Kilómetros por recorrer antes de dormir

28/07/2024

4 min de lectura

Matot-Masei (Números 30-36 )

Etre ailleurs, "estar en otra parte, el gran vicio de esta raza, su gran y secreta virtud, la gran vocación de este pueblo". Esto fue lo que escribió el poeta y ensayista francés Charles Peguy (1873-1914), un filo-semita en una era de antisemitismo. Él continuó diciendo: "Para ellos, cualquier travesía implica la travesía del desierto. Las casas más cómodas, la mejor construidas con piedras tan grandes como los pilares del templo, el más real de los edificios, el más abrumador de los edificios de departamentos nunca significarán para ellos más que una tienda de campaña en el desierto".(1)

A lo que él aludía era a que la historia y el destino se habían combinado para hacer que los judíos tomaran conciencia de la temporalidad de cualquier vivienda fuera de la Tierra Santa. Ser judío es estar en una travesía. Así es como comienza la historia judía cuando Abraham escuchó las palabras "Lej lejá", indicándole que debía partir de donde estaba y viajar a "la tierra que Yo te mostraré". Así comenzaron también los días de Moshé, cuando la familia se había convertido en un pueblo. Y ese es el punto que se repite casi interminablemente en la parashá Masé: "Partieron de X y acamparon en Y. Partieron de Y y acamparon en Z". Cuarenta y dos estaciones en una travesía de cuarenta años. Somos el pueblo que viaja. Somos el pueblo que no se mantiene quieto. Somos el pueblo para el cual el tiempo mismo es un viaje a través del desierto en búsqueda de la Tierra Prometida.

En cierto sentido este es un tema conocido del mundo del mito. En muchas culturas, se cuentan historias sobre la travesía del héroe. Otto Rank, uno de los colegas más brillantes de Freud, escribió al respecto. También lo hizo Joseph Campbell, un junguiano, en su libro "El héroe de las mil caras". Sin embargo, la historia judía es diferente de formas significativas:

  1. El viaje (descripto en los libros de Shemot y Bamidbar) lo realiza el pueblo entero: hombres, mujeres y niños. Es como si en el judaísmo todos fuéramos héroes, o al menos todos estamos convocados a un desafío heroico.
  2. Lleva más que una sola generación. Quizás, si los espías no hubieran desmoralizado al pueblo con su informe, podría haber llevado poco tiempo. Pero hay aquí una verdad más profunda y universal. El paso de la esclavitud a las responsabilidades de la libertad lleva tiempo. La gente no cambia de la noche a la mañana. Por eso la evolución tiene éxito y la revolución fracasa. La travesía judía comenzó antes de que naciéramos y nuestra responsabilidad es pasarla a aquellos que la continuarán después de nosotros.
  3. En el mito, el héroe por lo general enfrenta una gran prueba: un adversario, un dragón, una fuerza oscura. Él (por lo general es un hombre) incluso puede morir y resucitar. Como dice Campbell: "Un héroe se aventura desde el mundo cotidiano hacia una región de maravillas sobrenaturales: allí se encuentra con fuerzas fabulosas y obtiene una victoria decisiva. El héroe regresa de esa aventura misteriosa con el poder de otorgar bendiciones a sus semejantes".(2) La historia judía es diferente. El adversario con el que se encuentran los israelitas son ellos mismos: sus miedos, sus debilidades, su constante impulso a retornar y retroceder.

Me parece que aquí, como tantas otras veces, la Torá no es un mito sino un anti-mito, una insistencia deliberada en eliminar los elementos mágicos de la historia y centrarse sin descanso en el drama humano del valor frente al miedo, la esperanza frente a la desesperación, y la convocatoria, no a un héroe gigante, sino a todos nosotros juntos, fortalecidos por los lazos con el pasado de nuestro pueblo y los vínculos en el presente. La Torá no es una fábula que evade la realidad, sino la realidad misma, vista como un viaje que todos debemos emprender, cada uno con sus propias fuerzas y contribuciones para nuestro pueblo y para la humanidad.

Todos estamos en una travesía. Y debemos descansar cada tanto. Esta dialéctica entre partir y acampar, caminar y mantenerse quieto, forma parte del ritmo de la vida judía. Hay un tiempo para "Nitzavim", estar parados, y un tiempo para "Vaielej", para moverse. Rav Kook habló de los dos símbolos en la bendición de Bilaam: "Cuán bellas son tus tiendas, Iaakov, tus moradas, Israel". Las tiendas son para las personas que están en un viaje. Las moradas son para quienes han encontrado un hogar.

El Salmo 1 alude a dos símbolos del individuo justo, Por un lado está en el camino, mientras que el malvado comienza caminando y luego pasa a estar parado o sentado. Por otro lado, el justo es comparado con un árbol, sembrado al lado de una corriente de agua, que da frutos en la estación debida y cuyas hojas no se marchitan. Rav Aharón Lichtenstein zt"l dio una hermosa clase(3) sobre el poema de Robert Froist:

El bosque es hermoso, oscuro y profundo.

Pero tengo promesas que cumplir

Y kilómetros por recorrer antes de dormir.

Y kilómetros por recorrer antes de dormir.

Él analizó el poema en términos de la distinción de Kierkegaard entre las dimensiones estética y ética de la vida. El poeta está encantado con la belleza estética de la escena, el suave silencio de la nieve que cae, la oscura dignidad de los altos árboles. Le encantaría quedarse allí en ese momento atemporal, en esa hora eterna. Pero sabe que la vida tiene también una dimensión ética, y eso exige acción, no sólo contemplación. Él tiene promesas que cumplir, tiene deberes para con el mundo. Así que debe seguir su camino a pesar del cansancio. Tiene kilómetros que recorrer antes de dormir: tiene trabajo que hacer mientras tenga en él el aliento de la vida.

El poeta se detuvo brevemente para disfrutar del bosque oscuro y la nieve que cae. Ha acampado. Pero ahorta, como los israelitas en Masé, debe volver a ponerse en camino. Para nosotros como judíos, así como para Kierkegaard el teólogo y para el poeta Robert Frost, la ética tiene prioridad sobre la estética. Sí, hay momentos en los que deberíamos, de hecho debemos, detenernos a contemplar la belleza del mundo, pero luego tenemos que seguir adelante, porque tenemos promesas que cumplir, incluyendo las promesas a nosotros mismos y a Dios.

De aquí surge la idea revolucionaria: la vida es un viaje, no un destino. Nunca debemos quedarnos quietos. Por el contrario, constantemente debemos proponernos nuevos retos que nos saquen de nuestra zona de confort. La vida es crecimiento.


NOTAS:

1. Charles Peguy, Basic Verities, New York, Pantheon, 1943, 141.
2. Joseph Campbell, The Hero with a Thousand Faces, New World Library, 2008, 23.
3. http://etzion.org.il/en/woods-are-lovely-dark-and-deep-reading-poem-robert-frost

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