La difícil decisión de una mujer

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Brenda Barnes, la primera mujer CEO de PepsiCo, quien generó un revuelo al renunciar a su trabajo para pasar más tiempo con su familia, falleció la semana pasada.

Hace veinte años, Brenda Barnes, quien falleció recientemente, generó un fuerte debate público con su decisión de renunciar a su trabajo de CEO de la división norteamericana de PepsiCo, una división que factura 7.700 millones de dólares al año. En su momento dijo: “Cada vez que te pierdes un cumpleaños, un recital escolar o una reunión de padres y maestros, sientes un dolor punzante”.

Era el año 1997, la Sra. Barnes tenía 43 años y sus niños siete, ocho y diez. Al ser una ejecutiva de alta jerarquía, la Sra. Barnes se perdía muchos de los momentos memorables de las vidas de sus hijos. A menudo, programaba su alarma a las 3:30 a.m. para poder trabajar un par de horas antes de llevar a sus niños a la escuela. Luego, muchos días, trabajaba hasta tarde en la noche. “Yo deseo estar con ellos… pero por la responsabilidad del trabajo es imposible”, explicó en su momento.

La decisión pública de la Sra. Barnes avivó fervientes debates sobre el rol de la mujer en el trabajo, con algunas personas ovacionando su decisión de poner a su familia en primer lugar, y otras quejándose porque su decisión podía dañar la forma en que las mujeres ejecutivas eran percibidas. En el Today Show, Katie Couric reconoció: “Obviamente, todas estamos divididas entre el trabajo y la familia, pero tememos que la decisión de la Sra. Barnes dificulte que las mujeres sean tomadas con seriedad. Por el otro lado, otras mujeres trabajadoras dicen: ‘muchas gracias, Brenda…’”.

La familia Barnes se mudó de Connecticut a los suburbios de Chicago, donde Brenda creció. La Sra. Barnes no abandonó por completo el trabajo; sirvió en varias comunidades y, en 2004, cuando sus hijos ya estaban en la escuela secundaria, se reintegró al mundo corporativo estadounidense, esta vez como CEO de Sarah Lee. Pero, durante varios años cruciales, la Sra. Barnes pudo estar junto a sus hijos cuando ellos más la necesitaron.

“Ella realmente quería ser la mamá perfecta”, dijo su hija Erin Barnes. “La familia era su razón de vivir”.

Cuando Brenda sufrió un debilitador infarto en 2010, su hija Erin se mudó a casa por un año para ayudar a su madre a recuperarse.

Cuando Brenda sufrió un debilitador infarto en 2010, su hija Erin acababa de graduarse de la universidad y estaba a punto de comenzar a trabajar en una empresa. Habiendo aprendido de su madre la importancia de poner a su familia en primer lugar, Erin renunció a su trabajo tras sólo unas semanas y se mudó a casa por un año para ayudar a su madre a recuperarse. “Mi mamá dejó Pepsi cuando yo tenía nueve años para estar en casa con nosotros”, explicó Erin. “Ahora mi mamá me necesitaba. Fue una decisión muy fácil de tomar”.

No todo el mundo tiene los recursos económicos para renunciar al trabajo y dedicarse a la familia a tiempo completo. Sin embargo, todos enfrentamos esta decisión a diario: si priorizar a la familia y generar más tiempo para enfocarnos en lo que es realmente importante en nuestra vida.

Tiempo atrás, cuando Brenda Barnes tomó su mediática decisión, la mayoría de mis amigas y yo estábamos comenzando nuestras carreras, entusiasmadas con dedicarnos al trabajo por sobre todo lo demás. Pero, después de unos cuantos años, la situación había cambiado dramáticamente para muchas de nosotras. Algunas de mis amigas habían dejado, momentáneamente, de trabajar; otras habían resignado cosas para poder pasar más tiempo con sus familias.

Esperaba tomarme unas semanas libres de licencia por maternidad para después volver al trabajo. Luego di a luz a mi hijo.

Una vieja amiga del posgrado, que tenía un alto puesto en el gobierno y aparecía frecuentemente en las noticias, rechazó un ascenso. “Estoy tan ocupada, y lo único que quiero es volver a casa a tiempo para ver a mis niños antes de que se vayan a dormir”. Quería pasar más tiempo con sus pequeñitos.

Cuando estaba embarazada de mi primer hijo, tenía un trabajo de mucha tensión que me encantaba. Estimulante y excitante, también exigía muchas noches y fines de semana en la oficina. Esperaba tomarme unas semanas libres de licencia por maternidad para después volver al trabajo. Siendo una mujer educada y ambiciosa, no podía imaginarme a mí misma de otra forma. Luego di a luz a mi hijo. Apenas lo alcé y lo sostuve cerca de mí, todas mis certezas respecto a la combinación de trabajo y vida familiar se desvanecieron. La oficina, que amaba tanto, de repente me pareció una distracción de este profundo nuevo centro de atención en mi vida.

Después de semanas de sacar cuentas, mi esposo y yo decidimos que yo me quedaría en casa durante un tiempo con nuestro bebé; luego, con nuestros otros niños. No podía imaginar nada más importante para hacer con mi tiempo. Ocasionalmente, me pregunto dónde habría llegado profesionalmente si nunca hubiese dejado de lado mi carrera y lo mucho más aliviada que habría sido nuestra situación financiera.

Pero nuestra familia se ha enriquecido en otras cosas, menos cuantificables. Es difícil ponerle un precio a la posibilidad de ver las presentaciones escolares y a jugar juegos de mesa durante toda la tarde con tus hijos. Pero, mirando hacia atrás, esos momentos son algunos de los más preciados que hemos pasado juntos como familia.

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