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Isidor Isaac Rabi, el físico que ganó el premio Nobel de física y ayudó a construir la bomba atómica, tenía una relación profunda con su educación judía ortodoxa.
El 16 de junio de 1945, J. Robert Oppenheimer estuvo en el desierto de Jornada del Muerto, en Nuevo México, observando un segundo amanecer provocado por la detonación de la primera explosión nuclear del mundo, que marcó el comienzo de la era atómica.
A su lado estaba Isidor Isaac Rabi, otro físico judío. "Fue una visión", dijo posteriormente Rabi respecto a esa explosión. "Unos minutos más tarde, se me puso la piel de gallina al comprender lo que significaba para el futuro de la humanidad".
Si Oppenheimer fue el padre judío de la bomba, esta tuvo una gran cantidad de tíos judíos (y por lo menos una tía, Lise Meitner), incluyendo a Edward Teller, Leo Szilard, Niels Bohr, Felix Bloch, Hans Bethe, John von Neuman, Rudolf Peierls, Franz Eugene Simon, Hans Halban, Joseph Rotblatt, Stanislav Ulam, Richard Feynman y Eugene Wigner.
Sin embargo, el judaísmo como práctica no era una parte importante de la vida de la mayoría de estos científicos. Desde luego, no lo era en la vida de Oppenheimer.
Pero el judaísmo era central para Rabi, un colega y amigo cercano de Oppenheimer, y que fue vital en los esfuerzos de los Estados Unidos para desarrollar la bomba atómica.
En 1930, Rabi investigó la naturaleza de la fuerza que une los protones a los núcleos atómicos. Ese trabajo eventualmente llevó a la creación de la detección de haces moleculares por resonancia magnética, por lo que Rabi recibió el Premio Nobel de física en 1944. El trabajo de Rabi hizo posible la resonancia magnética o IRM, una valiosa prueba diagnóstica.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Rabi fue director asociado del Laboratorio de Radiación del MIT, conocido como "Rad Lab", donde fue uno de los primeros científicos estadounidenses en trabajar en lo que se conoce como magnetrón de cavidad, un dispositivo que envía un flujo de electrones, guiados por un campo magnético, a través de una serie de resonadores de cavidad, las pequeñas cavidades abiertas en un bloque de metal. Los electrones hacen oscilar las microondas en su interior, del mismo modo que el aire soplado a través de un silbato produce un tono. El dispositivo generador de microondas revolucionó el radar (y hoy, de forma mundana, forma parte de todos los hornos microondas).
La capacidad de producir longitudes de onda más cortas, o microondas, mediante el uso del magnetrón de cavidad en barcos y aviones, dio lugar a una precisión sin precedentes en la localización de naves enemigas y a mayores distancias. El principal teatro de operaciones en la Segunda Guerra Mundial fue, en efecto, un enorme campo de batalla marino y aéreo que se extendía a lo largo de miles de kilómetros. Muchos historiadores atribuyen la mayor parte del mérito por la victoria de los Aliados en ese campo de batalla global al sistema de radar perfeccionado por Rabi y otros en el "Rad Lab".
Rabi (a la derecha) con otros ganadores del Premio Nobel, Ernest O. Lawrence (a la izquierda) y Enrico Fermi.
La otra tecnología decisiva para la guerra fue, por supuesto, la bomba atómica, dos de las cuales devastaron las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki.
Durante la gestación de la primera bomba de ensayo, Oppenheimer le ofreció a Rabi, con quien había comenzado una amistad, el puesto de subdirector del Proyecto Manhattan. Rabi lo rechazó, aunque aceptó trabajar como consultor para el proyecto y ocasionalmente viajó para trabajar en Los Álamos. Rabi estuvo con Oppenheimer en la prueba Trinity esa histórica mañana de julio.
Rabi le dijo a su biógrafo, John S. Rigden, que Oppenheimer "era judío, pero deseaba no serlo y trataba de fingir que no lo era".
Oppenheimer no era ajeno a su conexión con otros miembros de la tribu judía. Cuando le llegaron noticias del asesinato masivo de judíos en Europa, se sintió profundamente conmocionado, sintiendo un vínculo étnico con las víctimas de Hitler. Él escribió: "Sentía una furia continua y ardiente por el trato que recibían los judíos en Alemania". Mientras enseñaba en Berkeley, justo antes de la creación del Proyecto Mahattan, destinó el 3% de su salario a ayudar a científicos judíos a escapar de la Alemania nazi.
Pero en lo que respecta al judaísmo como religión, las convicciones de Oppenheimer reflejaban las de la Sociedad para la Cultura Ética, el movimiento fundado por judíos, pero totalmente laico, en el que fue educado. Como escribió Elie Wiesel en la crítica de una obra de teatro basada en "Prometeo Americano – El triunfo y la tragedia de J. Robert Oppenheimer", el libro que inspiró la popular película: "A pesar de ser un judío notable, [Oppenheimer] se mantuvo alejado del judaísmo".
Pero Rabi, a pesar de su amistad con Oppenheimer, era una clase muy diferente de físico judío. Aunque respetaba enormemente a su colega, Rabi le dijo a su biógrafo, John S. Rigden, que Oppenheimer "era judío, pero deseaba no serlo y trataba de fingir que no lo era". A Rabi le entristecía la apatía de su amigo hacia su judaísmo y consideró que esa fue la causa por la que Oppenheimer no logró tener una "personalidad completamente integrada".
El contraste entre la actitud de estos dos hombres hacia su judaísmo es evidente en cómo Oppenheimer, a los 18 años en 1922, al acompañar a su profesor de inglés Herbert Smith en un viaje al suroeste, pidió viajar como el hermano de Smith para que lo presentaran como "Robert Smith".
En Alemania, insistió en ser identificado como Isidor Isaac Rabi. "Nunca navegué con colores falsos".
También Rabi, en su juventud, cuando pasó dos años de postdoctorado en Europa, trató de enmendar su nombre pero en la dirección contraria. En Alemania, Rabi insistió en ser identificado como Isidor Isaac Rabi. "Nunca navegué con colores falsos", explicó respecto a esa decisión. "Así era. Cualquier trato que tuviéramos sería sobre esa base: Yo sé quién eres y tú sabrás quién soy".
Aunque estaba orgulloso de su herencia religiosa, Rabi nunca se vistió ni vivió como un judío observante. Su aspecto y su conducta transmitían en todos los sentidos la imagen de un científico laico. Pero su mentalidad, en lo que respecta al judaísmo, era considerablemente más compleja.
Desde la izquierda: Robert Oppenheimer, Isidor Rabi, H.M. Mott-Smith y Wolfgang Paulien el lago de Zúrich, Suiza
Rabi nació en 1898 en el seno de una familia judía ortodoxa observante, en Rymanów, lo que en ese momento formaba parte de la Galitzia gobernada por Austria y hoy es parte de Polonia. En su circuncisión, le dieron el nombre de Israel Itzjak. Poco después su familia emigró a los Estados Unidos y se instaló en un pequeño departamento en el Lower East Side de Manhattan, antes de trasladarse al barrio de Brownsville, en Brooklyn.
Los padres de Rabi mantuvieron y valoraron su observancia judía ortodoxa. La familia hablaba exclusivamente en ídish.
Sin embargo, de pequeño Israel Itzjak aprendió rápidamente inglés y su interés por la ciencia lo llevó a la biblioteca pública y a jugar con la electrónica. No era un simple aficionado. Su primer artículo científico sobre el diseño de un condensador de radio, fue publicado en "Modern Electrics" cuando todavía estaba en la escuela primaria.
Sus exploraciones científicas no se limitaban a un solo campo. Cuando leyó sobre el heliocentrismo, como muchos jóvenes que llegan a dudar de la sensatez de las decisiones de sus padres, Izzy, como lo llamaban en la escuela, se declaró ateo con sumo orgullo. "Todo es muy sencillo", informó a sus padres. "¿Quién necesita a Dios?".
Como era de esperar, ellos se sintieron decepcionados, pero fueron tolerantes. Al fin y al cabo, era sólo un niño. Cuando se acercaba su bar mitzvá, le pidieron que preparara una drashá de bar mitzvá. Por lo general se trata de un discurso erudito sobre un tema del Talmud para los invitados, que eran todos religiosos como los padres de Rabi. Eventualmente Rabi accedió. Y pronunció un discurso, en ídish, sobre cómo funciona la luz eléctrica.
"Hablé del filamento de carbono", recordó en sus últimos años, "y luego hubo algo que me pareció muy ingenioso: sacar el plomo del filamento".
A pesar de ser un librepensador de 13 años, incluso en su juventud Rabi llego a madurar en su visión del mundo. Y a sentir el asombro que subyace en las mentes profundamente religiosas.
Rabi le dijo a Rigden: "Cuando eres ortodoxo, dices plegarias por la luna nueva… [pero] cuando tienes una explicación astronómica, la salida de la luna se convierte en una especie de no acontecimiento".
Sin embargo, relató cómo una vez cuando "iba caminando miré hacia la calle, que estaba orientada al este. La luna estaba saliendo. Y me dio un susto terrible". Su inexplicable reacción ante la grandeza de la salida de la luna se oponía al frío racionalismo.
Muchas décadas después de su infancia, recordaba cuánto le había intrigado de joven —a pesar de ser supuestamente ateo— el relato bíblico de la creación. "Los primeros versículos… me conmovían mucho de niño. Toda la idea de la Creación, su misterio y su filosofía. Es algo que me caló muy hondo, y todavía lo siento".
"La idea de Dios te ayuda a sentir mejor el misterio de la física moderna"
"La educación de mi infancia, tan marcada por Dios, el Creador del mundo, quedó conmigo", reflexionó. "La idea de Dios te ayuda a sentir mejor el misterio de la física moderna".
Rabi expresó su desdén por los físicos que se dedican a su profesión por diversión. "Tenía otras formas de divertirme. Para mí, la física tiene una cualidad emocional mucho más profunda que eso".
Rabi consideraba a la física como algo que "trasciende la religión", pero no la sustituye. Explicó que la física "me llenaba de asombro, me ponía en contacto con el sentido de las causas originales. La física me acercó a Dios".
Rabi contó que cada vez que uno de sus alumnos acudía a él con un proyecto científico, él les formulaba "una sola pregunta: '¿Esto te acercará a Dios?'". Y agregó que "siempre entendían lo que quería decir".
Después de la guerra, Rabi regresó a la universidad de Columbia, donde había enseñado en la década de 1930. Se convirtió en un crítico abierto del desarrollo continuo de armas nucleares, uniéndose a Oppenheimer y Enrico Fermi oponiéndose al desarrollo de la bomba de hidrógeno, 1.000 veces más destructiva que las bombas que cayeron en Hiroshima y Nagasaki.
Un plan que él presentó para que todas las naciones renunciasen al desarrollo de dicha arma fracasó en las Naciones Unidas cuando la Unión Soviética se negó a participar en él.
En sus últimos días, Rabi tuvo la experiencia agridulce de someterse a un examen de resonancia magnética, el fruto médico de sus investigaciones antes de la guerra. Se acercaba a la puerta de la muerte, por la que cruzó el 11 de enero de 1988, pero podía sentirse animado por lo que había legado para ayudar a salvar y no a quitar vidas. "Me vi a mí mismo en esa máquina… Nunca pensé que mi trabajo llegaría a esto", dijo emocionado.
Rabi nunca retomó la práctica ortodoxa de su familia y de su juventud. Pero al mismo tiempo, de alguna manera siempre permaneció unido a ella. "No hay nada en el mundo que me conmueva tan profundamente como algunas de estas prácticas ortodoxas", confesó.
"La gente va a Israel, a Williamsburg en Brooklyn, o a esos lugares donde van los judíos ortodoxos… y rezan y se balancean hacia adelante y hacia atrás. A algunos les horroriza, pero a mí me parece estupendo. Ese es mi pueblo. Podría unirme a ellos, balancearme hacia adelante y hacia atrás y sentirme bien por eso".
"No hay duda de que básicamente, en algún punto profundo, soy un judío ortodoxo…"
Hizo una pausa y luego le aseguró a su biografo: "Soy un científico, lo que creo firmemente que trasciende —no se opone sino que trasciende— estas cosas particulares. Soy de esto, no hay duda; pero no estoy en ello, no podría estarlo. Lo amo y lo respeto, pero como científico estoy en un nivel más universal… y esto vuelve a Dios".
"De esto, pero no en ello". Una acertada captura de la sutil complejidad de los sentimientos de Rabi hacia sus raíces religiosas. Lo que comprendió fue la obviedad de que una mentalidad científica no necesita excluir una espiritual. De hecho, puede basarse en ella. Las vidas humanas se viven en color, no en blanco y negro.
Por lo tanto, mientras J. Robert Oppenheimer puede haber sido el epítome del científico "puro", su amigo Rabi fue, hablando psicológicamente, un hombre completo.
En una declaración concisa y reveladora, Rabi le dijo a su biógrafo: "No hay duda de que básicamente, en algún punto profundo, soy un judío ortodoxo […] De hecho, hasta el día de hoy si me preguntan por mi religión, digo: 'hebreo ortodoxo'. En el sentido de que la iglesia a la que no voy es esa. Si tuviera que ir a la iglesia, iría a esa. Eso es lo que he dejado suspendido. No significa que sea otra cosa".
Este artículo apareció originalmente en Tablet Magazine, en tablemag.com, y es reproducido con permiso.
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