuelve a ponerlo.

Si el silencio ha reemplazado a la convicción, habla.

Si estás cancelando tu evento, hazlo.

Si te sientes solo, recuerda, eres parte de algo inquebrantable.

Los judíos no sobreviven en aislamiento. Sobrevivimos juntos. Nos mantenemos unidos. Y nunca desapareceremos.

Cuando quitamos el disfraz, revelamos nuestra fuerza.

Juntos, somos imparables.

Haz clic aquí para comentar sobre este artículo
guest
0 Comments
Más reciente
Más antiguo Más votado
Comentarios en línea
Ver todos los comentarios
EXPLORA
ESTUDIA
MÁS
Explora
Estudia
Más
Contacto
Lenguajes
Menu
Donar
Únete a nuestro newsletter
Redes sociales
.