La bendición después de ir al baño

26/10/2022

4 min de lectura

El sublime acto de agradecerle a Dios después de ir al baño.

Mi hermano trataba de decidir si mi amiga era demasiado religiosa para salir con él. Ambos éramos adolescentes y yo no tenía idea cómo él definía “demasiado religiosa”.

“Sólo dime si ella es de las que dicen esa rara bendición cuando sale del baño”, dijo mi hermano.

Él se refería a la bendición que se dice después de ir al baño, conocida también como asher iatzar (que significa "Que formaste"). En líneas generales, esto es lo que dice la bendición:

Baruj atá Adonai, Eloheinu Mélej haolam, asher iatzar et haadam bejojmá, ubará bo nekavim nekavim, jalulim jalulim. Galui veiadúa lifnei kisé kevodeja, sheim ipatéaj ejad mem, o isatem ejad mem, hi efshar lehitkaiem velaamod lefaneja. Baruj atá Adonai, rofé col basar umaflí laasot.

Gracias Dios, Que formaste con sabiduría a los seres humanos y los creaste con aperturas y orificios. Si uno de estos orificios se rompiera o uno de ellos se bloqueara, sería imposible mantenerse de pie ante Ti y sobrevivir. Bendito eres Tú, Dios quien sana a toda carne y obra maravillas.

Yo había adoptado hace poco la práctica de decir Asher iatzar y de cierta manera entendía por qué era su prueba de fuego para saber si mi amiga era una persona demasiado religiosa. Esto requería un verdadero compromiso.

Asher iatzar no era algo que podías decir una vez al día, como las bendiciones matutinas, en la privacidad de tu hogar, y luego seguir adelante, mezclándote a la perfección con el mundo exterior. La bendición del baño te sigue. Cada vez que vas al baño, cada vez que haces tus necesidades, tienes que alabar a Dios, a veces en los lugares más insólitos.

Yo he dicho la bendición de Asher iatzar en McDonald’s (después de usar su baño, no de comer su comida), afuera de baños portátiles en ferias rurales, en estaciones de tren, saliendo de diminutos baños de aviones, con mi voluminoso vestido de novia, al estar en trabajo de parto y en postparto, cuando apenas podía mantener mis ojos abiertos.

He pronunciado Asher iatzar en todos mis trabajos, algunos de los cuales me oprimieron en cuerpo y espíritu. Sin embargo, cuando recitaba la breve bendición, sentía un pequeño despertar o incluso un escalofrío de deleite subversivo. El rezo me recordaba que tenía una vida afuera del trabajo, que tenía un "yo" y, por más cursi que suene, un alma. Porque en ese momento no podía herirme ningún jefe desagradable, ningún compañero de trabajo presumido ni un archivo interminable.

He dicho la bendición sin prestar atención, bostezando en medio de la noche, rápidamente, apurándome en las palabras como un tren pasando por un pueblo aburrido y también me he concentrado en cada palabra, dándole a cada una su propio aliento, como pronunciando una canción de amor para mi amado.

Cuando las personas me ven decir Asher iatzar, a veces tengo que explicarles qué es lo que estoy haciendo. Entonces se quedan boquiabiertos. Lo encuentran gracioso, excesivo o genial. Algunos no lo entienden. ¿Por qué hay que agradecerle a Dios por ir al baño? Pero intuitivamente parece correcto valorar esta función corporal tan básica. Mi padre, que sufrió de constipación gran parte de su vida, lloraba de alivio y alegría cuando podía ir al baño.

Sin embargo, quizás los sabios se entusiasmaron y fueron demasiado poéticos al usar palabras como: “Bendito seas Tú, Dios quien sana a toda carne y obra maravillas”. ¿Sana a toda carne? ¡Por favor! ¿Qué significa eso?

Un día obtuve una pista.

Hace algunos años, mi hija que entonces tenía siete años, tuvo un caso terrible de psoriasis, una extraña reacción a una faringitis estreptocócica. Manchas rojas y escamosas que parecían amebas cubrían casi el 85 por ciento de su cuerpo, su cuero cabelludo, las plantas de sus pies, entre medio de los dedos. Ninguna de las hidrocortisonas, lámparas solares o cremas poderosas ayudaban, o si lo hacían, no duraba mucho tiempo.

Al no saber qué más podía hacer, el dermatólogo sugirió metotrexato, una dosis baja de quimioterapia. Ahí fue cuando acudí a un quiropráctico italiano octogenario que había dedicado su vida a curar la psoriasis. El Dr. Pagano dijo que la respuesta era la eliminación. Sus intestinos necesitaban sanar. Él puso a mi hija en una estricta dieta antinflamatoria que apuntaba a que hubiera movimiento intestinal dos a tres veces al día.

Después de seis semanas su piel estaba más suave y hermosa de lo que había sido cuando era una bebé. No quedó ni una marca roja. Aparentemente, para los médicos holísticos y la medicina china no es una novedad que gran parte de la salud depende de la eliminación adecuada. No pude resistirme de compartir la bendición Asher iatzar con el Dr. Pagano. Él se emocionó profundamente y le impresionó que esos sabios tan antiguos hubieran entendido que un buen movimiento intestinal es clave para la buena salud.

Un rabino del siglo XVI compuso un poema: "Presta atención al alma" y tiene razón. Pero Asher iatzar me dice además: presta atención al cuerpo. Hay riqueza ahí. Quizás incluso riqueza espiritual.

Seguro, una mente puede comprender a Dios… pero también puede hacerlo un cuerpo. A veces, el cuerpo sabe cosas que la mente no puede saber. De hecho, cuerpo y alma no tienen que ser enemigos. Ellos pueden bailar un poco juntos. Trabajar juntos. ¿De qué manera? Diciendo Asher iatzar.

¿Quieres cultivar una actitud de gratitud? Di Asher iatzar.

¿Quieres sentir un momento de liberación o trascendencia en medio de tu día? Di Asher iatzar.

Eric Hoffer escribió: “La aritmética más difícil de dominar es aquella que nos permite contar nuestras bendiciones”. Decir Asher iatzar me ayuda a llevar esa cuenta.


Una versión de este articulo apareció originalmente en "The Forward".

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