La dignidad humana

2 min de lectura

Balak (Números 22:2-25:9 )

Enseñanzas de vida seleccionadas de la parashá semanal y de las fuentes de nuestros sabios.

En un estudio que analizó la forma en que los padres interactúan con sus hijos se descubrió que por cada comentario positivo que un padre le hace a un niño, hay un promedio de 19 comentarios negativos. Por supuesto, todo maestro o gerente te dirá que las personas son mucho más productivas en un entorno positivo que en uno negativo. Sin embargo, de alguna manera este conocimiento se pierde en el viaje de regreso del trabajo a casa.

Un amigo me dijo que su hijo de 10 años se estaba portando muy mal. Después de una dolorosa introspección, mi amigo se dio cuenta de que lo regañaba constantemente. Entonces decidió cambiar la táctica: comenzó a enfocarse en elogiar a su hijo y a referirse a él como mi pequeño tzadik.

¿El resultado? De la noche a la mañana, el niño se pasó a ser una persona completamente diferente. Con su nuevo título de tzadik, asumió felizmente el rol.

Este enfoque fue fundamental para los métodos de desarrollo moral (musar) de la famosa ieshivá europea Slobodka. En lugar de enfocarse en lo que los estudiantes eran, los rabinos se enfocaban en lo que podían llegar a ser. El resultado fue que de la sala de estudios de Slobodka surgieron las más grandes luminarias de Torá.

Este concepto queda ilustrado en la parashá de esta semana. Balak, el rey moabita, temió que los israelitas lo atacaran y convocó a un espiritista no judío llamado Bilam para que maldijera al pueblo judío.

La Torá relata cómo Bilam ensilló su mula y partió para maldecir a los judíos.

En el camino, un ángel le bloqueó el paso. En un principio sólo la mula (y no Bilam) vio al ángel.

Luego, cuando Bilam advirtió la presencia del ángel, reconoció la humillante realidad de que una mula tuviera mayor percepción espiritual que él.

Pero debemos volver a una pregunta más básica. ¿Por qué la estrategia militar de Bilam fue maldecir en lugar de usar arcos y flechas? Porque Bilam pensó que dado que el poder del pueblo judío radica en su boca (a través del estudio de Torá, por ejemplo), la mejor forma de contrarrestar ese poder era con la boca, ¡con una maldición!

Los comentaristas discuten respecto a cuál era la verdadera naturaleza de Bilam. De acuerdo con algunos, era un profeta. Otros opinan que era un charlatán. Algunos dicen que era un astrólogo, otros que era un mentiroso. En cualquier caso, una cosa es clara: era un hombre muy malvado. Por un pago suficientemente grande estaba dispuesto a maldecir a un pueblo entero.

Al final de este episodio, Dios mata a la mula. Esto no se entiende. ¿No hubiera sido mejor que Dios conservara a la mula como un recordatorio de ese increíble incidente?

Rav Jaim Shmuelévitz ztz"l, director de la ieshivá Mir, explicó que Dios consideró el honor de Bilam. Hubiera sido muy vergonzoso para Bilam tener un recordatorio constante de su caída. Para preservar el honor de Bilam, la mula debía morir.

Es asombroso que Dios fuera tan lejos para preservar el honor de un personaje malvado. Sin embargo, Él quiso transmitirnos una valiosa enseñanza: si debimos ser considerados con la dignidad de Bilam, cuánto más sensibles debemos ser con nuestros amigos y vecinos. Rav Shmuelévitz agrega que no debemos olvidar tampoco el honor de nuestra elevada esencia interna.

¡Que la enseñanza de nuestra parashá nos inspire a actuar de forma realmente elevada, digna y humana!

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