La ética de la santidad

25/04/2023

7 min de lectura

Kedoshim (Levítico 19-20 )

La parashat Kedoshim contiene los dos grandes mandamientos de amor de la Torá. El primero es: "Ama a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy Hashem" (Levítico 19:18). Rabí Akiva llamó a este "el gran principio de la Torá". El segundo no es menos desafiante: "Al extranjero que habite entre ustedes deben tratarlo como si fuera un nativo. Ámalo como a ti mismo, porque fuiste extranjero en la tierra de Egipto. Yo soy Hashem, tu Dios" (Levítico 19:34).

Estos son mandamientos extraordinarios. Muchas civilizaciones contienen variaciones de la Regla de Oro: "No hagas a los demás lo que no te gusta que te hagan", o la forma negativa atribuida a Hilel (a veces llamada la Regla de Plata): "Lo que odias que te hagan, no lo hagas a tu semejante. Esa es toda la Torá. El resto es comentario, ve y estúdialo".(1) Pero estas son reglas de reciprocidad, no amor. Las observamos porque si no lo hacemos nos ocurrirán cosas malas. Son las reglas básicas para vivir en un grupo.

El amor es algo diferente y más exigente. Eso hace que estos dos mandamientos sean una revolución en la vida moral. El judaísmo fue la primera civilización que puso el amor en el eje de la moralidad. Como dijo Harry Redner en "Ethical Life": "La moralidad es la ética del amor. El principio inicial y más básico de la moralidad fue claramente establecido en la Torá: Ama a tu prójimo como a ti mismo". Él agregó: "El 'Ama a tu prójimo' de la Biblia es una forma de amor muy especial, un desarrollo singular de la religión judía, diferente de cualquier cosa que pueda encontrarse fuera de ella".(2)

Mucho se ha escrito sobre estos mandamientos. ¿Quién es exactamente "tu prójimo"? ¿Quién es el "extranjero? ¿Y qué es amar a alguien como a uno mismo? Sin embargo, aquí quiero formular una pregunta diferente. ¿Por qué el mandamiento aparece específicamente aquí, en Kedoshim, en un capítulo dedicado al concepto de santidad?

En ninguna otra parte del Tanaj se nos ordena amar al prójimo. Y sólo en otro lugar (Deuteronomio 10:19) se nos ordena amar al extranjero. (Los Sabios dijeron que la Torá nos ordena treinta y seis veces amar al extranjero, pero eso no es exacto. Treinta y cuatro de esos mandamientos tienen que ver con no oprimir o afligir al extranjero y asegurar que tenga los mismos derechos legales que los nativos. Estos son más bien mandamientos de justicia y no de amor).

¿Por qué el mandamiento de amar al prójimo como a ti mismo aparece en un capítulo que contiene leyes tales como no mezclar diferentes especies de animales, no sembrar en el campo dos clases de semillas y no usar ropa que contenga dos clases de materiales? Estos son jukim, decretos, generalmente conocidos como mandamientos que no tienen razones lógicas y que nadie puede llegar a entenderlos. ¿Qué tiene que ver eso con el mandamiento evidentemente moral de amar al prójimo y al extranjero? ¿Acaso este capítulo es simplemente una colección de mandamientos desconectados, o hay un hilo que los unifica?

La respuesta es profunda. Casi todo sistema ético alguna vez pensado ha buscado reducir la vida moral a un solo principio o perspectiva. Algunos se conectan con el razonamiento, otros con la emoción y otros con las consecuencias: haz aquello que crea la mayor felicidad para la mayor cantidad de personas. El judaísmo es diferente. Es más complejo y sutil. Aquí no hay una única perspectiva sino tres. Allí está el entendimiento profético de la moralidad, la perspectiva sacerdotal y el punto de vista de la sabiduría.

La moralidad profética mira la calidad de las relaciones dentro de una sociedad, entre nosotros y Dios y entre nosotros y los otros seres humanos. Aquí hay algunos textos claves que definen esta moralidad. Dios dijo sobre Abraham: "Yo lo he elegido porque él encomienda a sus hijos y a su casa después de él para seguir los caminos de Hashem habiendo rectitud (tzedaká) y justicia (mishpat)".(3) Dios le dijo a Oseas: "Te desposaré en rectitud (tzedek) y justicia (mishpat), en bondad (jésed) y misericordia (rajamim)".(4) Él le dijo a Jeremías: "Yo soy Hashem, que obra bondad (jésed), justicia (mishpat) y rectitud (tzedaká)".(5) Estas son las palabras proféticas claves: rectitud, justicia, bondad y misericordia. No amor.

Cuando los Profetas hablan de amor se trata del amor de Dios por Israel, y el amor que nosotros debemos mostrar a Dios. Con sólo tres excepciones, ellos no hablan sobre amor en un contexto moral, es decir en nuestras relaciones interpersonales. Las excepciones son cuando Amos dice: "Odia el mal, ama el bien, mantén justicia en las cortes" (Amos 5:15); la famosa declaración de Mijá: "Actúa con justicia, ama la misericordia y camina humildemente con tu Dios" (Mijá 6:8) y Zacarías: "Por lo tanto ama la verdad y la paz" (Zacarías 8:19). Presta atención que estos tres versículos hablan de amar abstracciones: el bien, la misericordia y la verdad. No hablan de las personas.

La voz profética se refiere a cómo las personas deben comportarse en la sociedad. ¿Son fieles a Dios y los unos a los otros? ¿Actúan con honestidad, justicia y la debida preocupación respecto a la vulnerabilidad de la sociedad? ¿Los líderes políticos y religiosos tienen integridad? ¿Acaso la sociedad tiene la elevada moral que surge de personas que sienten que tratan bien a sus ciudadanos y que saca lo mejor de ellos? Una sociedad moral triunfará; una sociedad inmoral o amoral fracasará. Esa es la clave del pensamiento profético. Los profetas no exigían que las personas se amaran las unas a las otras. Eso estaba fuera de su ámbito. La sociedad requería justicia, no amor.

La voz de la sabiduría en la Torá y en el Tanaj observa el carácter y la consecuencia. Si vives virtuosamente, entonces -en general- las cosas marcharán bien. Un buen ejemplo es el Salmo 1. La persona que se dedica a la Torá será como "un árbol plantado al lado de corrientes de agua, que trae su fruto al debido tiempo y cuyas hojas no se marchitan, en todo lo que hace, prospera". Esa es la voz de la sabiduría. A los que hacen lo correcto, les va bien. Encuentran la felicidad (ashrei). Las personas buenas aman a Dios, a la familia, a los amigos y a la virtud. Pero la literatura de la sabiduría no habla de amar al prójimo ni al extranjero.

La visión moral del Sacerdote, que lo diferencia del Profeta y del Sabio, se encuentra en la palabra clave kadosh, "sagrado". Alguien o algo que es sagrado está separado, es diferente y distintivo. Los sacerdotes estaban separados del resto de la nación. Ellos no tenían porción en la tierra. Ellos no trabajaban en los campos. Su esfera era el Tabernáculo o el Templo. Ellos vivían en el epicentro de la Presencia Divina. Como ministros de Dios, tenían que mantenerse puros y evitar cualquier clase de impurificación. Eran sagrados.

Hasta ahora la santidad se había visto como un atributo especial del Sacerdote. Pero en el momento de la entrega de la Torá hubo una alusión respecto a que era algo que concernía no sólo a los hijos de Aharón, sino a todo el pueblo: "Serán para Mí un reino de sacerdotes y una nación sagrada" (Éxodo 19:6). Nuestro capítulo ahora se refiere a esto por primera vez. "Hashem habló a Moshé: 'Habla a toda la asamblea de Israel y diles: Sean santos porque Yo, Hashem su Dios, soy santo" (Levítico 19:1-2). Esto nos enseña que la ética de la santidad no sólo se aplica a los Sacerdotes sino a toda la nación. También esto implica ser diferente, estar separados, mantener niveles elevados.

¿Qué significa en la práctica? Una pista decisiva la encontramos en otra palabra clave que se usa en el Tanaj con respecto al cohen: el verbo b-d-l, dividir, mantener alejado, separar, distinguir. Eso es lo que hace un sacerdote. Su tarea es "distinguir entre lo sagrado y lo profano" (Levítico 10:10), y "distinguir entre lo impuro y lo puro" (Levítico 11:47). Esto es lo que Dios hace por Su pueblo: "Santos serán para Mí, pues Yo, Hashem, soy Santo y Yo los he separado (vaavdil) de las naciones para que sean Míos" (Levítico 20:26).

Hay otro lugar en el cual b-d-l es una palabra clave: en la historia de la creación, en Génesis 1, donde aparece cinco veces. Dios separa la luz de la oscuridad, el día de la noche, las aguas superiores de las inferiores. Durante tres días, Dios demarca diferentes dominios. Luego, los tres días siguientes, Él coloca en cada dominio los objetos o formas vivas apropiadas. Dios crea orden del tohu vavohu del caos. Como Su último acto de creación, Dios crea al hombre a Su "imagen y semejanza". Esto claramente fue un acto de amor. Rabí Akiva dijo: "Amado es el hombre, porque fue creado a imagen de Dios".(6)

Génesis 1 define la imaginación moral sacerdotal. A diferencia del Profeta, el Sacerdote no mira la sociedad. A diferencia de la figura de sabiduría, él no busca la felicidad. Él observa la creación como la obra de Dios. Sabe que todo tiene un lugar: lo sagrado y lo profano, lo permitido y lo prohibido. Su tarea es hacer esas distinciones y enseñarlas a los demás. Él sabe que diferentes formas de vida tienen su propio nicho dentro del ambiente. Esta es la razón por la cual la ética de la santidad incluye reglas tales como: no unir diferentes especies de animales, no sembrar un campo con diferentes clases de semillas y no vestir una prenda tejida con diferentes clases de materiales.

Pero sobre todo, la ética de la santidad nos dice que cada ser humano fue creado a imagen y semejanza de Dios. Dios nos creó a cada uno con amor. Por lo tanto, si queremos imitar a Dios ("Sean santos porque Yo, Hashem tu Dios, soy santo"), debemos amar a la humanidad, y no en forma abstracta sino concreta, en la forma del prójimo y del extranjero. La ética de la santidad se basa en la visión de la creación de Dios como un acto de amor. Esta visión ve a los seres humanos, a nosotros mismos, a nuestro prójimo y al extranjero, como la imagen de Dios, y por eso debemos amar al prójimo y al extranjero como a nosotros mismos.

Creo que hay algo único y contemporáneo sobre la ética de la santidad. Ella nos dice que la moralidad y la ecología están íntimamente relacionadas. Ambas tratan de la creación: sobre el mundo como la obra de Dios y la humanidad como la imagen de Dios. La integridad de la humanidad y del medio natural van de la mano. El universo natural y la humanidad fueron creados por Dios, y estamos encargados de proteger lo primero y amar lo segundo.

Shabat Shalom.


NOTAS

  1. Shabat 31a.
  2. Harry Redner, Ethical Life: The Past and Present of Ethical Cultures, Roman and Littlefield, 2001, 49-68.
  3. Génesis 18:19.
  4. Oseas 2:19.
  5. Jeremías 9:23.
  6. Mishná Avot 3:14.
Haz clic aquí para comentar sobre este artículo
guest
0 Comments
Comentarios en línea
Ver todos los comentarios
EXPLORA
ESTUDIA
MÁS
Explora
Estudia
Más
Contacto
Lenguajes
Menu
Donar
Únete a nuestro newsletter
Redes sociales
.