La cultura de la cancelación: ¿lo próximo que van a prohibir es la Biblia?

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Cuando acaben con su trabajo entonces verás un páramo. No habrá quedado en pie ningún libro ni ninguna película.

Nadie entendió mejor que el pastor alemán Martin Niemoller las dinámicas de la persecución ideológica y el fracaso de la sociedad.

En su famoso sermón después de la Segunda Guerra Mundial, él dijo: “Primero vinieron por los comunistas y yo no dije nada, porque no era comunista. Luego vinieron por los socialistas y por los sindicalistas y yo no dije nada porque no era socialista ni sindicalistas. Luego vinieron por los judíos y no dije nada porque no soy judío. Entonces vinieron por mí y ya no quedaba nadie para que hablara por mí”.

Avancen 80 años y pregúntense: Después de cancelar cada clásico literario, musical, artístico y teatral… ¿quedará alguien para hablar en defensa del texto canónico de la civilización judía (y cristiana), cuando el movimiento "woke" inevitablemente se levante en su contra?

Después de todo, ¿no hablan en la Biblia de esclavitud, además de discriminar en contra de las mujeres, los discapacitados y los no judíos? ¿No hay intolerancia a la fluidez de género y racismo respecto a ciertas naciones? ¡La Biblia incluso alienta el genocidio contra las siete naciones canaanitas y Amalek!

¿Por qué el pequeño grupo de “intelectuales”, “progresistas”, reyes y reinas radicales que gobiernan la “cultura de la cancelación” hoy en día deberían evitar relacionarse con la Biblia de forma censuradora? ¿Qué daría más amplitud a su (ilusión de) poder que avergonzar por Twitter a quienes creen en la Biblia o incluso quemar capítulos enteros de ese libro “culturalmente ofensivo”?

En su juego de poder, nada es sagrado (excepto la misma corrección política progresista) y nada está inmune ante su embestida “iluminada”. La de ellos es una revolución imperialista, en donde los fines violentos justifican los medios violentos, que en verdad es lo que Marx enseñó.

Marx estaba obsesionado con la lucha de clases. Al definir a todos por el color de piel y considerar robóticamente a los blancos como los malvados y culpables del “racismo sistémico” –un término nuevo y peligroso que infla deliberadamente las tendencias personales en una inequidad incorporada que debe ser demolida con fuerza totalitaria– los “woke” obligan a todos, excepto a ellos mismos, a estar a la defensiva.

Como escribieron Natan Sharansky y Gil Troy, hoy vivimos en una versión occidental de la “sociedad del miedo”, en la cual la presión para ajustarse a la norma no viene de la cúspide totalitaria (como fue el caso en la Unión Soviética de Stalin), sino de los fanáticos que nos rodean en las universidades, en el trabajo y en los medios de comunicación, quienes intimidan a las personas para que se queden calladas o acepten los dictámenes políticamente correctos.

¿De qué otra forma podríamos explicar la salvaje prohibición de libros y cancelación de películas en el último tiempo?

Primero vinieron por los libros de Jean and Laurent de Brunhoff sobre el elefante Babar, por considerarlos como “celebraciones del colonialismo”, porque el personaje sale de la selva y luego regresa a “civilizar” a sus compañeros animales.

Luego vinieron por los libros de "Jorge, el curioso", de H. A. Rey, porque la premisa del hombre blanco (¡con un sombrero amarillo!) que lleva a su casa un mono de África es degradante para los africanos y, especialmente, para los afroamericanos.

Después vinieron por las películas infantiles, llevando a Disney Plus a sacar Peter Pan, Dumbo, Los Aristogatos, La dama y el vagabundo, El libro de la selva y La familia Robinson de sus ofertas para niños menores de siete años. Disney las etiquetó como películas que contienen “estereotipos y representaciones negativas de personas o culturas”, que pueden llegar a corromper las almas de los niños. (El Servicio Público de Radiodifusión también colocó “advertencias de sensibilidad” al programa "Plaza Sésamo").

En Dumbo, los cuervos “rinden homenaje a los espectáculos de juglares racistas”. Peter Pan “representa a las personas indígenas de una forma estereotipada que no refleja la diversidad de las personas indígenas ni sus auténticas tradiciones culturales. Peter y los niños perdidos bailan llevando tocados y otros tropos exagerados”.

En "La familia Robinson", los piratas que antagonizan con la familia Robinson son representados como una estereotípica amenaza extranjera. “Muchos tienen la piel amarilla o café y están vestidos de una forma exagerada y errónea, con peinados de rodete, colas de caballo, maquillaje y joyas excesivas, reforzando su barbarismo y diferencia”.

Entonces llegó el turno del Sr. Cara de Papa y obligaron a Hasbro a hacer el muñeco de género neutro.

Luego vinieron por Dr. Seuss, incluyendo sus icónicos libros “Y pensar que lo vi por la calle Porvenir”, “Si yo dirigiera el zoológico” y “El pozo de Pascual”, debido a “imágenes racistas e insensibles”. ¿Qué es “insensible” en estos libros? Una persona asiática llevando un sombrero cónico, sosteniendo palillos y comienzo de un bol y un dibujo de dos hombres africanos descalzos vistiendo lo que parece ser faldas de pasto, con el cabello atado sobre sus cabezas.

Una revista “académica” publicó ridículamente: "El gato salió de la bolsa: orientalismo, anti-negros y supremacía blanca en los libros para niños del Dr. Seuss". Theodor Seuss Geisel fue acusado póstumamente de “transgresiones raciales durante toda su carrera editorial”.

Una cosa es sacar de los estantes algunos libros realmente malos. Algo completamente diferente es ver racismo y “retraso hacia la igualdad de género” en todas partes e intentar imponer a la sociedad un nuevo chaleco de fuerza de ideología "woke".

Sin duda los que siguen en la guillotina serán "Los osos Berenstain". ¿Por qué? Bueno, en esta amada serie de libros escritos por Stan y Jan Berenstain, hay un párrafo famoso (y ciertamente ofensivo para lo "woke"): “Yo soy un padre. Yo soy un hombre. Un padre es algo que tú puedes ser. Yo soy una madre. Soy una mujer. Una madre es algo que tú puedes ser”. Que terrible estereotipo de género. ¡Quemen todos los libros de "Los osos Berenstain"!

El problema aquí no es el esfuerzo cultural para diversificar los personajes de los libros infantiles y sus creadores. El problema es que la “cancelación” de libros bien intencionados trabaja desde una incuestionable y violenta aceptación de la “teoría crítica de la raza”. Una cosa es sacar de los estantes algunos libros realmente malos. Algo completamente diferente es ver racismo y “retraso hacia la igualdad de género” en todas partes e intentar imponer a la sociedad un nuevo chaleco de fuerza de ideología "woke".

De hecho, los progresistas en Nueva York buscan introducir un plan de estudios obligatorio por parte del estado que enseñe a los alumnos de jardín de infantes sobre la “fluidez de género”.

La legislación de la senadora Samra Brouk de Rochester también pretende enseñar a los niños de ocho años que hay múltiples opciones de género. Asimismo desean instruir a los niños sobre la oportunidad de recibir bloqueadores de hormonas que pueden permitir que los niños pequeños experimenten la “pubertad incorrecta”. Niños de apenas 11 años aprenderían sobre diferentes clases de sexo y sobre “identidades queer, homosexuales, dos espíritus, asexuales y pansexual”.

En los grados superiores les proveerían clases más abiertamente políticas, por ejemplo, sobre la necesidad de apoyar cualquier “configuración familiar” posible. El plan de estudios también condena claramente a los creyentes religiosos y a otros que están sujetos a la moralidad tradicional, incluyendo la abstinencia sexual antes del matrimonio. La idea es producir niños con ideas “woke” preprogramadas.

Escribiendo al estilo "seussiano", John Robson advirtió en el National Post de Canadá sobre la maldición que nos acecha:

“No hay nada, no, nada, que (los “woke”) encuentren en el pasado. Que no estén dispuestos a quemar hasta las cenizas con una explosión engreída.

Cuando acaben con su trabajo entonces verás un páramo. No habrá quedado de pie ningún libro ni ninguna película.

Hay quienes alguna vez pensaron que podían ganar por ser políticamente correctos. Derribará a mis enemigos, pero no llegará a mí.

Lamentablemente ahora está claro que su alcance no tiene límites. Y sobre sus viejos amigos establecerá sus sabuesos del infierno…

Yo no soy racista, no odio, pero esto decreto. Otros también tuvieron sus culpas, pero nada está bien conmigo.

Así que, por favor, arreglen lo que puedan y arrepiéntanse de lo que no puedan. Pero nunca se dejen llevar por una diatriba paranoica.

Que el pasado fue una conspiración y que todo estaba mal. Hasta que acabó la historia y llegaron ustedes.

Al final de este poema regreso a Seuss. Y diré con convicción que no deben quemar sus libros”.


Este articulo apareció originalmente en "Israel Hayom". 

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