La fuerza de una maldición

10/05/2023

6 min de lectura

Bejukotai (Levítico 26:3-27:34 )

El libro de Vaikrá culmina delineando las bendiciones que recibirán si el pueblo es fiel a su pacto con Dios. Luego describe las maldiciones que recaerán sobre ellos si no lo son. El principio general es claro. En los tiempos bíblicos, el destino de la nación reflejaba la conducta del pueblo. Si el pueblo se comportaba bien, la nación prosperaba. Si se portaban mal, eventualmente ocurrían cosas malas. Eso es lo que sabían los profetas. Como dijo Martin Luther King: "El arco del universo moral es largo, pero se inclina hacia la justicia".(1) No siempre ocurre de inmediato, pero en última instancia el bien es recompensado con bien, y el mal con mal.

Nuestra parashá establece claramente los términos de esta ecuación: si obedeces a Dios, habrá lluvia en su estación, la tierra dará cosechas y los árboles frutos; habrá paz. Las maldiciones, sin embargo, son casi tres veces más largas y mucho más dramáticas en el lenguaje que usan:

Pero si ustedes no me escuchan y no llevan a cabo todos estos mandamientos… entonces Yo también haré eso a ustedes; mandaré sobre ustedes pánico, consunción y fiebre ardiente que hacen languidecer los ojos y angustiar las almas…

Quebrantaré la soberbia de su poder; haré sus cielos como hierro y su tierra como cobre… incitaré contra ustedes a la fiera salvaje y los privará de hijos, diezmará sus rebaños y los reduciré y sus caminos quedarán desolados… su tierra quedará desolada y sus ciudades quedarán en ruinas…

A los supervivientes entre ustedes, Yo traeré aprensión a sus corazones en las tierras de sus enemigos; el sonido de una hoja que cruje los perseguirá y huirán como se huye ante la espada, y caerán, sin que nadie los persiga" (Levítico 26:14-37)

Aquí hay una elocuencia salvaje. Las imágenes son vívidas. En los versículos hay un ritmo palpitante, como si el duro destino que se apoderaría de la nación fuera inexorable, acumulativo y acelerado. El efecto se intensifica con los repetidos martillazos: "Si después de todo esto… sigues siendo hostil… si a pesar de estas cosas… si a pesar de esto". La palabra keri, clave en todo el pasaje, se repite siete veces. Esta palabra no aparece en ninguna otra parte de todo el Tanaj. Su significado es incierto. Puede implicar rebeldía, obstinación, indiferencia, dureza de corazón, desgana o dejar todo al azar. Pero el principio básico es claro. Dios dice: si actúas hacia Mí con keri, Yo volveré ese mismo atributo en tu contra y serás devastado.

La costumbre en la sinagoga es leer en voz baja la tojajá, las maldiciones, (tanto estas como en el pasaje paralelo de Devarim 28), lo que tiene el efecto de quitarles la fuerza aterradora que tendrían si se las leyera en voz alta. Pero de cualquier modo que se lean, son suficientemente atemorizadoras. Y tanto aquí como en Devarim, la sección de las maldiciones es más larga y mucho más gráfica que la sección de las bendiciones.

Esto pareciera contradecir un principio básico del judaísmo: que la generosidad de Dios hacia aquellos que le son fieles excede vastamente Su castigo con aquellos que no lo son. "Hashem, Hashem, Dios misericordioso y dispensador de gracia, lento para la ira y abundante en bondad y veraz, que preserva bondad para millares … que toma en cuenta la iniquidad de los padres sobre los hijos y sobre los nietos, sobre la tercera y sobre la cuarta generación" (Éxodo 34:6-7). Rashi hace la aritmética: "Resulta que la medida de la recompensa es mayor que la medida del castigo en proporción de uno a quinientos, pues con respecto a la medida de bondad se declara que 'preserva la bondad para millares'" (lo que implica por lo menos dos mil generaciones), mientras que el castigo dura como máximo cuatro generaciones.

Toda la idea que se encuentra dentro de los Trece Atributos de Misericordia es que el amor y el perdón de Dios es más fuerte que Su justicia y Su castigo. ¿Por qué entonces las maldiciones de la parashá de esta semana son tanto más largas y más fuertes que las bendiciones?

La respuesta es que Dios ama y perdona, pero con la condición de que cuando hagamos algo malo, lo reconozcamos, expresemos remordimiento, restituyamos a aquellos a quienes hayamos dañado, y nos arrepintamos. En medio de los Trece Atributos de Misericordia está la declaración: "Pero Él no deja sin castigo al culpable" (Éxodo 34:7). Dios no perdona al pecador que no se arrepiente. Porque si lo hiciera, haría del mundo un lugar peor, no uno mejor. Más personas pecarían si no hubiera ningún inconveniente en hacerlo.

La razón por la cual las maldiciones son tan dramáticas no es porque Dios busca castigarnos, sino precisamente lo opuesto. El Talmud nos dice que Dios llora cuando permite que un desastre golpee a Su pueblo. "Pobre de Mí, que debido a sus pecados he destruido Mi casa, quemado Mi Templo y los he exiliado (a Mis hijos) entre las naciones del mundo".(2) Las maldiciones tienen la intención de ser una advertencia. Su intención era disuadir, asustar, desalentar. Es como un padre que advierte a su hijo pequeño que no juegue con electricidad. El padre puede tener deliberadamente la intención de asustar al niño, pero lo hace por amor, no por severidad.

El ejemplo clásico lo encontramos en el Libro de Ioná. Dios le dice al profeta Ioná que vaya a Nínive y le diga al pueblo: "En cuarenta días Nínive será destruida". Él lo hace. El pueblo lo toma con seriedad. Se arrepienten. Entonces Dios abandona la amenaza de destruir la ciudad. Ioná se queja con Dios de que lo hizo quedar en ridículo. Su profecía no se ha cumplido. Ioná no logró entender la diferencia entre una profecía y una predicción. Si una predicción se cumple, tuvo éxito. Si una profecía se cumple, ha fracasado. El Profeta le dice al pueblo lo que ocurrirá si no cambia. Una profecía no es una predicción, sino una advertencia. La profecía describe un futuro amenazador para persuadir al pueblo para que lo evite. Eso es la tojajá.

En su libro "El poder de lo malo",(3) John Tierney y Roy Baumeister argumentan sobre la base de sustancial evidencia científica, que lo malo tiene más impacto sobre las personas que lo bueno. Prestamos más atención a las malas noticias que a las buenas noticias. La mala salud nos importa más que la buena salud. Las críticas nos afectan más que los elogios. Una mala reputación es más fácil de adquirir y más difícil de perder que una buena reputación.

Los seres humanos están diseñados ("programados") para reconocer y reaccionar ante las amenazas. No darse cuenta de que hay un león es más peligroso que no darse cuenta de que hay un fruto maduro en un árbol. Reconocer la bondad de un amigo es bueno y virtuoso, pero no tan significativo como ignorar la animosidad de un enemigo. Un traidor puede traicionar a toda una nación.

De esto se deduce que el palo es un motivador más poderoso que la zanahoria. Es más probable que el miedo a la maldición afecte el comportamiento que el deseo por la bendición. La amenaza de castigo es más efectiva que la promesa de recompensa. Tierney y Baumeister documentan esto en una amplia gama de casos, desde la educación hasta las tasas de criminalidad. Donde existe una clara amenaza de castigo por el mal comportamiento, las personas se comportan mejor.

El judaísmo es una religión de amor y perdón. Pero también es una religión de justicia. Los castigos de la Torá no están ahí porque a Dios le encanta castigar, sino porque Él quiere que actuemos bien. Imagina un país que tiene leyes pero no castigos. ¿La gente respetaría la ley? No. Todo el mundo aprovecharía los esfuerzos de los demás sin contribuir por sí mismos. Sin castigo, no hay ley efectiva, y sin ley no hay sociedad. Cuanto más poderosamente se presente lo malo, más probable es que la gente escoja lo bueno. Por eso la tojajá es tan fuerte, dramática y atemorizadora. El miedo al mal es el más poderoso motivador para el bien.

Yo creo que cuando nos advierten de lo malo, eso nos ayuda a elegir lo bueno. Con demasiada frecuencia tomamos las decisiones equivocadas porque no pensamos en las consecuencias. Así fue como ocurrió el calentamiento global. Así es como ocurren los colapsos financieros. Así es como las sociedades pierden su solidaridad. Con demasiada frecuencia, la gente piensa sólo en el hoy, no en el día después de mañana. La Torá, al describir detalladamente lo que le puede pasar a la nación si pierde su orientación moral y espiritual, le habla a cada generación y le dice: Cuidado. Presten atención. No funcionen en piloto automático. Una vez que una sociedad comienza a desmoronarse, ya es demasiado tarde. Eviten lo malo. Elijan lo bueno. Piensen mucho y elijan el camino que lleva a las bendiciones.

Shabat Shalom.


  1. Esta es una cita que el Dr. King usó muchas veces, incluso en la marcha de Selma en 1965 al responder a la pregunta: ¿Cuánto tiempo llevará hasta llegar a ver justicia social? Se considera una de sus citas más famosas, aunque King estaba citando al ministro unitario y abolicionista del siglo XIX, Theodore Parker, de Massachusetts.

  2. Brajot 3 .
  3. John Tierney y Roy Baumeister, "El poder de lo malo", Paidós
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